La dieta mediterránea ha ido forjándose y evolucionando con el paso de los años. Si ponemos la vista atrás y acudimos a la Edad Media nos encontramos con que los banquetes eran uno de los principales actos de la sociedad medieval, una costumbre celebrada por la aristocracia. Estos se aprovechaban del trabajo de los campesinos, que eran la mayoría de la población, y quienes tenían en cuenta las condiciones climatológicas para trabajar sus cosechas. Estas marcaban lo que los más nobles tenían en su mesa en cada momento.
Si te preguntas qué comías en la Edad media, que es la etapa comprendida entre los siglos V a XV, nos encontramos con que los cereales eran un elemento central en la dieta, aunque estos se complementaban con quesos, verduras, grasas y aceites, como productos cotidianos para los campesinos. Sin embargo, diferentes estudios recalcan que no es posible definir una dieta típica en la población rural, ya que sus patrones alimenticios variaban en función tanto de los recursos locales como de las condiciones políticas, sociales y culturales.
La alimentación en la Edad Media
Como hemos mencionado, los cereales eran la base de la alimentación en la Edad Media, una realidad que aún persiste hoy en día. Por su parte, algunos alimentos que son tan comunes en nuestros hogares en la actualidad, como las patatas, los pimientos, los tomates o el maíz, eran desconocidos en la Península Ibérica por aquel entonces.
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En su lugar, los alimentos cotidianos de los hogares de Iberia estaban basados en avena, centeno, trigo y mijo, los cuáles eran utilizados para la elaboración de pan y gachas. Asimismo, las frutas y verduras eran esenciales en su alimentación, además de ser abundantes, lo que hacía que fuesen accesibles para la gran mayoría de los ciudadanos.
En este sentido, las frutas como higos, peras y manzanas, junto a las verduras como coles, puerros, nabos y ajo, eran parte de la dieta consumida durante la Edad Media, mientras que para acompañar las comidas se optaba por vino o cerveza, ya que el agua no estaba depurada y acostumbraba a ser mezclara con alcohol como método de prevención frente a las enfermedades.
Por otro lado, los productos del mar eran menos habituales y la carne era un lujo reservado para ocasiones especiales o para aquellas personas que gozaban de unos mayores recursos económicos. Quiénes podían permitírselo, tenían opciones de carne como pollo, cerdo y productos de caza como jabalí, aves silvestres y venado, mientras que los más afortunados incluso accedían a disfrutar de carnes exóticas como cisne, oca o pavo real.
División de la sociedad
En la Edad Media los contrastes entre la aristocracia y las clases populares estaban reflejados de una forma clara en sus mesas. Mientras que los banquetes de los primeros eran abundantes y disfrutaban de preparaciones elaboradas, con el apoyo de numerosos sirvientes, la dieta de los campesinos era simple y limitada, hasta el punto de que en ocasiones debían recurrir al invento de salsas que les ayudase a mejorar el sabor de esos alimentos que se encontraban en mal estado de conservación.
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Es una evidencia que durante la Edad Media en España la alimentación estaba marcada por profundos contrastes entre las diferentes clases sociales, los cuáles venían dados tanto por la disponibilidad de recursos como por la geografía, la estructura feudal y las posibilidades económicas. De forma general, podemos hablar de la alimentación de las diferentes clases sociales de la siguiente manera:
- Nobleza y Clero: la nobleza y el clero tenían acceso a una amplia cantidad y variedad de alimentos, entre los que se encontraban las carnes de caza, los pescados frescos, aves exóticas y especias, disfrutando de platos elaborados y banquetes lujosos. La carne era una parte fundamental de su dieta diaria y la consumían en grandes cantidades, un claro contraste con las clases más bajas, para las cuáles era un lujo poco común. Debido a su poder adquisitivo, importaban productos de otras regiones y países, lo que posibilitaba que pudiesen enriquecer su dieta.
- Burguesía y Artesanos: en estas clases sociales se disfrutaba de una dieta más variada que en la clase baja, pero sin llegar a la abundancia de la nobleza, aunque esto no les impedía consumir cereales, carnes, legumbres y verduras. En gran parte dependían de los productos locales y estacionales, ya que en su caso no disponían de suficientes recursos para importar alimentos de otras regiones. El pan y los cereales eran una parte importante de su dieta, y podían permitirse más variedades de pan que las clases más bajas.
- Campesinos y servidumbre: los campesinos y la servidumbre tenían una dieta mucho más limitada y monótona en comparación con las clases altas, y su alimentación básica estaba basada en cereales, principalmente avena y pan, así como en vegetales y legumbres. La carne era un lujo que se comía en pocas ocasiones, reservada principalmente para festividades religiosas u ocasiones especiales. Su dieta estaba fuertemente influenciada por la producción local y las estaciones, con falta de acceso a especias y alimentos exóticos que hacía que la variedad de sabores estuviese muy limitada.
- Pobres y mendigos: por último, las clases más pobres se enfrentaban constantemente a la subsistencia, con una dieta basada en un pan de mala calidad, legumbres secas y, en el mejor de los casos, vegetales de temporada. La escasez de alimentos era habitual durante la Edad Media, lo que llevaba a muchos pobres y mendigos a sufrir desnutrición y malnutrición crónicas ante la falta de variedad en su dieta. Asimismo, sufrían una carencia de proteínas ante la falta de acceso a proteínas animales, especialmente carne, lo que influía de forma directa en su salud y bienestar.