Los romanos dejaron un legado impresionante de avances tecnológicos y culturales, muchos de los cuales siguen siendo fundamentales en la vida moderna. Sus inventos y desarrollos abarcaron una amplia gama de campos, desde la ingeniería hasta la arquitectura, el derecho y la organización urbana.

Entre estos inventos se encuentran los acueductos y sistemas de aguas, las calzadas y redes de carreteras, el hormigón, el Derecho, los baños públicos, el calendario juliano...

Son muchos los ejemplos de estos inventos del Imperio romano que todavía usamos en la actualidad. Entre ellos, los pasos de cebra, que se encontraban en muchas de las antiguas ciudades romanas y que estaban construidos con losas de piedra cortadas de forma rectangular y colocadas perpendicularmente al tráfico.

Los pasos de cebra, tal como los conocemos hoy, son una forma moderna de garantizar la seguridad de los peatones al cruzar las calles. Sin embargo, el concepto básico de permitir a las personas cruzar vías de manera segura tiene una historia que se remonta a tiempos antiguos. Los romanos desarrollaron su propia versión rudimentaria de lo que podríamos considerar un precursor de los pasos de cebra modernos.

Cabe destacar que los pasos de cebra actuales están marcados generalmente con líneas blancas paralelas sobre el asfalto y fueron diseñados para indicar a los vehículos dónde deben detenerse para permitir que los peatones crucen. Este sistema comenzó a popularizarse en el siglo XX como parte de los esfuerzos por mejorar la seguridad vial, y su introducción en las ciudades se debió al aumento del tráfico de vehículos.

Sin embargo, en muchas ciudades romanas, especialmente en lugares concurridos como mercados o foros, los romanos tenían que resolver el problema del cruce de las calles pavimentadas por donde pasaban carros, caballos y otros tipos de transporte.

En este sentido, para facilitar el cruce peatonal, los romanos diseñaron un sistema de "pasos elevados" en las calles que permitía a las personas cruzar sin tener que pisar la calzada, a menudo mojada o embarrada.

En las principales calles de ciudades romanas como Pompeya y Herculano, se colocaban grandes bloques de piedra o losas elevadas a intervalos regulares, formando una especie de paso de piedra sobre la calle.

Estos bloques estaban a la altura del nivel de la acera, lo que permitía a los peatones cruzar sin mojarse los pies en caso de lluvia o sin tener que pisar los excrementos de los animales, que eran comunes en las calles.

Pasos de cebra en Pompeya.

Las piedras no bloqueaban completamente el tráfico de carros o caballos, ya que se dejaban espacios entre los bloques lo suficientemente amplios como para que las ruedas de los carros pasaran a través de ellos.

Así, el tráfico rodado no se interrumpía y los peatones podían cruzar de forma segura y sin obstáculos. Además, los carros y animales debían ajustarse a estos surcos, lo que daba prioridad a los peatones.

Paso de cebra romano.

Además de ser útiles para cruzar la calle, las piedras elevadas ayudaban en el sistema de saneamiento, ya que facilitaban el drenaje de las aguas de lluvia y evitaban que los peatones caminaran por las zonas mojadas o sucias.

Estas piedras que actuaban como "paso de cebra" se colocaban en puntos estratégicos, especialmente en áreas concurridas o donde las calles eran más anchas. De esta manera, facilitaban el cruce seguro en las zonas con más tránsito, una preocupación constante en ciudades bulliciosas como Roma, Pompeya o Cartago.

Aunque el concepto de pasos de cebra modernos difiere en cuanto a forma y material, el principio subyacente es muy similar: proteger a los peatones y permitirles cruzar las calles de manera segura, priorizando a los caminantes en ciertos puntos de la vía. En este sentido, los romanos fueron visionarios en su manera de organizar el espacio urbano, gestionando tanto el tráfico peatonal como el rodado de forma eficiente.

En consecuencia, los romanos, con su avanzada planificación urbana, fueron pioneros en la creación de un sistema seguro para cruzar calles congestionadas, prefigurando el concepto de paso de cebra moderno.

Una calle de Pompeya.

Aunque hoy las líneas blancas pintadas en el asfalto son una solución más adecuada para nuestras ciudades contemporáneas, estos pasos de cebra de piedra de los romanos nos recuerdan que en la Antigüedad ya existía la preocupación por la seguridad peatonal y que los romanos, con su inteligencia, supieron dar soluciones arquitectónicas y urbanas a esta cuestión.