Este inadvertido enclave histórico dista siete kilómetros del municipio jiennense de Quesada, cerca de la vertiente oriental de la Sierra de Cazorla en el cortijo "Plaza de Armas". Los investigadores han constatado poblamiento humano desde época ibérica gracias al desenterramiento de una necrópolis tardía, verificando el abandono ulterior en torno al siglo IV d.C. El topónimo "Bruñel" procede del mozárabe y puede traducirse como "balneario".
La villa romana de Bruñel había sido proyectada como mansión señorial, modificando la funcionalidad y morfología tardíamente al transformarse en unidad de explotación agropecuaria. Los restos de origen romano evidencian una excelente conservación y comenzaron a ser analizados a partir de 1965. Esta zona de especial protección arqueológica se extiende por 24,18 hectáreas y los sucesivos sondeos han podido detectar nuevas huellas de actividad antrópica.
El historiador y arqueólogo de la Universidad de Granada Julio Ramos Noguera plantea la posibilidad de que Bruñel mantuviera cierto grado de dependencia económica y administrativa con las antiguas ciudades de Tugia (Toya), Cástulo (Linares), Acci (Guadix) y Bastí (Baza). Asegura que "la villa de Bruñel se encontraba integrada en la red de calzadas romanas y que participaba de esa comunicación cultural y comercial con el mundo puramente urbano".
El área se articula en tres amplios espacios asociados a distintas etapas evolutivas. La fase inicial podría datarse en el siglo II d.C., enraizada en el sector más occidental del yacimiento. Preside un edificio de planta cruciforme irregular al que se asocian cuatro contrafuertes. En su interior han aparecido rastros de estucos con decoración de grandes espejos bermellones, azul oscuro o verde separados entre sí por bandas renegridas y columnas junto a ánforas, dolia (tinajas) y tégulas (tejas).
Cerca de este paraje, se ha documentado una construcción rectangular parecida a una hipotética cisterna por su revestimiento en cal y una estructura edilicia semicircular con gran patio o corral. Los muros son muy consistentes levantados con opus caementicium y restos de encofrado.
Los deslumbrantes mosaicos
El segundo sector encapsula la fastuosa villa residencial. De alto interés para el viajero es su refinado atrio con impluvium y el peristilo o patio de columnas que engrana y articula alrededor variadas estancias. La datación aproximada de este conjunto constructivo oscila entre el siglo III d.C. y comienzos del IV d.C. Está profusamente decorada con pavimentos recubiertos de mosaicos polícromos y con la aparición de paredes estucadas.
Proliferan composiciones geométricas con bandas de esvásticas, de trenzas enmarcadas de diferentes cabos y medallones que encierran figuras humanas. Resaltan aquellos ubicados en los cubicula o dormitorios del flanco este del peristilo, que muestran coloridas aves en los vértices y otros elementos figurativos como una cabeza humana. Entre estas composiciones brilla con luz radiante una de las escasas y probables representaciones de la nereida Thetis, personificación de las aguas del mundo y esposa de Océano. Emerge con los hombros desnudos. De su cabeza brotan patas de cangrejo y el cuello está contorneado por una serpiente.
En el atrio del ángulo noroeste del edificio, el enlosado está enlucido de cintas entorchadas en forma de estera de tres colores, al parecer fechadas en el Bajo Imperio. Otros muestran círculos que se cortan, formando una tupida alfombra de flores. La habitación sajada por el muro del aula luce elegantes octógonos, separados con formas femeninas, animalísticas y florales. La elegancia de esta agrupación musivaria ha sido resaltada por especialistas en Historia del Arte, catalogándola como una de las más meritorias y bellas de la Bética romana.
Su remodelación funcional
La tercera fase constructiva parece que se remonta al siglo IV d.C. Coincide con una sustancial modificación del uso de la villa, asociada al aprovechamiento rural, por lo que parece desvanecerse el carácter señorial de antaño. Se levanta un monumental complejo constructivo con secciones diferenciadas: una singular aula con ábsides contrapuestos; un holgado patio contiguo flanqueado por distintas estancias, quizás almacenes; y una modesta área residencial provista de un peristilo con estancias adyacentes.
En principio se barajó la hipótesis de que este complejo biabsidal pudo haber sido una basílica paleocristiana. El profesor Ramos Noguera discrepa de esta interpretación por la carencia no sólo de piezas de culto (aras o altares, canceles o pila bautismal), sino también de enterramientos y sepulturas en el interior del recinto o en su perímetro circundante. Aunque los arqueólogos han exhumado cencerros y aperos de labranza en su interior, "no creemos que constituyan un argumento determinante para deducir la funcionalidad original del edificio", sentencia Ramos Noguera.
Y concluye: "Verdaderamente, no podemos negar la gran dificultad que supone entender cómo un espacio arquitectónico tan elaborado a nivel estructural pudiese ser dedicado únicamente a espacio de almacenaje o lugar de estancia para el ganado". Por ello, se han propuesto varios usos como aula de recepción, almacén o quizá espacio de conexión entre dos edificios.
En cualquiera de estos casos, la mistérica Bruñel sigue esperando a que los arqueólogos desentrañen los fascinadores secretos que todavía atesora.