A pesar del duro clima estacional, la limitada capacidad para establecer zonas de cultivo y el escarpado paisaje, los antiguos habitantes de las montañas de Uzbekistán desarrollaron entre los siglos VI y XI una intrincada constelación urbana a más de 2.000 metros de altitud. Si bien su ubicación suponía un auténtico desafío, estas ciudades contaban con fortificaciones, plazas, caminos, lugares de reunión y espacios habitacionales. Nada que envidiar de los asentamientos que se ubicaban en los valles o en zonas más llanas. Dos de ellas, llamadas Tugunbulak y Tashbulak, acaban de ser descubiertas gracias a métodos de teledetección aérea tras un milenio en el olvido.
Las dos ciudades se encuentran entre las más grandes hasta ahora documentadas en las zonas montañosas por las que discurría la famosa Ruta de la Seda, la vasta red de antiguas rutas comerciales que conectaban Europa y Asia oriental. Según los investigadores, que han dado a conocer los resultados de su estudio en un artículo publicado este miércoles en la revista Nature, estos hallazgos obligan a un replanteamiento del papel de las comunidades periféricas en la configuración del comercio y las interacciones políticas a lo largo de la Ruta de la Seda.
Tugunbulak y Tashbulak, cuya extensión ha sido documentada de forma detallada gracias al uso del LiDAR de última generación y a las imágenes obtenidas con drones, se localizan a una altitud de entre 2.000 y 2.200 metros sobre el nivel del mar, casi como la ciudadela inca de Machu Picchu. Se trata de dos ejemplos inusuales de urbanismo de montaña próspero y las dataciones radiométricas en uno de los sectores del primero de los yacimientos establecen una ocupación de entre mediados del siglo VI y finales del X.
A lo largo de unas 120 hectáreas, Tugunbulak muestra evidencias de más de 300 estructuras únicas que varían en tamaño: entre 30 y 4.300 metros cuadrados. Los investigadores han identificado torres de vigilancia conectadas con largos tramos de muralla que se extendía sobre una cresta rocosa, evidencias de aterrazamientos o una fortaleza central rodeada de muros hechos de piedra y adobe. "Era una de las ciudades regionales más grandes de su tiempo", destaca Michael Frachetti, profesor de Arqueología en la Universidad Washington en San Luis (Estados Unidos) y uno de los codirectores del equipo de investigación.
"Este sitio tenía una estructura urbana elaborada con una cultura material específica que variaba mucho de la sedentaria de las tierras bajas", añade Farhod Maksudov, director del Centro Nacional de Arqueología de Uzbekistán y otro de los responsables de los trabajos científicos. "Está claro que las personas que habitaron Tugunbulak hace más de mil años eran pastores nómadas que mantenían sus propia cultura e independencia economía y política".
Tashbulak era más pequeña —ocupa entre 12 y 15 hectáreas—, pero también seguía una planificación evidente e incluía una ciudadela central elevada y protegida por un sistema defensivo. Se han documentado al menos 98 espacios habitacionales que son similares a los de la otra ciudad, a una distancia de cinco kilómetros. La hipótesis de los investigadores es que ambos asentamientos fueron construidos para explotar el terreno montañoso circundante con fines defensivos, así como los abundantes minerales y pastos que se encuentran en la región.
"Habrían sido importantes centros urbanos en Asia central, especialmente a medida que se abandonaban los oasis de las tierras bajas y se adentraban en entornos más desafiantes de gran altitud", valora Frachetti. "Si bien se las suele considerar barreras para el comercio y el movimiento de la Ruta de la Seda, en realidad las montañas albergaban importantes centros de interacción. Los animales, los minerales y otros recursos preciosos probablemente impulsaron su prosperidad".
La tecnología LiDAR se utiliza habitualmente para cartografiar paisajes arqueológicos cubiertos por una vegetación densa, pero tiene un valor adicional donde la presencia de plantas y árboles es escasa, como en las montañas de Uzbekistán. Los escaneos a centímetros del suelo, combinados con 17 vuelos de drones y convertidos en modelos 3D, han proporcionado una visión sin precedente de la arquitectura y organización de ambas ciudades. "Estas son algunas de las imágenes LiDAR de yacimientos de mayor resolución jamás publicadas", presume Frachetti.
Aunque ambas ciudades deben ser inspeccionadas arqueológicamente de forma más minuciosa, ya se han realizado algunas excavaciones preliminares. En Tugunbulak, por ejemplo, un edificio interpretado como una fortaleza al estar protegido por muros de tres metros de espesor, podría haber sido una fábrica donde los herreros locales convertían en acero los ricos depósitos de hierro extraído de la zona. Esta industria, según los investigadores, podría haber sido uno de los motores económicos del asentamiento.
Michael Frachetti defiende la idea de que Tugunbulak y Tashbulak no fueron simples puestos avanzados o de áreas de descanso: "El punto final de la Ruta de la Seda no solo era China y Occidente. En Asia central participaban importantes fuerzas políticas. El complejo núcleo de esta red comercia fue también un motor de innovación". Y subraya la utilidad de este tipo de tecnologías para seguir buscando más asentamientos a gran altitud: "Podríamos cambiar el mapa del desarrollo urbano del Asia medieval".