La doctrina de la Trinidad, la creencia de que en Dios hay tres personas, es el dogma central del cristianismo. Resulta realmente llamativo que en la Biblia solo se encuentren dos referencias a este concepto, en concreto en el Nuevo Testamento. La primera aparece en el Evangelio de Mateo, donde Jesús resucitado dice: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". La otra, en el Evangelio de Juan, apunta: "Pues tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo".

El problema es que la mayoría de los expertos sospecha que ambos pasajes son adiciones tardías: ni la referencia en Mateo ni la llamada "coma joánica" aparecen en las versiones más remotas de los textos, sino que fueron incrustados por escribas mucho posteriores. De hecho, en una de las epístolas de san Pablo a los Corintios, escritas probablemente no mucho después de la muerte de Jesús, hacia 40-50 d.C., se le presenta con claridad como subordinado a Dios Padre en términos que en los siglos siguientes serían considerados heréticos: "Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo".

Esta es solo una de las sorprendentes revelaciones —y no en sentido divino— que se contabilizan en Historia de la Biblia (Ático de los Libros), una colosal obra de John Barton, teólogo y catedrático de Interpretación de las Sagradas Escrituras en la Universidad de Oxford, en la que, como aventura su título, firma una erudita investigación sobre los orígenes, el desarrollo, la difusión y la repercusión del libro central de la civilización occidental.

La biblia hebraica más completa y antigua. Reuters

Una de sus premisas centrales es derribar la imagen que sobrevuela sobre la Biblia como un "monolito sagrado entre dos tapas de cuero negro". Es decir, incide en que no existe ninguna variedad del cristianismo o del judaísmo que se corresponda punto por punto con el contenido del libro —ambas religiones se sustentan en sus prácticas y tradiciones—, que es en realidad resultado de una vasta y azarosa evolución en la que se superponen instrucciones contradictorias o errores decisivos de traducción.

El ensayo de Barton es abrumador tanto en forma como en el fondo. Se remonta a los siglos IX-VIII a.C, cuando se compusieron las primeras escrituras judías, y empieza a radiografiar el contenido de la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento). Recoge los orígenes de los estudios críticos a partir de las ideas de Spinoza y las ciencias naturales; y hasta dedica un fascinante capítulo entero a la odisea de las traducciones bíblicas desde que se plasmó en griego en el siglo III-II a.C. hasta la actualidad.

El origen del canon

Hacia finales del siglo I a.C., los libros que hoy conforman la Biblia hebrea —la literatura acumulada del antiguo Israel— gozaban de un estatus oficial para los judíos que los cristianos daban por sentados. Sin embargo, el Nuevo Testamento no arrancó su andadura como una colección de escritos sagrados, sino de literatura ocasional de gran importancia, como las cartas de Pablo o los Evangelios —escritos unas décadas después, aunque el de Juan es probablemente más tardío, del siglo II d.C., y que, de nuevo, presenta a un Jesús que habla de su condición como hijo de Dios—.

Según las versiones tradicionales, el Nuevo Testamento no se convirtió en Sagrada Escritura hasta el siglo IV, cuando así se decidió en una serie de concilios eclesiásticos en los que se excluyó del canon un importante corpus de obras que las autoridades eclesiásticas consideraban heréticas. John Barton, en uno de los enfoques más novedosos que arroja su ensayo, propone que esa aceptación es mucho anterior a cualquier dictamen formal: la mayoría de libros que llegaron a integrar el Nuevo Testamento ya se consideraban textos escriturales en época de Orígenes de Alejandría, el mayor erudito y maestro del cristianismo primitivo, muerto hacia mediado el siglo II.

Portada de 'Historia de la Biblia'. Ático de los Libros

¿Tiene la Biblia un tema o significado global? A este arduo interrogante dedica otro capítulo entero el experto bíblico y sacerdote anglicano. La interpretación judía considera el texto como un relato de orientación providencial, mientras que la lectura cristiana se centra en la desobediencia inicial (Adán) y las profecías que anticipan la llegada de un salvador (Jesucristo). Es decir, un relato sobre la historia de Israel contra otro de redención universal

Encontrar un único tema para una obra tan larga no solo es una tarea difícil, sino un "ejercicio inútil" a juicio del investigador. "Como cualquier texto que perdura en el tiempo —concluye—, se ha leído a través de una sucesión de lentes heterogéneas a lo largo de generaciones. Esto es algo de lo que, quizá, solo nos hemos dado cuenta en la época contemporánea, cuando hemos logrado separar el texto original de las capas interpretativas que lo cubrían (o, al menos, eso creemos)". Para conocer todos los misterios de la Biblia, no hay mejor inmersión que este ensayo.