En la actualidad la gran mayoría de los hogares cuentan con sistemas de calefacción, pensándose en ello como un invento relativamente reciente, cuando la realidad es que sus orígenes datan de mucho tiempo atrás. Gracias a un proyecto arqueológico en Inglaterra se ha podido tener más información acerca de la forma en la que los romanos combatían el frío, puesto que fueron hallados unos edificios que contaban con un sistema de calefacción subterránea.

Denominado hipocausto, es un sistema de calefacción a través del suelo que era utilizado principalmente en las termas del Imperio romano, así como en las viviendas particulares de las clases más altas. Su funcionamiento era muy simple, ya que se basaba en la combinación de los principios de convección y radiación y era considerado un lujo en la antigua Roma.

En el exterior del edificio se situaba la caldera, que era un horno en el que se quemaba leña. Los gases calientes generados a través de la combustión eran canalizados a través de unos conductos que los hacían llegar a unas cámaras que se encontraban bajo el suelo, lo que hacía posible calentar las estancias.

Hipocausto en Xanten (Alemania).

Si bien es cierto que las temperaturas máximas que se podían obtener en los interiores no eran muy elevadas, llegando a alcanzar los 25 grados en los mejores casos, en el caso del suelo sí que se llegaban a alcanzar los 50 grados centígrados, por lo que en los baños calientes los usuarios se veían obligados a introducirse con sandalias para evitar quemaduras en sus pies. En ocasiones, este sistema era combinado con otros sistemas de conducción enfocados a tratar de lograr una mayor eficiencia y aprovechar mejor el calor del aire para su distribución por las diferentes estancias de la vivienda.

Dado que en las termas era necesario alcanzar un calor de mayor intensidad, este sistema era complementado con la construcción de tubos de barro cocidos entre los muros, que servían como vía de salida al humo del horno y al aire caliente que circulaba en el hipocausto. Así, el calor podía llegar a estos lugares tanto desde el suelo como a través de los propios muros.

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De esta manera, nos encontramos con que el hipocausto era el sistema de calefacción de algunos ciudadanos hace 1.500 años, gracias al cual podían hacer frente a las condiciones climáticas adversas. De esta manera, nos encontramos ante el antecedente más claro y antiguo del actual sistema de suelo radiante.

El hipocausto, el origen del suelo radiante

En la actualidad, los suelos radiantes calefactados están ampliamente extendidos por los hogares españoles, pero como hemos mencionado, no se trata de un invento reciente. El hipocausto fue inventado por el ingeniero Cayo Sergio Orata, y su nombre viene dado por "hipo", que significa "por debajo de", y "causto", que significa "quemado".

La estructura de este sistema se basaba en construir dentro de los hogares un suelo elevado del terreno, situándolo encima de varias pilas de ladrillos, con una altura con respecto al suelo de entre 40 y 60 cm. Por lo general se hacía uso de ladrillos rectangulares de unos 15 cm de lado y un espesor de 5 cm, con una separación de 30 centímetros entre cada pilar que sujetaba el suelo.

Hipocausto.

El horno se construía en el exterior del edificio, y era donde se quemaba la leña o el carbón. Más allá de los gases de la combustión que se canalizaban y distribuían por debajo de las estancias, también se aprovechaba el calor residual. En las habitaciones no se necesitaba un calor tan intenso, y por ello se empleaba un tipo de calefacción vertical llamado concameratio, que se basaba en la construcción de dobles paredes entre las que circulaba el aire caliente que generaba el hipocausto. Por último, ese aire era evacuado junto a los humos y gases mediante los conductos que terminaban en salidas exteriores que se ubicaban en la parte más elevada de los muros.

Dada su elevada complejidad y su elevado coste de construcción, este sistema de calefacción se reservaba a varias estancias en particular, además de que no todas las personas tenían medios para construirlos. Los menos afortunados se limitaban a disfrutar de ellos en los baños públicos, ya que otra función del hipocausto era la de calentar el agua de los baños calientes a través de la conducción del calor mediante el suelo.

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La evolución de la calefacción

Con la llegada de la Edad Media, el hipocausto dejó paso al sistema Gloria en la región de Castilla, cuya función de climatización llegó a tener tanto éxito que se usó hasta bien entrado el siglo XX. Se usaba paja como combustible que era quemada en la boca del hogar, muy próximo a la entrada de la Gloria y cuyo producto calentado circulaba entre el suelo y la vivienda, todo ello a través de un sistema de canales.

Más tarde llegó la estufa de leña, centrada en calentar la habitación a través del humo que desprende el fuego y, con la Revolución Industrial, en la segunda mitad del siglo XVIII, aparecieron las calderas, una gran evolución al calentar fluidos que luego eran transportados a través de tuberías para calentar locales y viviendas. Su principal ventaja era que la salsa de calderas se situaba en un espacio aparte de la vivienda, pudiendo transportar el calor a casas, edificios… Con el paso del tiempo el vapor dio paso al agua que se usa actualmente para calentar las viviendas a través de las tuberías y radiadores.