Las nuevas tecnologías han transformado la sociedad en apenas unos años, y el nuevo contexto marcado por la pandemia del coronavirus ha acelerado todavía más estos cambios al impulsar la digitalización de la sociedad. La conectividad global, la irrupción de internet en todas las actividades o la aplicación, cada vez más eficiente, de herramientas como la inteligencia artificial o el big data, son sólo algunos ejemplos de tecnologías disruptivas que tienen una influencia directa en casi todos los ámbitos. En paralelo, también el ecosistema de los emprendedores ha aprovechado estas nuevas tendencias para desarrollar sus proyectos y dotarlos de un atractivo adicional que les permita atraer inversores para poner en marcha sus sueños.
Sin embargo, y aunque muchas de estas startups están predestinadas a hacerse grandes, los comienzos suelen ser especialmente complicados para todas las empresas. Es un momento de especial ilusión pero que, más allá de los sentimientos, exige una fuerte convicción, un plan de negocio sólido y unas cuentas dimensionadas y que obedecen al presupuesto marcado. Y en este punto, en la financiación, es donde normalmente se hace más necesario el apoyo a estos emprendedores en la materialización de su idea.
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Afortunadamente, la imaginación que derrochan en sus planes de negocio también se manifiesta en la manera de recaudar fondos. Atrás ha quedado la época en la que los préstamos o las ayudas familiares eran la única puerta para iniciar un negocio. Actualmente existen nuevas posibilidades que dan una vuelta de tuerca a las fórmulas tradicionales al mismo tiempo que abren nuevas vías para implantar una estrategia de financiación efectiva.
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La resiliencia de las startups
Es en este contexto donde esa necesidad de liquidez encuentra a personas que hayan decidido invertir parte de sus fondos en empresas emergentes, con la esperanza de rentabilizar su apuesta. Como señala Yolanda Pérez Sáez, directora de BStartup, la iniciativa de Banco Sabadell para apoyar a jóvenes empresas innovadoras y tecnológicas, el momento actual es especialmente atractivo para el sector, "creo que hoy podemos decir que el emprendimiento en España, y refiriéndonos a las jóvenes compañías innovadoras y tecnológicas, está muy consolidado", apunta.
Según Pérez, "las cifras de creación de empresas y atracción de la inversión, no solo nacional, sino también internacional, lo demuestran: España cuenta con importantes hubs a nivel europeo y ya tenemos casos de éxito y valoraciones y ventas de startups por encima de los 1.000 millones de euros".
Incluso en la coyuntura actual, con la economía sufriendo todavía las consecuencias de la pandemia, los emprendedores no han dejado de proponer nuevas ideas y proyectos hasta el punto de que, según la directora de BStartup, "la inversión en startups españolas en etapas iniciales se está manteniendo al mismo nivel precrisis". El argumento principal que explica esto, en su opinión, es el de que "no hay que olvidar que precisamente en esta crisis la digitalización de la sociedad en general, y de algunos procesos y sectores en particular, ha experimentado un avance espectacular".
Se refiere, por ejemplo, a sectores como el logístico, el de la ciberseguridad o las fintech, que han sabido aprovechar las oportunidades y presentarse como sectores pujantes a pesar de la incertidumbre generada por la COVID-19 y, de cara a los inversores, con un potencial de crecimiento muy atractivo. Y también todo lo que tiene que ver con el sector de la salud, desde el desarrollo de fármacos a instrumentos de digitalización de los procesos y sistemas sanitarios.
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Diferentes modelos para diferentes tipos de empresas
A la hora de arrancar un negocio hay distintas vías para obtener la financiación que se necesita. Hay ejemplos exitosos que partieron de campañas de microfinanciación (o crowdfunding), un sistema de aportación colectiva que se nutre de las pequeñas cantidades que entregan aquellos que creen en el proyecto, a cambio de alguna ventaja por parte de la empresa en formación, algún tipo de membresía, o una participación en su accionariado, por ejemplo. Generalmente son campañas puntuales y que funcionan más como un complemento que como partida principal pero, en algunos casos, son capaces de reunir cantidades lo suficientemente importantes como para dar sus primeros pasos con cierta seguridad.
Sin embargo, es más habitual recurrir a productos financieros específicos y pensados para las necesidades concretas de estas incipientes empresas. Con esa filosofía nació, en 2013, BStartup, con la que Banco Sabadell se convirtió en el primer banco en crear un servicio integral para startups en cuyo ADN estuviera "la transformación digital y entre las que estarían las grandes empresas del futuro". Con el lanzamiento de BStartup "el banco se propuso hablar el mismo idioma que las startups y acompañarlas en su crecimiento", como señala su directora.
Así, durante este tiempo, BStartup se ha convertido en un referente para todos los que comienzan el sacrificado pero apasionante camino del emprendimiento. Esa reputación es una prueba de que, en efecto, los engranajes de la innovación en España están 'maduros' y perfectamente engrasados, en parte, porque "los servicios especializados van apareciendo según el ecosistema se va consolidando". Fruto de ello, este servicio exclusivo incluye tres líneas de actuación, explica Yolanda Pérez: "Banca para startups, inversión y una puerta de entrada a la innovación colaborativa".
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Business angels, más que un inversor
Pero al margen de este impulso, hay otros caminos que pueden complementar y ayudar a que una empresa de nuevo cuño alcance vuelo. Uno de los más actuales, que ha adquirido bastante notoriedad en los últimos años, es el que define el concepto del business angel (o ángel de los negocios). Es un término originado en uno de los viveros de startups más importantes del mundo, Silicon Valley, donde muchos inversores están siempre vigilantes a las oportunidades que ofrece la continua generación de empresas que se da en aquel entorno tan propicio para ello.
Como resultado de este interés temprano en algunos de estos proyectos, y a veces sin más argumento que la intuición, aparecieron particulares que decidieron inyectar fondos en estas compañías con la esperanza de estar a su lado y rentabilizar su inversión llegado el momento de que se hubieran consolidado y aumentado su valor. En este sentido, su papel es algo así como un nexo entre el capital inicial que, como hemos visto, responde más a los cánones 'clásicos'; y el capital de riesgo, algo más usual en una etapa más avanzada, cuando la compañía cuenta ya con cierto recorrido y ha demostrado un determinado potencial de crecimiento.
Otra de las peculiaridades de esta figura es que, además del dinero, es habitual que también aporte otros elementos intangibles pero igualmente necesarios en la promoción tales como asesoramiento, conocimientos, o un pool de contactos que puede resultar decisivo en la publicidad de la empresa entre el público potencial que la termine de consolidar.
Un papel parecido es el que juegan las incubadoras y aceleradoras de startups que promocionan grandes empresas de muchos sectores. Como en el caso de los business angels, se prestan a aportar financiación a estas iniciativas emprendedoras en los primeros estadios de su existencia e incluso están abiertas a ofrecer otro tipo de recursos, como un espacio para desarrollar sus planteamientos, asesoramiento o incluso, llegado el caso, integración con la entidad que las apadrina en proyectos conjuntos.