Las fuerzas del Ejército abandonan la plaza de la República tras sofocar la rebelión de la Generalitat.

Las fuerzas del Ejército abandonan la plaza de la República tras sofocar la rebelión de la Generalitat. BNE

Historia

La verdad sobre la revolución de octubre de 1934: de la deriva del PSOE a las causas del fracaso

Un volumen colectivo con artículos de 13 historiadores aborda la complejidad de estos acontecimientos, un momento clave de la Segunda República, en su nonagésimo aniversario.

11 septiembre, 2024 08:22

La huelga más general y larga que ha vivido Madrid se inició en la madrugada del 4 al 5 de octubre de 1934. El paro fue absoluto: los militares se vieron obligados a intervenir para elaborar el pan y ocuparse del matadero y de la conducción de los pocos medios de transporte que funcionaban. A lo largo de los primeros días, los miembros de las Milicias Socialistas atacaron cuarteles de las fuerzas de orden público y del Ejército, centros y representantes del Gobierno, como el domicilio de Alejandro Lerroux, presidente del Consejo de Ministros, y medios de comunicación y transporte. Hubo varios heridos y muertos y los paqueos, los disparos aislados desde los edificios, tardaron en apagarse del todo.

Sin embargo, la acción insurreccional acabaría fracasando por varios motivos: el escaso número y deficiente equipamiento de los milicianos, un proyecto de movilización indefinido o un apoyo insuficiente entre los cuerpos de seguridad del Estado. En Madrid, a pesar de ser la sede de la dirección socialista, no se registró el estallido de una auténtica revolución social como ocurrió en Asturias, pero sí un movimiento armado de masas cuyo objetivo era el asalto del poder político.

En el imaginario popular, los acontecimientos de esas semanas, un hito en las cotas de violencia política que vertebró la historia de la Segunda República, conducen de forma casi exclusiva a las cuencas mineras asturianas, con el desafío lanzado por los obreros y su brutal represión —hubo más de un millar de víctimas—, y al balcón del palacio de la Generalitat como anexo, donde el president Lluís Companys proclamó el "Estado catalán". Pero adentrarse en el caso madrileño y de tantos otros rincones de la geografía peninsular, como el País Vasco, proyecta una imagen muchísimo más enrevesada de lo que realmente ocurrió en España entre el 4 y el 18 de octubre.

Unos reporteros cubren la detención por parte de la Guardia Civil de un campesino en Castilblanco (Badajoz) el 31 de diciembre de 1931.

Unos reporteros cubren la detención por parte de la Guardia Civil de un campesino en Castilblanco (Badajoz) el 31 de diciembre de 1931. BNE

Esa historia, como nunca la había conocido el gran público, es la que contiene Octubre 1934 (Desperta Ferro), un volumen colectivo en el que trece historiadores, expertos en la materia y en el periodo, diseccionan el antes, el durante y el después de la revolución fallida. Una obra de síntesis y divulgación sobre un momento clave en la historia de España, pero que recoge de forma concienzuda y esforzada toda su apabullante complejidad y polifonía de actores.

"La premisa con la que partíamos era que la imagen de octubre de 1934 está lastrada por dos cosas: se reconoce casi de una forma unívoca con lo que sucede en Asturias, que es lo más grave y trascendente, aunque hubo más escenarios, y responder a por qué sucedió sin vincularlo con la Guerra Civil", explica Jesús Jiménez Zaera, editor del volumen. "No queremos dar una moraleja de lo que pasó y de cómo hay que interpretarlo, sino trasladar esa idea de complejidad. Hemos hecho mucho énfasis en las causas y en no quedarnos solo en los acontecimientos, sino insistir en el contexto amplio que tuvieron desde el punto de vista nacional e internacional".

La deriva del PSOE

La formación el 4 de octubre de un nuevo Gobierno en el que Lerroux dio entrada a tres ministros de la derecha accidentalista representada por la CEDA fue el detonante del llamamiento del PSOE a una huelga general en todo el país. Se había cruzado la línea roja y los socialistas llevaban desde finales de 1933, desde que el centro republicano y la derecha posibilista habían logrado la mayoría en las elecciones generales, amenazando de forma pública —en mítines, en la prensa e incluso desde el Congreso— con una insurrección si se pervertía la esencia reformista de la República. Estaban dispuestos a evitar una liquidación de la neonata democracia española, como había ocurrido en Alemania con Hitler y en Austria con la implantación de un régimen autoritario liderado por Engelbert Dollfuss.

