"Si Argelia se hallase en trance de dejar de ser francesa tomaría parte de la lucha en cualquier lugar si fuese necesario", explicó a la prensa el ultraconservador general francés Raoul Salan. Era 1960 y hacía años que bajo los eternos amaneceres del norte de África tronaban los explosivos de la guerrilla y el silencioso llanto de los torturados por el ejército francés. "Si la amenaza soviética sobre Argelia se precisase (...) España haría cuanto fuese necesario para contenerla", proseguía el militar refugiado de forma semiclandestina en Madrid.
Aquel hombre tenía 61 años. Su historial estaba cuajado de combates y servicios en ambas guerras mundiales, en las intrincadas junglas de Indochina y en las ardientes arenas argelinas. El viejo centurión se sentía traicionado por sus líderes, que buscaban abandonar la provincia africana por la que sus hombres morían. Bajo el cielo de Madrid se reunió con varios conjurados, planeó tomar el poder por la fuerza y participó en la fundación de la Organización del Ejército Secreto (OAS). El Ministerio de Asuntos Exteriores hispano tranquilizó a París: los conspiradores estaban bajo vigilancia de la policía.
Pero en la madrugada del 22 de abril de 1961 un aluvión de histéricas llamadas telefónicas sacudió los cuarteles, despachos y oficinas gubernamentales de toda Francia. En la capital tronaron las cadenas de los tanques. La República estaba en peligro y el pueblo salió a la calle para defenderla. Argel, por otro lado, se sumó entusiasta al golpe de Estado y los paracaidistas de la Legión Extranjera patrullaron armados hasta los dientes. ¿Y el general Salan? Desde Madrid se informó que había desaparecido.
El golpe de los generales
"Mientras en París manteníamos unas correctas relaciones con De Gaulle que iban mejorando de día en día, sectores importantes del establishment franquista jugaban abiertamente a la desestabilización violenta del gaullismo y de la V República", relató en sus memorias José María de Areilza, embajador de España en París entre 1960 y 1964. Quizá buscasen presionar a Francia para que colaborase en el control de los exiliados españoles en suelo galo.
Franco, habitual a su costumbre, parece que decidió jugar con todas las barajas. Guiado por su estrategia proárabe, colaboró en el contrabanado de armas para el Frente Nacional de Liberación de Argelia (FLN). Al mismo tiempo, decenas de oficiales y generales galos conspiraban abiertamente en Madrid, Barcelona, País Vasco y las Baleares. El Servicio de Información de la temida Dirección General de Seguridad les sometió a una estrecha vigilancia.
El golpe de Argel de octubre de 1961 se desinfló en poco tiempo. Se esperaba que 2.500 paracaidistas tomasen los aeropuertos de París, pero los pilotos se negaron a despegar. Ni la Armada ni la fuerza aérea se sumaron a la insurrección y los tanques que patrullaban los Campos Elíseos resultaron ser del Gobierno.
En Orán, los soldados fingieron obedecer las órdenes de los oficiales rebeldes para, en cuanto estos dejaban de mirar, volver a sus tareas rutinarias. Desde París rogaron que la policía española reforzase la vigilancia sobre los miembros de la OAS en el país, especialmente Salan. Este, supuestamente, logró eludir el cerco y, ayudado por el comandante de Iberia Carlos Teixidor, viejo piloto de caza de la División Azul, consiguió aterrizar en Argel para sumarse a aquel brindis al sol. Cuatro días después, París recuperó el control de la provincia africana mientras los responsables se rendían o huían.
"Que hubiera errores de la DGS de la dictadura franquista en el control, durante varios meses, de Salan resulta poco creíble (...). A Salan y a otros refugiados se les permitieron actividades políticas en España, varias encaminadas a la comisión de atentados contra las autoridades francesas y un golpe de Estado en Argelia", sostiene José Luis Rodríguez Jiménez, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Rey Juan Carlos, en su artículo El general Salan en Madrid, camino de Argelia: En torno a la colaboración española con la OAS, publicado en la Revista Universitaria de Historia Militar.
Matar a De Gaulle
En la noche del 8 de septiembre de 1961 un convoy avanzó a toda velocidad por las calles de Point-sur-Seine hasta que una cegadora explosión levantó una nube de tierra. Las copas de los árboles despedazados siguieron ardiendo mientras los Citroën blindados huían a toda velocidad. En uno de los vehículos, el general y presidente Charles de Gaulle y su esposa habían salvado la vida de milagro. No hubo ningún herido. Sería el primer atentado de la OAS contra el líder de la República.
"Fue, tras el fracaso del golpe [y sobre todo del magnicidio], bajo presión francesa, pero también con ofertas francesas en la mano de control de las organizaciones del exilio español, y con su diplomacia a la defensiva en todos los países occidentales, cuando, paulatinamente, cambió la actitud del gobierno de Franco para con la OAS", desarrolla Rodríguez Jiménez. Las fuerzas policiales comenzaron a acosar al ejército secreto y a sus colaboradores en suelo hispano, empezando por el piloto de Iberia que llevó a Salan a África.
Fue detenido en cuanto regresó a España. Tras diez meses en prisión se benefició de una amnistía y se corrió un tupido velo. Salan y sus secuaces fracasaron en su objetivo. Pensaban que lograrían sublevar a los europeos de Argelia, entre los que había cerca de 700.000 españoles, y que las autoridades hablarían con ellos. Lo único que avanzaron fueron las negociaciones para la descolonización del país, que alcanzó su independencia en 1962.
Su campaña de atentados para acabar con De Gaulle, llevados por la furia de la derrota, inspiró en 1971 el thriller El día del Chacal del afamado escritor Frederick Forsyth, en el que se mencionan varias veces las células asentadas en España. Dos años después, su ficción llegó a las pantallas de cine de manos del director Fred Zinnemann.
Franco colaboraba abiertamente con las autoridades galas en materia de seguridad, como demuestra la detención en octubre de 1961 de 25 comandos de la OAS en Azcoitia (Guipúzcoa), donde tenían un campo de entrenamiento guerrillero junto a la frontera gala. Decenas de informes de la DGS y de los servicios de información del régimen dan cuenta de los esfuerzos de sus agentes para controlar a los terroristas.
Pero aún quedan muchas preguntas sobre la estancia de Salan en España antes del golpe. Parece que se reunió con varios falangistas exaltados y con un Serrano Suñer caído en desgracia. Tras el fracaso en Argel, pasó a la clandestinidad y fue detenido en Argelia un año después. Las investigaciones e informes de la policía española sobre su periodo en suelo nacional desaparecieron por orden de la DGS. Aún siguen en paradero desaparecido.