Los emperadores de la dinastía de los Flavios —Vespasiano, Tito y Domiciano— llevaron a cabo una profunda renovación del centro de Roma. Además del Coliseo, a finales del siglo I d.C. se construyó un nuevo palacio en el Palatino, el lugar en el que el fundador Rómulo había establecido el primer asentamiento en la zona, que se convertiría en la residencia emblemática de los césares durante el resto de la historia de Roma. "No hay nada más espléndido en todo el mundo", sentenció uno de los autores clásicos.
El palacio imperial del Palatino, que daba al Foro, era donde se celebraban los fastuosos banquetes de los emperadores y donde recibían a algunos ciudadanos, pero también un lugar peligroso en el que algunos de ellos encontraron la muerte: el propio Domiciano, en 96 a.C., murió en su habitación privada (cubiculum) apuñalado por miembros de su personal. El edificio experimentó a lo largo de los siglos mejoras, ampliaciones, reconstrucciones y reparaciones, algunas obligadas por las llamas, como ocurrió con un devastador incendio en 192 a.C.
Uno de los espacios más singulares de la residencia imperial de los que han sobrevivido vestigios hasta la actualidad es el paedogogium, una escuela de formación de esclavos —aunque existen otras hipótesis menos verosímiles sobre su función, como una prisión, un hospital, unos barracones o el departamento de guardarropía del palacio. Dicha zona consta de una serie de salas dispuestas en torno a un patio y con vistas al Circo Máximo, pero lo sorprendente es que el yeso de las paredes está inscrito con más de 350 grafitis que han sido datados desde finales del siglo I d.C. en adelante.
En concreto, hay una incisión que llama la atención por encima del resto: un dibujo que parodia una escena de la crucifixión de Jesús. "Esto no debe sorprendernos, pues el propio san Pablo afirmaba que la casa del emperador era un semillero de cristianos", explica la clasicista Mary Beard en su obra Emperador de Roma (Crítica). El chiste, descubierto durante unos trabajos arqueológicos en 1856, está escrito en un griego rudimentario y tosco y empieza con el nombre de la persona a quien iba dirigida la burla, un tal Alexamenos, para proseguir con "venera a tu dios" o "venera a su dios".
En el dibujo aparece también una figura humana con cabeza de asno clavada a una cruz y, debajo, un hombre rezando. Presumiblemente se trataba de una parodia para mofarse de un esclavo cristiano, ya que en en el Imperio romano los no cristianos llamaban a Jesús "cabeza de asno". La imagen ha sido datada a finales del siglo II d.C. por lo está considerada como la primera representación de la crucifixión que se ha conservado en todo el mundo.
"Si consideramos que muchas de las costosas decoraciones de palacio han desaparecido casi sin dejar rastro, vemos una cierta ironía en el hecho de que uno de los más sorprendentes vestigios conservados sea un tosco grafiti garabateado sin duda por un esclavo", escribe Beard, una de las mayores expertas en la Antigua Roma. "Como también es irónico que este grafiti estuviera destinado a bromear sobre otro esclavo que era miembro de una secta minoritaria y radical a la que finalmente se unirían los propios emperadores".
Lo más llamativo del grafiti de Alexamenos es que la escena de la crucifixión raramente fue representada en el arte cristiano antes del siglo VI. Hasta el siglo XI la figura de Cristo se escenificó erguida, con los ojos abiertos y en actitud serena. A partir de entonces y hasta finales de la Edad Media, el crucificado aparece muerto, con los ojos cerrados, la cabeza hacia la derecha y el cuerpo rígido. Otra diferencia es que en las primeras imágenes Jesús tenía cubiertas sus partes íntimas con un paño de pureza y fue evolucionando hasta aparecer con una túnica. Una escena con una enorme presencia en el imaginario colectivo occidental que hunde sus raíces en la residencia de los emperadores romanos.