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Pocas historias generales sobre la II Guerra Mundial son capaces de presentar hoy en día lecturas novedosas sobre un conflicto investigado a fondo. Esa virtud parece exclusiva de estudios parciales sobre temas o episodios muy concretos. Por eso es realmente inesperado encontrarse con una obra que radiografía la contienda con la hipótesis de que fue una guerra imperial entre las potencias que aspiraban a ser imperios y las que veían amenazada esa condición.

En Sangre y ruinas (Tusquets), más de mil páginas de interpretaciones sorprendentes y un extraordinario dominio de las fuentes, Richard Overy, profesor de Historia en la Universidad de Exter, vierte cuatro décadas de conocimiento para reformular la cronología tradicional de 1939-1945 y ofrecer una relectura de la guerra desprendiéndose el enfoque eurocentrista. Un titánico trabajo para sacudir muchas de las cosas que creíamos seguras.

¿Qué es lo novedoso de esta obra?

Con este libro he querido situar la guerra en un contexto global más adecuado y enmarcarla de un modo diferente. La mayoría de estudios tratan en realidad del ascenso de Hitler, el tratado de Versalles, el deseo de venganza alemán, etc. Pero yo veo la II Guerra Mundial como el producto final de un largo periodo de imperialismo europeo, global. En las décadas de 1920 y 1930, sobre todo a raíz de la crisis económica, Alemania, Italia y Japón decidieron por separado que la única manera de resolver sus problemas era adquiriendo más territorio. El objetivo de la guerra en realidad fue detenerlos. También he analizado las consecuencias en ese contexto: el conflicto no solo acabó con el imperialismo alemán, italiano y japonés, sino con el de Gran Bretaña, Francia, Países Bajos o Bélgica.

Su principal tesis es que estamos ante la última guerra imperial. ¿La principal aspiración de las potencias del Eje era expandirse territorialmente?

Sí, por dos razones. Más territorio significaba más recursos, como el petróleo, que Japón buscaba en el sudeste asiático y Alemania en la Unión Soviética. Las fuerzas del Eje tenían planes para asentar campesinos y agricultores en Etiopía, Manchuria o Polonia y la URSS. Por otro lado, construir un imperio territorial les permitiría formar un bloque económico diferente al que prevalecía bajo el capitalismo liberal para protegerse de los efectos de la crisis mundial y competir de forma eficaz con británicos, franceses y estadounidenses.

"La II Guerra Mundial fue el producto final de un largo periodo de imperialismo europeo"

Las potencias del Eje provocaron 35 millones de muertes de forma directa o indirecta. ¿La introducción de la extrema violencia fue el mayor error de sus planes?

Su mayor error fue pensar que en los años 30 se podía empezar un programa de construcción de un imperio territorial. Los imperios del siglo XIX habían sido levantados en Asia o África por las potencias europeas de forma bastante despiadada contra otras culturas. Alemania y Japón aún creían que era posible encontrar territorio colonial, pero la URSS o China eran estados soberanos independientes. La idea de Mussolini de conquistar otras zonas de Oriente Próximo o crear un imperio mediterráneo fue poco realista.

Usted retrasa el inicio de la II Guerra Mundial hasta 1931, con la invasión japonesa de Manchuria. ¿Las narrativas tradicionales de 1939-1945 son imprecisas o los historiadores han pecado de eurocentrismo?

Son engañosas porque nos hacen suponer que lo único que realmente importaba era Hitler. Pero pasaron muchas cosas en los años 30: los japoneses invadieron territorio chino, Italia conquistó Etiopía y absorbió Albania... Todo esto contribuyó a una década de violencia antes del estallido de la IIGM. Creo que no se entiende toda la historia si se empieza en 1939.

Una segunda guerra de los Treinta Años.

No quiero incidir demasiado esa analogía, pero fue en esencia un conflicto sobre cómo construir un orden global diferente. Y al final es lo que se alcanza, pero no lo imaginado al principio: un nuevo mundo dominado por Estados Unidos y la URSS.

La ciudad alemana de Núremberg en ruinas en 1945. Archivos Nacionales de EEUU

En el libro dedica mucho espacio a las atrocidades cometidas por todos los países en liza. ¿Qué conclusiones ha sacado? ¿Qué fue lo más escalofriante de todo?

Muchas investigaciones se han centrado en las bajas militares, aunque en los últimos años hay más literatura, por ejemplo, sobre los bombardeos de las ciudades. A mí me interesa mucho más lo que les ocurre a los civiles. En la Unión Soviética o China se dieron niveles de violencia excepcionalmente altos. Los ejércitos consideraban a los civiles como potenciales partisanos o como seres humanos desechables. He intentado centrarme en eso para dar la sensación de que la guerra no se trata solo de mover tropas por el campo de batalla. También me centro en las atrocidades cometidas contra las mujeres, un grupo que fue victimizado de formas horribles. Se conocen las violaciones que cometió el Ejército Rojo, pero en general lo que les sucedió a las mujeres ha sido suprimido o ignorado en muchas de las narrativas.

Escribe que "la II Guerra Mundial no fue el resultado de las decisiones tomadas en Berlín, sino en Londres y París". Es una idea provocadora.

