La odisea del tesoro de monedas romanas de plata descubierto en Toledo que se perdió dos veces
Formado por 133 monedas de época republicana e imperial, el tesoro de Ontígola conservaba una singular pieza de los idus de marzo.
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A principios del siglo I a.C., en algún rincón perdido del moderno municipio toledano de Ontígola, un ciudadano romano decidió esconder bajo tierra, por razones desconocidas, los ahorros que manejaba: más de un centenar de denarios de plata. Tampoco se sabe por qué nunca pudo recuperarlos, pero el tesoro de monedas permanecería siglos enterrado, hasta que alguien se encontró de forma fortuita en 1733. Lo curioso es que la azarosa aventura del conjunto numismático no terminó ahí.
Formado por 133 monedas de época republicana y del primer periodo de la dinastía julio-claudia, 115 ingresaron en la Real Librería (o Biblioteca) Pública, antecedente del actual Museo Arqueológico Nacional, mientras que otras 18 fueron a parar a colecciones privadas. Sin embargo, el conocido como tesoro de Ontígola desapareció de todos los inventarios a partir de 1743 y sus piezas se perdieron entre las vastas series de acuñaciones romanas que se conservan en la institución. Solo un detectivesco trabajo de Paloma Otero Morán, investigadora del departamento de Numismática y Medallística, permitió hace un par de años encajar algunas fichas del puzle.
La pieza más antigua del conjunto es un denario acuñado en Roma en 155 a.C., mientras que la más moderna es una de la emisión de Tiberio en Lugdunum (Lyon) de 15-16 d.C. Entremedias se registra una serie de monedas romanas —a excepción de una de Juba I de Numidia acuñada en África— que probablemente trajeron a Hispania los legionarios que tomaron parte en la guerra de Sertorio, en el conflicto de Julio César con Pompeyo o en las luchas que siguieron al asesinato del dictador y que se resolvieron con el triunfo de Octavio Augusto. Un fenómeno que revela la llegada al interior de la Península Ibérica de dinero acuñado en áreas tan lejanas como el otro extremo del Mediterráneo.
La moneda más llamativa del tesoro es el denario "de los idus de marzo", una de las más famosas de la historia romana. Fue acuñado en 43-42 a.C. en una ceca móvil que se desplazaba con el ejército de Bruto, que se encontraba en Grecia preparando la campaña que terminó con su derrota en la batalla de Filipos. "La presencia en el tesoro de esta y otras piezas foráneas es un indicio de la circulación, en el interior de la Meseta, de dinero aportado por soldados, individuos o contingentes desplazados en función de las campañas militares o de regreso a su lugar de origen", señala Otero Morán en un estudio sobre el tesoro.
Precisamente esta pieza, que en su reverso lleva representados los cuchillos que acabador con César flanqueando un píleo, el gorro que representaba la libertad para los romanos, se exhibe ahora en la Vitrina Cero del MAN dedicada a los idus de marzo. Una moneda que sirve de hilo conductor de la exposición y que está acompañada de otras acuñaciones y medallas, así como de un puñal (pugio) o de un monetario hallado en el siglo XVIII.
Tres documentos clave
La investigación de Paloma Otero Morán ha permitido identificar, "por una combinación de tesón y suerte" y "con total seguridad", 38 de las 115 monedas en los fondos de denarios del museo. Para ello han sido clave tres documentos. Un catálogo manuscrito del tesoro encuadernado en tafilete rojo dorado con cenefas y el escudo grande de la Monarquía Hispánica que elaboró el bibliotecario mayor Blas Antonio Nasarre. Una comunicación interna fechada en 1736 de este personaje con William Clarke, jesuita escocés confesor del rey y director general de la Real Librería.
Y, por último, un inventario conservado en la British Library en el que se describen 115 monedas de plata "que se hallaron en Hontígola junto a Aranjuez el año 1733 (sic)". El análisis de las emisiones identificadas, así como su aspecto y el desgaste que presentan, apuntan a que se trata de un hallazgo de conjunto, casi con seguridad un ahorro u ocultación realizada en los primeros años del reinado de Tiberio (14-37), y no una acumulación de pérdidas individuales.
Ninguno de los documentos ofrece información precisa sobre el lugar del hallazgo del tesoro, que salió a la luz en algún punto del área de Ontígola, en la comarca de la Mesa de Ocaña. Quizá pueda relacionarse con los asentamientos romanos de La Veguilla, interpretado como la ciudad de Aurelia, o el cerro de Oreja.
"La única mención a la procedencia de los 115 denarios es el Inventario de 1743. También es la última. No vuelven a aparecer como conjunto en los inventarios posteriores, seguramente porque la práctica habitual en la época era colocar las monedas en sus series correspondientes una vez catalogadas, primando el orden científico de las emisiones sobre la procedencia arqueológica", afirma la experta en su estudio.
La principal hipótesis para su segundo ocultamiento es que pudieron extraviarse o descatalogarse en el contexto de algún conflicto interno, como la Guerra de la Independencia o la Guerra Civil; o tal vez durante una modificación en el sistema de catalogación o en una mudanza. Otra curiosidad es que en cinco de las acuñaciones altoimperiales se han encontrado restos de números a tinta que coinciden con la numeración del manuscrito de Nasarre, lo que indica que fueron pintadas para su clasificación.
Las otras 77 acuñaciones, a expeción de 11 de las que se ha encontrado el posible ejemplar original, siguen en paradero desconocido. "También hay unos pocos casos en que no encontramos ningún denario con las peculiaridades observadas por Nasarre: sin descartar un error del autor o del escribiente, habría que tener en cuenta otros factores, como la práctica, habitual hasta principios del siglo XX, de intercambiar monedas 'repetidas' con otros museos o con particulares como vía de adquirir sin coste piezas que no estaban presentes en la colección", recuerda Otero Morán. Al tesoro de Ontígola todavía le quedan capítulos por escribir.