"Si vas a la prensa y a las publicaciones del movimiento obrero de la época se ve que estaba terriblemente preocupado por que no se produjese en España lo que había sucedido en Austria —arrinconamiento de la oposición, ilegalización del Partido Comunista, hostigamiento al Partido Socialdemócrata e ilegalización, gobierno al margen del Parlamento—. Los socialistas veían un paralelismo bastante evidente en la CEDA y en su líder, José María Gil Robles", detalla Jiménez Zaera.

Más de 1.000 personas murieron en Asturias a causa de la revolución de octubre de 1934.

Más de 1.000 personas murieron en Asturias a causa de la revolución de octubre de 1934.

No obstante, no existió en ningún momento una estrategia de acción nítida o planificada en el seno del socialismo. Hubo una doble fórmula: la respuesta a una deriva "reaccionaria" o "fascista" sin determinar —una huelga revolucionaria— y la toma del poder político como respuesta —por medio de una insurrección armada—. "Una de las conclusiones que se pueden sacar del libro es que la sensación de amenaza existía y la respuesta de levantarse en una insurrección si la derecha llegaba al poder era una amenaza pública que se llevaba meses labrando. Incluso Indalecio Prieto llegó a redactar un programa político de una supuesta toma del poder enmendado en algunos aspectos por Francisco Largo Caballero", recuerda el editor.

En lo que no hubo acuerdo fue en el objetivo: mientras las juventudes socialistas fantaseaban con llevar a cabo una revolución social, otros sectores se conformaban con volver a la casilla de salida del Gobierno republicano-socialista del primer bienio. De hecho, una de las cuestiones más sugerentes del libro es descubrir la diferencia en las interpretaciones de los historiadores de la deriva que llevó al PSOE a adoptar la decisión de lanzarse por una vía de la huelga general insurreccional.

Cataluña, un doble octubre

El escenario principal de octubre de 1934 fue Asturias, donde se registró una especie de guerra civil a pequeña escala debido al trasfondo local de conflictividad social en el sector minero, la mejor organización y combatividad del movimiento obrero o el acceso a medios para hacer la revolución, como la dinamita. Ingredientes que convirtieron una huelga general, que fue pacífica y pasiva en muchos rincones de España, en una vorágine de violencia. Como escribió Manuel Chaves Nogales: "Todo cuanto se diga de la bestialidad de algunos episodios es poco. Dentro de cien años, cuando sean conocidos a fondo, se seguirán recordando con horror".

La enorme complejidad de los acontecimientos la conjuga a la perfección el caso catalán. "Hubo un octubre paralelo: la insurrección desde las instituciones de la Generalitat, que no tiene una connotación obrerista, sino que es de corte catalanista; y el llamamiento a la huelga general, la insurrección social en Barcelona y en distintas zonas industriales de Cataluña", detalla Jiménez Zaera. "Este último ha pasado bastante desapercibido y solo se ha empezado a estudiar en los últimos años con cierto detalle".

Dinamitero, en una foto probablemente fechable una vez comenzada la Guerra Civil.

Dinamitero, en una foto probablemente fechable una vez comenzada la Guerra Civil. Desperta Ferro Ediciones

¿Se puede establecer un vínculo entre octubre de 1934 y la Guerra Civil? "Si el vínculo pretende establecer que octubre fue el comienzo de la Guerra Civil, esa idea no la sostiene nadie desde el punto de vista académico", responde el investigador. "Tiene más que ver con lo político y entronca con el argumentario que el régimen franquista dio para justificar la sublevación militar".

Lo cierto es que la insurrección fue un fracaso y abrió un proceso de cierto orden institucional: la vulneración de la legalidad por parte de los rebeldes, a excepción de la represión caliente de Asturias, fue abordada desde el punto de vista de la justicia por los cauces legales; se recompuso la dinámica política de un país en paz y empezaron a reconfigurarse las alianzas de cara a las futuras elecciones de febrero de 1936, en las que las izquierdas no repetirían su error y formarían el Frente Popular.

En el apartado del después, el libro incluye un interesante capítulo dedicado a la historiografía, las interpretaciones, los mitos y la memoria de estos acontecimientos. "Octubre de 1934 es un hecho relevante y sobre el que volvemos precisamente porque en torno a él se han generado dos mitos contrapuestos —el revolucionario y el de la barbarie revolucionaria—, que siempre tergiversan la realidad. Lo que hay que hacer es generar libros que demuestren que hubo una cantidad de variables que es realmente importante entender para tener un conocimiento realmente completo y auténtico de lo que sucedió", concluye Jiménez Zaera.