El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón arribó a un lugar al que no había planeado llegar. Su afortunado infortunio dio origen a una serie de eventos que culminó con la reorganización social, económica, biológica y política del mundo. El reciente documental Colón ADN. Su verdadero origen ha generado un interés y una controversia considerables al afirmar que revela la verdadera ascendencia de Cristóbal Colón a través del análisis del material genético almacenado en los supuestos restos óseos del almirante. Si bien la película se presenta como una exploración innovadora de la herencia de Colón, es esencial examinar la validez científica de sus afirmaciones, en particular en lo que respecta a la asignación de identidades culturales o religiosas basadas únicamente en datos genéticos.
Una de las afirmaciones centrales del documental es que Colón era de ascendencia judía según los marcadores genéticos identificados en sus restos y en los de su hijo, Hernando Colón. Sin embargo, es fundamental entender que, si bien el ADN puede proporcionar información sobre la ascendencia, no puede asignar de manera definitiva identidades culturales o religiosas. Los marcadores genéticos asociados con la ascendencia judía no necesariamente indican adhesión a la cultura o religión judía. Muchas personas pueden tener variantes genéticas presentes en poblaciones judías sin identificarse como judíos o practicar el judaísmo.
La afirmación de los autores de que Colón era un judío sefardí simplifica una narrativa histórica compleja. La población judía en España durante la época medieval era diversa y comprendía individuos con diversas prácticas culturales y religiosas. Por lo tanto, atribuir la identidad de Colón únicamente a su composición genética descuida el contexto sociocultural más amplio en el que vivió. Como han señalado varios académicos, la identidad es multifacética y abarca creencias personales, prácticas culturales y afiliaciones sociales que no pueden reducirse únicamente a datos genéticos. Incluso en situaciones que involucran individuos contemporáneos y poblaciones actuales, es imposible adscribir una identidad nacional, religiosa, o cultural a una persona basados únicamente en su material genético.
La parte del documental que trata sobre las relaciones de parentesco biológico de los Colón se basa en gran medida en marcadores uniparentales (en concreto, el cromosoma Y paterno) para rastrear el linaje de Cristóbal Colón. Si bien estos marcadores pueden revelar información sobre la ascendencia materna o paterna directa, proporcionan una imagen incompleta de la herencia genética de un individuo.
El análisis del cromosoma Y por sí solo nos habla del linaje paterno, pero no tiene en cuenta las contribuciones de los antepasados maternos ni el árbol genealógico más amplio. Como tal, puede pasar por alto aspectos significativos de la ascendencia de un individuo. De manera similar, el ADN mitocondrial solo revela el linaje materno. Asimismo, el análisis supuestamente involucró muestras de ADN "muy dañadas" de Colón, provenientes de diversos fragmentos óseos, lo que plantea dudas sobre la solidez de las conclusiones extraídas de datos tan limitados en resolución. Sin material genético completo, cualquier afirmación sobre la ascendencia se vuelve, en el mejor de los casos, tenue.
"Existe el riesgo de que estos hallazgos se puedan utilizar indebidamente para promover narrativas ideológicas particulares que tergiversan la historia y fomentan los discursos nacionalistas y/o supremacistas"
La identificación de los restos analizados como pertenecientes a Colón ha sido debatida entre historiadores y arqueólogos durante años. Establecer un vínculo directo entre estos restos y Colón agrega otra capa de incertidumbre a los hallazgos presentados en el documental. Estos trabajos no se complementan con otras pruebas, como el análisis de carbono 14 o isótopos estables, que habrían ayudado a la identificación de los restos, en especial el origen geográfico. Además, es importante subrayar que, incluso en los estudios de ancestría con muestras actuales, lo que se revela es una afinidad genética, no una pertenencia absoluta.
Por lo tanto, identificar de manera rotunda el origen geográfico (oeste mediterráneo según el documental) y la pertenencia a un grupo religioso del que no existen estudios genéticos sobre individuos contemporáneos (en este caso, judíos sefardíes medievales) a través del ADN es simplemente imposible. Por otro lado, los controvertidos resultados sobre el supuesto hermano, identificado finalmente como un pariente lejano, carecen de solidez debido a la falta de una investigación multidisciplinaria adecuada y las limitaciones que parecen representar el ADN de los supuestos restos de Cristóbal Colón. Esta debería haber comenzado por establecer, con la mayor probabilidad, que esos eran realmente sus restos, especialmente considerando los avatares que, según el documental, sufrieron los huesos de Diego Colón.
Las implicaciones de manipular al espectador al simular una dependencia del análisis genético para validar las narrativas históricas son profundas: al atribuir o reconstruir la identidad de Colón principalmente a través de hallazgos genéticos, se corre el riesgo de simplificar en exceso un rico tapiz de experiencia humana que abarca mucho más que la herencia biológica. Estas narrativas pueden llevar a representaciones erróneas de figuras históricas como Colón, que desempeñó papeles complejos en la configuración de la historia, papeles que no se pueden entender adecuadamente a través de la genética únicamente, y menos cuando se le empalman con características socioculturales como filiación religiosa. También existe el riesgo de que estos hallazgos se puedan utilizar indebidamente para promover narrativas ideológicas particulares que tergiversan la historia y fomentan los discursos nacionalistas y/o supremacistas.
Si bien Colón ADN. Su verdadero origen presenta una narrativa atractiva sobre la ascendencia de Cristóbal Colón a través de la investigación científica, en última instancia se queda corta en su rigor científico y profundidad del contexto histórico. Para comprender plenamente a personajes históricos como Colón, debemos adoptar un enfoque multidisciplinar que permita con varias técnicas incrementar la probabilidad de identificación y fortalezca las conclusiones, pero sobre todo multifacético que tenga en cuenta no sólo la genética, sino también las ricas complejidades de la identidad humana, moldeada por la cultura, la historia y la experiencia personal.
Sólo así podremos apreciar el intrincado tapiz de nuestro pasado compartido sin reducirlo a un mero determinismo biológico. Tal vez los autores del documental, como Cristóbal Colón, llegaron por una desventura a un destino no deseado. Esto no implica que no se pueda sacar nada positivo de su experiencia. A pesar de todo, es fundamental que los autores publiquen sus trabajos en revistas especializadas para que, finalmente, se pueda llevar a cabo una revisión detallada y rigurosa de sus resultados.
Rodrigo Barquera es investigador postdoctoral en arqueogenética en el Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology (MPI-EVA) (Leipzig, Alemania).
Patxi Pérez Ramallo es investigador postdoctoral en osteología, isótopos estables y dataciones por radiocarbono en la Norwegian University of Science and Technology (NTNU) (Trondheim, Noruega) y el Max Planck Insitute of Geoanthropology (Jena, Alemania).
Víctor Acuña Alonzo es profesor y director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) (Ciudad de México, México)