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La Saga de Sverre es una de las fuentes que más información proporcionan sobre la Noruega del siglo XII, un periodo de inestabilidad política marcado por duraderos conflictos y largas guerras civiles. Esta obra se centra en la figura y el reinado de Sverre Sigurdsson (1151-1202), una figura controvertida y enigmática, y describe su ambicioso ascenso al poder como heredero de Sigurd Munn, que había sido asesinado por su hermano. Fue elaborada en la misma época probablemente por algún religioso cercano al monarca. El texto es rico en nombres, lugares y eventos y único en sus detalladas descripciones de batallas, operaciones militares y discursos.

Un pasaje específico de la saga nórdica relata cómo en 1197 los partidarios de Sigurdsson, conocidos como los birkebeiner, que significa "piernas de abedul" porque a falta de calzado se enrollaban sus extremidades inferiores con tiras de corteza de abedul, fueron atacados en el castillo de Sverresborg, localizado a las afueras de la moderna ciudad noruega de Trondheim, en el centro del país. El ejército bagler, coordinado por los representantes de la Iglesia católica, entraron en la fortaleza a través de una puerta secreta mientras los residentes estaban cenando, y saquearon y asaltaron el complejo, quemando todas las casas que había en su interior para dejarlo inhabitable.

Según la Saga de Sverre, los bagler, antes de marcharse, arrojaron el cuerpo de un hombre muerto al único pozo de agua potable que se encontraba en el interior del castillo para contaminarlo y luego lo taparon con piedras. Unas excavaciones realizadas en 1938 en dicho hoyo identificaron un esqueleto incompleto; sin embargo, las herramientas y tecnologías científicas en aquel momento hacían imposible trazar una relación directa entre el hallazgo y el relato del texto nórdico medieval.

El esqueleto del "hombre del pozo" del castillo de Sverresborg. Åge Hojem NTNU Vitenskapsmuseet

Pero el "hombre del pozo" ha resultado ser el personaje mencionado en la saga, según una nueva investigación que ha recuperado más partes del cuerpo en el sitio. Los análisis osteológicos han revelado que los restos pertenecen a un varón de entre 30 y 40 años en el momento de su muerte, probablemente provocada por un golpe con un objeto contundente en el cráneo. Las dataciones radiocarbónicas de los huesos muestran una antigüedad de unos 900 años, lo que que podría coincidir con el momento del ataque al castillo de Sverresborg.

"Es la primera vez que se descubre un individuo descrito en estos textos históricos", asegura Michael D. Martin, investigador de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología y coautor de un artículo publicado este viernes en la revista iScience en el que se presentan los resultados del estudio científico. "Se conservan muchos de estos restos antiguos y medievales por toda Europa y cada vez se están estudiando más utilizando métodos científicos".

Los investigadores han podido recuperar información genética de uno de los siete dientes descubiertos del "hombre del pozo" para arrojar luz sobre su aspecto y procedencia y corroborar algunos detalles de la saga. Según los resultados del ADN, el individuo probablemente tenía ojos azules, un tono de piel claro y el pelo rubio o castaño. Una de las revelaciones más interesantes es que los orígenes de sus antepasados se han localizado en el condado noruego más meridional, coincidente con la moderna provincia de Vest-Agder y la región de la que procedían los bagler. ¿Se trata por lo tanto de un muerto del ejército atacante al que le encargaron una última misión? Es una hipótesis posible.

Excavaciones en el pozo de la fortaleza. Instituto Noruego para la Investigación del Patrimonio Cultural

El exitoso trabajo abre una puerta a más estudios similares para identificar los restos de destacadas figuras históricas del pasado noruego. "Se cree que el importante santo Olaf está enterrado en algún lugar de la catedral de Trondheim, por lo que creo que si finalmente descubren sus huesos se podría hacer algún esfuerzo para describir cómo era físicamente y rastrear su ascendencia mediante secuenciación genética", expone Michael D. Martin.

"Es un resultado fantástico lo que este método [la combinación de historia y ciencia] puede aportar a la arqueología en un contexto tan extraño como este", valora por su parte Anna Petersén, arqueólogo del Instituto Noruego de Investigación en Patrimonio Cultural de Oslo y otra de las firmantes del estudio.