Las investigaciones realizadas en las últimas décadas en el antiguo territorio de las Tierras Bajas Mayas centrales, una región ubicada en la parte sur de la península de Yucatán y que abarca partes de la actual Guatemala, Belice y los estados mexicanos de Campeche y Quintana Roo, han permitido desvelar el complejo urbanismo y una administración centralizada desarrollados por la civilización prehispánica hace unos 2.000 años. Sin embargo, en esta zona todavía quedaban enormes sitios en blanco por ser estudiados con métodos arqueológicos, como Campeche.
Las herramientas de teledetección aérea han rellenado ahora este hueco, sacando a la luz una gran sorpresa: en un área de unos 130 kilómetros cuadrados se ocultan bajo la selva y la vegetación al menos 6.674 estructuras mayas desconocidas. Algunas de ellas, según Luke Auld-Thomas, investigador de la Universidad del Norte de Arizona (Estados Unidos), son los vestigios de una gran ciudad habitada hace alrededor de 1.500 años que contaba con icónicas pirámides de piedra como las de Chichén Itzá o Tikal.
"Nuestro análisis no solo ha revelado la imagen de una región que estaba repleta de asentamientos, sino también de mucha variabilidad", explica Auld-Thomas, autor principal de un artículo publicado este martes en la revista Antiquity junto a investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y las universidades de Tulane y Houston. "No solo encontramos áreas rurales y poblados más pequeños. También una gran ciudad con pirámides justo al lado de la única carretera de la zona, cerca de una localidad donde la gente ha estado cultivado entre las ruinas durante años. Ni el gobierno ni la comunidad científica conocían esto, y confirma que queda mucho por descubrir".
A la gran urbe desconocida le han dado el nombre de Valeriana en base a un lago cercano y se han documentado recintos monumentales que caracterizan a las "capitales políticas" mayas del periodo clásico (200-900 d.C.): pirámides, plazas cerradas conectadas por una amplia calzada, una cancha para el famoso juego de la pelota, un embalse y un Grupo E, un recinto ceremonial con una pirámide en su parte oeste y una plataforma alargada en el este. Más allá del centro se han identificado terrazas y casas que salpican el paisaje, lo que sugiere un denso urbanismo.
Estos hallazgos se han registrado gracias al estudio de imágenes obtenidas mediante LiDAR, una tecnología de detección y localización por láser costosa que está revolucionando el descubrimiento de sitios antiguos en todo el mundo. No se ha efectuado una prospección nueva, sino que se han revisado las imágenes obtenidas en 2013 por un equipo de científicos medioambientales que tenía el objetivo de medir y monitorizar el carbono en los bosques de México. Auld-Thomas dio de forma casual con estos datos y empezó a estudiarlos, revelando una densa y variada red de asentamientos mayas repartidos por toda la región.
Ahora todas estas hipótesis deben ser confirmadas in situ. "Se puede aprender mucho de un mapa, pero no cómo evolucionan las cosas a través del tiempo. A medida que mapeamos áreas más grandes necesitamos salir al campo y estudiar las estructuras individuales y los artefactos recuperados. Estar sobre el terreno y tener una idea de cuándo se construyeron y ocuparon los edificios nos ayuda a entender cómo esos asentamientos se fueron alterando con el tiempo", valora el investigador, que cree que todavía hay "mucho más por descubrir" en las Tierras Bajas Mayas.
"Teniendo en cuenta los desafíos ambientales y sociales que enfrentamos debido al rápido crecimiento demográfico, estudiar las ciudades antiguas sólo puede ayudar y ampliar nuestra visión de cómo puede ser la vida urbana", reflexiona Auld-Thomas. "Contar con una muestra más amplia de la carrera humana, un registro más extenso de los vestigios de las vidas de las personas, podría darnos la libertad de imaginar formas mejores y más sostenibles de ser urbanos ahora y en el futuro".