Lo que Hitler quería era una guerra con Polonia y dividírsela con la URSS. Mientras que en la I Guerra Mundial Alemania invadió Francia, Hitler estaba convencido de que los británicos y franceses debían permitirle construir su imperio en Europa central. En 1939, Londres y París sopesaron todos los problemas a los que se enfrentaban y se dieron cuenta de que en algún momento tenían que enfrentarse a los nazis, así que declararon la guerra al Tercer Reich. Creo que esto es algo de lo que mucha gente no se da cuenta: suponen que Alemania declaró la guerra a Gran Bretaña y Francia, pero Hitler no quería una guerra general en 1939, se vio obligado a ello. 

"Estamos de nuevo en un periodo de inestabilidad, pero no creo que vaya a provocar una guerra global"

¿La controvertida política del apaciguamiento fue una buena receta para intentar evitar la guerra total?

Gran Bretaña y Francia querían contener o disuadir a los dictadores o al ejército japonés de sus planes. En el caso de Chamberlain, supuso que ningún estadista racional volvería a correr el riesgo de una guerra mundial después de la Gran Guerra. Y aunque Hitler evidentemente no era un estadista racional, pensó durante mucho tiempo que se le podía persuadir para que moderara sus ambiciones. Después de Múnich quedó claro que habría que luchar contra él. El apaciguamiento fue una política que siguieron porque se enfrentaban a problemas muy diferentes. Los Aliados creyeron que de alguna manera podían resolverlos no solo cediendo, sino encontrando formas de llegar a un acuerdo, conteniendo e incluso disuadiendo. Pero al final vieron la guerra como una solución.

Leyendo su libro a uno se le vienen muchas ideas a la cabeza. ¿Se puede decir que los Aliados lucharon más por conservar sus imperios que por la democracia?

No cabe duda de que no lucharon para salvar Polonia. Gran Bretaña y Francia querían que sus imperios sobrevivieran, y aunque Alemania no los amenazaba directamente, lo justificaron de esa forma: hay que parar a Hitler y al Eje, sino nuestra posición global se verá debilitada. No fue un cálculo geopolítico inteligente: dependía completamente de derrotar militarmente a Alemania y el plan consistía en embotellar a su ejército y bloquearlo en el mismo lugar de la I Guerra Mundial, y probablemente ganar en tres años. Pero no entendieron la forma en que había cambiado la naturaleza de la guerra. Y sí, defender sus imperios fue una prioridad máxima, y ​​lo siguió siendo para Churchill hasta 1945.

Las mujeres tuvieron un gran papel durante la II Guerra Mundial. Tusquets

James Holland asegura que Hitler estaba completamente derrotado a finales de 1941. Para usted, ¿cuándo es evidente que el Eje no podía ganar la guerra?

1941 es muy pronto porque tenían que pasar muchas cosas, y la más importante es que Estados Unidos todavía no era una superpotencia bélica. Hitler y sus consejeros pensaban que EEUU no sería capaz de crear un gran ejército en menos de dos años, y eso le daría tiempo para derrotar a la URSS. Pero eso no ocurrió: los estadounidenses registraron un milagro a nivel de producción en 1942-1943. También dependía de la capacidad de resistencia de los soviéticos. Yo diría que el momento crucial fue el desenlace de las batallas de El Alamein, Guadalcanal y Stalingrado entre finales de 1942 y principios de 1943. A partir de ahí solo fue cuestión de desgastarlos y derrotarlos paso a paso.

Dedica un capítulo entero a las guerras civiles dentro de la contienda global. ¿Qué importancia tuvo la Guerra Civil española? ¿Fue otro capítulo más del conflicto?

Fue un conflicto importante para Hitler y Mussolini porque no querían que la izquierda gobernase en España, sino un régimen que simpatizase con ellos. Pero también porque el fracaso de Gran Bretaña y Francia de involucrarse en la guerra convenció a ambos de que las divisiones en París generaban una debilidad y no podrían obstruir sus planes. Una vez triunfase el bando de Franco, estaban convencidos de que británicos y franceses no se opondrían a sus planes. Las guerras civiles se convirtieron en algo común durante la IIGM y luego en la Guerra Fría, y no pueden separarse de la historia global.

Portada de 'Sangre y ruinas'. Tusquets

¿Lo que estamos viendo en Ucrania es un nuevo tipo de guerra imperial?

No es lo mismo. El objetivo de Rusia es conquistar esta zona del este y sur de Ucrania donde viven muchos rusos y asegurarse de que Ucrania no supone un riesgo para su seguridad. Su plan es evitar que la OTAN y la Unión Europea alcancen los límites de Ucrania. Y al mismo tiempo quiere formar parte de una nueva alianza de estados autoritarios. No son las mismas ambiciones imperialistas de los años 30 y 40.

¿Teme el estallido de una Tercera Guerra Mundial? ¿Lo ve posible?

No creo que ocurra, ni tampoco un conflicto nuclear porque Putin sabe lo que arriesga involucrándose en ello. Estamos de nuevo en un periodo de inestabilidad global, pero no creo que las grandes potencias, EEUU y China, quieran correr riesgos. El resultado de la crisis en Oriente Próximo y Ucrania es impredecible y seguiremos viendo tensiones regionales, pero no creo que vayan a provocar una guerra global.