El ADN revela una sociedad prehistórica única en Europa: todo giraba alrededor de las mujeres
Un estudio genético muestra que algunas mujeres celtas de la Britania prerromana se quedaron en sus comunidades tras casarse. Sus tribus no practicaron el sistema común en todo el continente de patrilocalidad.
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Las historias de Boudica, la líder de la tribu de los icenos que se rebeló contra Roma, o Cartimandua, la última reina de los brigantes, muestran que las mujeres de la Britania prerromana alcanzaron un estatus y un poder político que no se dio en otras sociedades antiguas. La arqueología ha respaldado esta idea, sacando a la luz enterramientos femeninos con ajuares de ricos artefactos que evidencian la importancia social de sus propietarias. Y ahora el ADN ha desvelado una comunidad celta construida alrededor de la parte matrilineal de las familias.
Un equipo internacional de investigadores, liderados por genetistas del Trinity College de Dublín y arqueólogos de la Universidad de Bournemouth, ha logrado secuenciar los genomas de 57 individuos durotriges, una tribu que ocupó el centro de la costa sur de Inglaterra entre los años 100 a.C. y 100 d.C, excavados en una necrópolis de Winterborne Kingston, en Dorset, un gran cementerio familiar. Los resultados, publicados este miércoles en la revista Nature, muestran que dos tercios de estos sujetos estaban relacionados genéticamente a través de la línea materna.
"Al reconstruir su árbol genealógico descubrimos que la mayoría de los miembros del grupo remontaban su linaje materno a una sola mujer que había vivido siglos antes", explica Lara Cassidy, una de las coautoras del estudio. "Por el contrario, las relaciones a través de la línea paterna eran casi inexistentes. Esto nos indica que los hombres se mudaban a las comunidades de sus esposas al casarse y que las propiedades se transmitían a través de la línea femenina. Esta es la primera vez que se documenta este tipo de sistema en la prehistoria europea y predice el empoderamiento social y político de las mujeres".
Las prácticas matrimoniales, en particular las que definen el lugar donde los cónyuges viven (y mueren) después del matrimonio, son fundamentales para las sociedades humanas. La patrilocalidad, el sistema en el cual los hombres permanecían en el clan familiar después del matrimonio, fue el más común en la Europa del Neolítico, la Edad del Cobre y la Edad del Bronce, como por ejemplo se observa en los yacimientos de la cultura peninsular de El Argar.
Sin embargo, la nueva investigación ha permitido descifrar la estructura de la sociedad británica de la Edad del Hierro (aproximadamente de 800 a.C. a 50 d.C.), dominada por la matrilocalidad. Lo sorprendente es que este fenómeno no fue exclusivo de la zona de Dorset, donde los individuos que no presentan relación genética son mayoritariamente hombres. Los investigadores han encontrado evidencias de organización similar en otras tribus y necrópolis celtas esparcidas por las Islas británicas en este periodo.
Migración desconocida
La principal fuente de información sobre la Britania de esta época procede de los historiadores griegos y romanos, que recogieron con asombro la presencia de mujeres en posiciones de poder y al frente de ejércitos de guerreros. "Se ha sugerido que los romanos exageraron las libertades de las mujeres britanas para pintar un retrato de una sociedad indómita. Pero la arqueología, y ahora la genética, dan a entender que fueron influyentes en muchas esferas de la vida. De hecho, es posible que la ascendencia materna fuera el factor principal que moldeó las identidades grupales", apunta el arqueólogo Miles Russell, también coautor del artículo científico.
La investigación de Lara Cassidy y su equipo ha revelado otra historia compleja: el sur de las Islas británicas, particularmente la costa del canal de la Mancha, fue un punto de intercambio cultural y genético con la Europa continental. Comparando el ADN de los individuos de ambas orillas, se han podido identificar distintas migraciones procedentes de los modernos territorios de Francia, Países Bajos o la República Checa y que se registraron sobre todo en la Edad del Bronce, entre 2500-800 a.C.
Aunque lo más llamativo es que ese influjo continental se mantuvo durante la Edad del Hierro, una huella genética que había permanecido oculta para estudios previos. Los durotriges, por ejemplo, formaron parte de esta red dinámica con evidencias de conexiones en prácticas funerarias, diseño de asentamientos y cultura material. Zonas más al norte como Escocia y Gales mantuvieron una continuidad más pronunciada con las poblaciones de la Edad del Bronce.
"Ya se había detectado una migración a las Islas británicas durante la Edad del Bronce tardía, lo que llevó a algunos a plantear la hipótesis de que las lenguas celtas llegaron durante este período. Pero nuestros resultados apuntan también a una importante movilidad a través del canal de la Mancha durante la Edad del Hierro. Por lo tanto, es muy posible que las lenguas celtas se introdujeran en Gran Bretaña en varios momentos", concluye Cassidy.