Los arcos de triunfo son una de las construcciones más emblemáticas de la arquitectura romana. Estas estructuras monumentales se erigían para conmemorar victorias militares importantes o para honrar a emperadores y figuras destacadas.
En Hispania, se han conservado algunos arcos de triunfo, aunque no en la cantidad ni en la monumentalidad de los que se encuentran en otras regiones que formaron parte del Imperio romano, como Italia o el norte de África.
Entre los arcos de triunfo conservados en Hispania se encuentra el Arco de Bará, que puede considerarse como uno de los mejor conservados en todo este territorio y que está situado en la antigua Vía Augusta. Además, data del siglo I a.C. y fue erigido durante el reinado del primer princeps de la Antigua Roma.
Como ya se ha mencionado anteriormente, este arco se encuentra en Roda de Bará. En cualquier caso, su importancia le lleva a formar parte del conjunto arqueológico de Tarraco, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Este arco se construyó en la Vía Augusta, la calzada romana más larga de Hispania, que tenía una longitud aproximada de 1.500 kilómetros y que discurría desde los Pirineos hasta la antigua Cádiz, bordeando el Mediterráneo.
En cuanto al motivo de su construcción, se cree que el principal objetivo del Arco de Bará era delimitar los territorios de Tarraco, antigua ciudad capital de la provincia de la Hispania romana.
Se cree que fue financiado por un ciudadano acaudalado local, Lucio Licinio Sura, en agradecimiento a los beneficios que había recibido de Roma. Una inscripción en el monumento menciona su nombre, lo que respalda esta teoría.
Esta inscripción indica lo siguiente: "ex testamento l.lucini l. serg. surae consacratum", que significa "por la consagración del testamento de l. lucin l. serg. sura".
También cabe destacar que el Arco de Bará es un ejemplo típico de la arquitectura conmemorativa romana, aunque de un tamaño más modesto comparado con los arcos monumentales de Roma.
En primer lugar, este arco tiene un solo vano o abertura, que permite el paso por el trazado de la Vía Augusta. En cuanto a su estructura, esta es bastante sencilla y tiene una altura aproximada de 12 metros y una anchura de unos 2,40 metros.
Luego hay que tener en cuenta que este arco está flanqueado por dos podios de planta rectangular. Además, está construido con sillares de piedra local, con ocho pilastras estriadas y remates por capiteles corintios.
Aunque el arco de Bará no está decorado con relieves complejos como algunos de los arcos más famosos de Roma, su sencillez estilística refleja el gusto de la arquitectura de la época de Augusto, que favorecía un estilo sobrio y clásico. Originalmente, podría haber tenido elementos decorativos, pero estos se han perdido con el paso del tiempo.
Durante siglos, el Arco de Bará ha permanecido relativamente bien conservado, a pesar de su antigüedad. Al estar ubicado en una vía romana importante, su función fue más simbólica que otra cosa.
En cualquier caso, a lo largo de la historia el arco ha sufrido algunas restauraciones, entre ellas, una bastante significativa de finales del siglo XX para asegurar su estabilidad y conservación.