Un Hitler demacrado, vestido con una bata que resalta su chepa, observa con nostalgia su momento de mayor gloria: un cuadro que lo retrata triunfante, arrollador, tras derrotar a Francia en junio de 1940. Otro Hitler desesperado busca más comandantes en su baúl "mágico" tras haber ascendido a mariscal al general Paulus y haberle prohibido rendirse en Stalingrado. Un nuevo Hitler, esta vez convertido en espantapájaros, es agitado por los jerarcas nazis Goebbels y Himmler como un grito de movilización contra los mensajes derrotistas. Un último Hitler todavía más enfermizo, sentado en una silla de ruedas y cubierto por una manta, escucha un absurdo discurso del líder de las SS: "(...) cualquiera que levante la espada contra Alemania será exterminado sin piedad".
Todas estas imágenes que aparecieron en periódicos y revistas de todo el mundo representan al führer como un ninot, un muñeco al que ridiculizar y reírse de su poder. Son obra de un desconocido artista catalán y republicano llamado Mario Armengol, que entre 1941 y 1945 trabajó como caricaturista del Ministerio de Información británico. Sus habilidades de soldado se habían demostrado esquivas, pero puso su arte y su mordaz ingenio al servicio de los enemigos del nazismo. Con un lápiz y un pincel, el único artista plástico español que trabajó masivamente para la propaganda de los Aliados creía que así "golpearía mejor a los malos de aquel momento", como confesó años más tarde.
La desconocida y olvidada historia de Armengol se recupera ahora la exposición Tinta contra Hitler, inaugurada este jueves en el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad y en la que se exhiben 150 dibujos originales de los 200 que se conservan del artista. Una muestra entre el arte y la historia que recorre la biografía del protagonista y que aborda una inquietante pregunta, muy pertinente también para el convulso mundo actual: dónde está el límite del humor ante una guerra terrible con decenas de miles de muertos.
Armengol, nacido en Sant Joan de les Abadesses en 1909, bañó las hojas de sus creaciones artísticas con un humor catalán muy particular que carecía de filtros. A pesar de que desde el Ministerio de Información se le indicaba el tema y hacia dónde debía dirigir la ironía —él hacía un borrador y, tras ser aprobado, remitía el cartoon definitivo para ser difundido—, no dudaba en adentrarse en terreno pantanoso. Sus viñetas eran violentas, directas, modernas y políticamente incorrectas. No hubo muchos como él. Deshumanizaba a los soldados alemanes y japoneses convirtiéndolos en simios, o se mofaba de las tropas de la Wehrmacht equiparándolas a carne picada para hacer salchichas.
"Su originalidad residió en su capacidad de mimetizarse en varios estilos y su calidad: como artista es mejor que los caricaturistas, como David Lowe, que han pasado a la historia de la II Guerra Mundial como referentes porque tiene más calidad técnica", explica a este periódico Arnau González i Vilalta, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y comisario de la muestra. "No parece la exposición de un solo dibujante, sino de diez diferentes", añade Plàcid Garcia-Planas, cronista de guerra y el otro comisario.
Guerra Civil
Mario Armengol Torrella no tenía vocación para la industrial textil, como esperaba su padre. Era un artista innato que ya de adolescente colaboraba con ilustraciones en revistas culturales locales, que se empapó de la bohemia en París y empezó a mostrar su obra en algunas exposiciones colectivas en Terrassa. Tras el estallido de la Guerra Civil ganó un concurso de carteles antifascistas, pero en 1937 decidió cruzar solo y a pie la frontera y se presentó ante las autoridades francesas como "desertor del Ejército republicano". Probablemente estaba cansado de la división y los enfrentamientos que imperaban entre los diferentes partidos y sindicatos catalanes.
Al acabarse el apoyo que su padre le enviaba desde México, donde se había exiliado, el 23 de noviembre de 1938 se alistó en la Legión Extranjera francesa. Su nombre de guerra —y el que acabaría adoptando como ciudadano británico —fue Mario Hubert Armengol. Pasó del Vic catalán republicano al Sáhara colonial —sin demasiadas aptitudes bélicas, lo pusieron a diseñar mapas del desierto—, de ahí al Ártico —combatió en la campaña de Narvik, el breve y desesperado intento de los Aliados por frenar a los nazis en Noruega— y acabó en la Inglaterra del Blitz, en Liverpool.
Antes de caricaturizar a Hitler, Armengol se satirizó a sí mismo en una serie acuarelas en blanco y negro y en color que tituló De Vic a Narvik y en la que narraba esa odisea de tres años mediante un personaje inventado, su alter ego Pau Pruna del Masnou. Entre 1941 y 1943 se asentó en el pequeño pueblo agrícola de Laneham, cerca de Retford, en Nottinghamshire, donde produjo la mayoría de sus dibujos e ilustraciones de tiempos de guerra, unos 2.000, que envió diariamente a Londres por correo ferroviario.
"Armengol es un misterio: antes de llegar a Londres y trabajar para Churchill no conocemos nada de trabajo en caricatura. Luego hay una explosión brutal de creatividad con un estilo muy versátil y en 1945 lo esconde todo y no vuelve a hacer nada de cartoon salvo dos dibujos de consumo interno sobre Margaret Thatcher", revela Garcia-Planas. "Ha quedado olvidado porque no quiso seguir con esta profesión tras la contienda y porque a finales de los 70, cuando se empezaron a publicar libros que recogían las mejores aportaciones de la II Guerra Mundial en formato cartoon, no mostró los dibujos que conservaba", añade González i Vilalta.
El artista catalán se centró en los años de posguerra en el diseño industrial, hizo carteles promocionales de los pueblos costeros ingleses y en pintar y moldear esculturas. Su creación con mayor repercusión fue el conjunto escultórico Brotherhood of Mankind, hecho para el Pabellón británico de la Exposición Internacional de 1967 y que simbolizaba la armonía universal y la paz.
Otros temas
Las caricaturas de Armengol, que se publicaron en periódicos y revistas de países que integraban el Imperio británico y de Latinoamérica, tienen a Hitler como diana principal de sus sátiras. Pero también se recreó convirtiendo a la esvástica en la cruz de la derrota, se burló de los planes bélicos y las ofensivas nazis como si hubiesen sido ingeniadas por estrategas infantiles y utilizó referencias culturales para ridiculizar al Tercer Reich, desde el Sueño de una noche de verano de Shakespeare ambientado en el gélido invierno ruso a las campanas de Hemingway, pasando por Disney: en uno de los dibujos el führer es el aprendiz de hechicero (Mickey Mouse en Fantasía) que hipnotiza al pueblo alemán (las escobas) y lo lleva al desastre.
La mayoría de las composiciones están realizadas en hojas de papel de arte Whatman gruesas de gran tamaño donde ejecutó los dibujos con pincel, tinta y lápiz litográfico. "Venir a Valencia a ver esta exposición es un tener un privilegio que nadie en la época en que se hicieron los dibujos tuvo: verlos a un tamaño inmensamente más grande que como fueron publicados", destaca Arnau González. La mayoría de originales exhibidos proceden de dos libritos que Armengol publicó durante la contienda, otro hecho excepcional, en los que recopiló sus mejores cartoons contra el enemigo dibujados hasta entonces.
"Esta exposición permite, en un momento donde el cómic está irrumpiendo en todas las facetas de la literatura, ver que la II Guerra Mundial se explicó a través de los dibujos de una manera activa", añade el comisario. Y cierra su colega: "Esta muestra es un gran cómic sobre la guerra: todos los ítems, personajes, batallas, frentes, etcétera, están ahí".