El archipiélago de Cabo Verde era en el siglo XVI una suerte de área de servicio en medio de la inmensa autovía atlántica. Allí se abastecían las naves que zarpaban desde Portugal con destino al Nuevo Mundo o las Indias orientales. Se trataba de un lugar idóneo para que los barcos del corsario inglés Francis Drake cometieran otro de sus raudos actos de pillaje. El 31 de enero de 1578 encontraron su presa en la bahía de Santiago, la principal de las islas: la Santa María, una nave que transportaba hidalgos y colonos y un cargamento de lujosos paños, tinajas de aceite y vino.

Pero el pirata de Isabel I logró un premio infinitamente mejor para los objetivos de su aventura: capturar a un experimentado capitán y piloto, un profesional del surco de los mares. Nieto y sobrino de exploradores portugueses del litoral africano, Nuno da Silva custodiaba una serie de cartas náuticas en las que se plasmaban las costas y aguas del Atlántico meridional hasta la altura del Río de la Plata. Un valioso conjunto de mapas y datos para moverse por el vasto océano, como la profundidad de los fondos marinos, la presencia de rocas bajo la superficie o la dirección de las corrientes.

Da Silva fue clave en el éxito de la misión del corsario: torpedear las rutas comerciales de la Monarquía Hispánica e infligir el mayor daño posible a las naves y puertos de la América española del Pacífico. Sin el marino portugués, alcanzar y cruzar el estrecho de Magallanes habría sido una quimera para los ingleses. El propio capellán del buque insignia de Drake escribió en sus diarios que "si Dios no nos lo hubiese enviado, probablemente en el transcurso del viaje todos habríamos perecido".

Mapa de un ataque inglés a cargo de Francis Drake sobre San Agustín, en la Florida, a finales del siglo XVI. Biblioteca del Congreso

La singular relación entre ambos navegantes es el eje vertebrador de Francis Drake. El corsario que desafió a un imperio (Crítica), curioso y arreglado libro de David Salomoni, profesor de la Universidad de Extranjeros de Siena. A pesar del título, la obra no despliega una biografía al uso del infausto pirata, conocido como "el Dragón", sino que bebe sobre todo de un documento hasta ahora desconocido, descubierto en un archivo de Lisboa: la declaración que el timonel luso prestó en Madrid en 1583 ante el Consejo de Indias, el más prolijo de todos los relatos que enunció en su viacrucis de interrogatorios tras quedar en libertad.

La expedición de Drake entre finales de 1577 y mediados de 1580 es harto conocida porque le impulsaría a convertirse en el primer inglés en circunnavegar el mundo. A bordo de la Pelican, una pequeña fortaleza flotante a la que renombraría Golden Hind a lo largo de su aventura, lideró una pequeña flota completada por la Elizabeth, la Marigold, el navío con provisiones Swan y la chalupa Benedict —la tripulación la integraban 164 hombres que iban desde fugitivos hasta sacerdotes— cuyos supuestos fines eran comerciales y su puerto de destino Alejandría, según se propagó por Londres.

Thomas Davidson, 1899: 'Entierro del almirante Drake'. Wikimedia Commons

En realidad, el pirata había recibido aprobación real para atacar asentamientos españoles en América, como Valparaíso o el puerto de El Callao, y saquear los barcos de la flota de Indias, que transportaban desde la plata extraída en las minas de Potosí hasta mercancías de Oriente, seda y porcelana china. La mayor captura de todas fue el tesoro que llevaba la Nuestra Señora de la Concepción, apodada la Cagafuego en una irónica alusión a la fuerza de sus disparos. En total, el material robado —Drake se lanzó al abordaje vilmente haciéndose pasar por español— ascendía a 362.000 pesos en lingotes de oro, de los cuales casi un tercio pertenecía al rey Felipe II.

Condenado y perdonado

La ciudad de Huatulco, en México, una importante escala para las naves españolas entre Acapulco y Perú, fue en abril de 1579 escenario de otro de los terribles actos de violencia de los corsarios, que acuchillaron las imágenes sagradas y los crucifijos. Lo sorprendente es que Drake decidió liberar a Nuno da Silva al mismo tiempo que a los prisioneros que había capturado. Arrancó así un infinito periplo judicial que conduciría al timonel a ser interrogado bajo tortura —los testigos aseguraron que mantenía una relación muy especial con el Dragón, quien "le acariciaba y trataba muy bien"— y al procesamiento por herejía en el que resultó condenado: nunca más podría pisar las Indias.

Da Silva declaró ante el regidor de Huatulco y el gobernador de la provincia, luego se defendió de las acusaciones de la Inquisición y también le relató al virrey de Nueva España en qué había consistido su viaje como piloto de Drake —se le señalaba por haber revelado algunos de los secretos del éxito de las redes comerciales del Imperio español—. Fue un caso tan famoso que, a su llegada a Sevilla, se enteró que había una persona más que "deseaba particularmente saber qué tipo de navegación había realizado y descubrir todo lo que había ocurrido": Felipe II.

Portada de 'Francis Drake. El corsario que desafió a un imperio'. Crítica

Tras revisar todos los informes, relaciones y actas de aquellos años, el Consejo de Indias concluyó que "el corsario Francisco Draqs (sic) le llevó por la fuerza" y que no era culpable. "Al final Felipe reconoció la inocencia de Nuno y los problemas que había tenido que sufrir en aquellos años, por lo que dispuso que, en lugar de mantenerlo preso, se lo liberara y se le prestara asistencia", relata Salomoni. Lo que ocurrió a continuación con el marino luso es difuso: parece que regresó a Oporto en búsqueda de su familia, pero algunas hipótesis, que suenan bastante descabelladas, apuntan que pudo establecerse en Plymouth junto al propio Drake.

El corsario logró regresar a Inglaterra tras una odisea de varios meses. Su objetivo al principio consistía en alcanzar los 76 grados de latitud norte para encontrar el estrecho de Anián, el legendario paso noroeste del Atlántico al Pacífico, una altura que jamás había alcanzado ninguna nave europea. Sin embargo, solo llegaría hasta la zona de la actual San Francisco, tierra que reclamó para su reina con el nombre de "Nueva Albión", desde donde partiría hacia el oeste, siguiendo una ruta similar a la de Elcano. Por cierto, también se dice falsamente que Drake descubrió un paso que separa el sur de América y la Antártida que lleva su nombre, cuando en realidad lo surcaron por  primera vez en enero de 1616 barcos holandeses. 

Aunque a su regreso a Londres el pirata se enteró de que había caído en desgracia ante la reina por sus crímenes —entre ellos, decapitar a uno de sus capitanes—, lo sustancioso del botín acumulado limó cualquier aspereza. De hecho, el presidente del Consejo de Indias informó a Felipe II que el oro y la plata perdidas "es cosa de grandísima lástima y muy digna de gran cosideración". Drake se convirtió en un hombre rico y en uno de los principales colaboradores de Isabel I, quien lo nombró caballero el 4 de abril de 1581 en una ceremonia celebrada a bordo de la Golden Hind, atracada en la margen sur del Támesis. Pero su rivalidad con la Monarquía Hispánica estaba lejos de acabar.