Quienes buscan obtener una rentabilidad a partir de sus ahorros saben que invertir siempre conlleva un riesgo. No obstante, hay opciones para los inversores más conservadores que se posicionan como atractivas en tiempos de zozobra económica como el actual. La incertidumbre es siempre el mayor enemigo a la hora de invertir, de ahí que optar por las fórmulas más consolidadas aporten cierta calma, sobre todo a los que tienen más aversión al riesgo.
El escenario que ha dibujado la pandemia es inédito y ni siquiera algunos de los mecanismos de ahorro e inversión más clásicos parecen resistir la inestabilidad generada por la COVID-19. El referente que refleja claramente esta situación es el dólar. La moneda estadounidense es el valor universal, un referente sólido durante las últimas décadas y un índice obligado al que atender para entender la dinámica de la economía global.
Su fortaleza habitual, aun con altibajos, también ha soportado los envites del comienzo de esta crisis. Pero la incertidumbre generada por la persistencia del virus junto a otros factores como la guerra comercial entre Estados Unidos (EE.UU.) y China, las elecciones estadounidenses de noviembre y el hecho de que el mercado mundial haya sufrido una ralentización global son factores que han provocado una cierta devaluación de esta divisa que pone en entredicho su preponderancia y siembra las dudas en torno a su rentabilidad actual, al menos a corto plazo.
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Incertidumbre sobre el futuro del dólar
Como señala Glen Spencer Chapman, director de la Dirección de Análisis de Banco Sabadell, "venimos de un periodo en el que el dólar estaba claramente sobrevalorado, por la aversión al riesgo y por el diferencial de tipos que llevaba al euro a ser la divisa predilecta para financiar operaciones de carry trade internacional en dólares. Con la esperada recuperación económica y las bajadas de tipos en EE.UU. esa sobrevaloración se está revirtiendo".
Otros expertos indican que este comportamiento puede responder, pese a todos los condicionantes, a un comportamiento cíclico de la economía y que en todo caso, sin el dólar, no existe otra moneda capaz de asumir ese protagonismo, por mucho que el euro haya reforzado su posición y se cambie, a día de hoy, a casi 1,20 dólares.
Si el futuro puede dar más capacidad a la moneda común europea es algo a lo que los analistas intentan dar respuesta: "Lógicamente este movimiento de apreciación del euro supone una oportunidad para aquellos clientes importadores (compradores de divisa) que todavía no se han cubierto, dado que pueden cerrar coberturas a unos cambios mucho más atractivos y un problema para aquellos exportadores (vendedores de divisa) dado que reciben menos euros por sus ventas en el extranjero", opina Hector Sanchis, director de Distribución Empresas Madrid de Banco Sabadell.
Lo especial de la situación impide hacer pronósticos fiables de cara a un futuro a medio plazo, si bien Spencer Chapman estima que, a corto plazo, es difícil de revertir: "La depreciación del dólar en los últimos meses ha sido muy rápida. Sería razonable ver una consolidación de niveles en un rango lateral más o menos amplio durante unas semanas o meses, pero el sesgo a largo plazo es a una mayor depreciación".
Aunque las inversiones de los particulares también se ven afectadas por este escenario, estos vaivenes del dólar resultan especialmente delicados para las empresas cuya actividad implica importación o exportación de productos o pagos y cobros con esta divisa. Sobre este tema, las perspectivas del mercado durante este año y las soluciones de cobertura, trata el webinar organizado por HUB Empresa de Banco Sabadell en el que ambos expertos participan.
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¿Es el momento del oro?
Así pues, a la hora de invertir, las miras de los inversores que buscan más seguridad para sus fondos no han tenido más remedio que recurrir a otras opciones. La más obvia es el oro. Se trata de una opción capaz de revalorizarse año a año. Es cierto que, tras estar en máximos en 2011, solo en los últimos tiempos está recuperando su nivel, hasta el punto de que se ha revalorizado un 30% en lo que llevamos de 2020 e incluso a comienzos de agosto superó la barrera de los 2.000 dólares por onza, un hito inédito en su cotización reciente. Estas cifras, en paulatino aumento, convierten al oro en un 'valor refugio', un calificativo que redunda en esta estabilidad que proporciona al inversor, sobre todo a medio y largo plazo.
El oro es, igualmente, una opción muy especial. Frente a activos que buscan rendimiento en inversiones 'abstractas' este metal precioso es tangible. Tanto que durante cientos de años ha estado asociado al lujo y al poder, algo que hoy resulta obvio, y que se manifiesta en otro hecho significativo: el que la mayoría de los bancos centrales dispongan de una reserva en sus cámaras. De hecho, hacer acopio de oro es algo más frecuente en tiempos de cierta inestabilidad.
Adquirir grandes cantidades es algo que solo se pueden permitir gobiernos, pero a nivel individual también se puede acceder a este material. Su disponibilidad está en forma de lingotes, monedas y barras, y es cierto que, si bien es un 'valor seguro', hay que tener claro cómo y dónde adquirirlo porque entran en juego las comisiones, su almacenaje (guardarlo en casa no es la mejor opción) y qué parte de la inversión se le va a dedicar: se recomienda que se limite a un 10% del total dado que su rentabilidad es mayor a largo plazo.
El ladrillo, mejor a medio y largo plazo
Otro tipo de inversión es el sector inmobiliario. Aunque los años del boom del ladrillo quedaron atrás y difícilmente se recuperarán aquellos niveles, adquirir un inmueble sigue siendo una alternativa que promete una rentabilidad casi asegurada a medio plazo. Y no solo consiste en adquirir una vivienda: un local comercial, un garaje o un trastero, algo muy demandado en los últimos tiempos, también permiten recuperar la inversión sacando una renta o un beneficio mayor al venderlo pasado un tiempo.
El hándicap en este tipo de operaciones es que la inversión inicial para hacer frente el coste suele exigir una cantidad mayor y, posteriormente, la obligación de asumir los gastos de mantenimiento, lo que obliga a hacer números de forma minuciosa antes de lanzarse a firmar este tipo de operaciones.
En busca de la rentabilidad
Al margen de estas opciones de inversión, por supuesto también están los productos financieros específicos. Por ejemplo, los depósitos: estos son una opción con muy poco riesgo ya que se trata de destinar una cantidad de dinero durante un tiempo a cambio de una rentabilidad conocida en el momento de formalizar la operación. Al cabo de ese periodo, se recupera la cantidad aportada y los intereses que correspondan.
También están los fondos, pero estos ya implican algo más de riesgo. El dinero destinado a este fin se reinvierte en otro tipo de valores de acuerdo a la política del producto y bajo la gestión y la supervisión de la entidad que los comercializa, generalmente diversificando entre varias vías. De acuerdo al riesgo que se esté dispuesto a asumir se pueden obtener rentabilidades mucho mayores pero el inversor debe entender que a través de este recurso también puede llegar a sufrir pérdidas. Una buena solución para minimizar este peligro es apostar por productos combinados entre depósito y fondo.
Fuera de esta categoría, y pensando en el largo plazo, está claro que una de las alternativas de ahorro que están más en auge y que confieren una mayor seguridad son los planes de pensiones. Se trata de una herramienta a través de la cual se pueden hacer aportaciones puntuales o periódicas a un fondo personal pensando en recuperarlo llegado el momento de la jubilación. Sus grandes ventajas residen en el mínimo riesgo que tienen, en los intereses acumulados durante mucho tiempo y en las ventajas fiscales con las que cuentan.