Invertir bien requiere horas de trabajo y de estudio, un profundo conocimiento del medio y también de buenas dosis de intuición para identificar y prever las mejores oportunidades. A lo largo de la historia, muchas personas han depositado sus ahorros en diferentes tipos de productos con la idea de aumentar su patrimonio, e incluso algunos han alcanzado grandes fortunas.
El secreto está en el método y en aplicar una estrategia eficiente a lo largo del tiempo. Durante la historia ha habido nombres que han destacado estableciendo mecanismos sobre los que se sustentan buena parte de las teorías que perfilan al inversor perfecto. Es el legado de los que abrieron caminos a los que debería atender cualquiera que decida 'poner a trabajar' su dinero. Todo este conocimiento es fruto de décadas de experiencia en esta ciencia que, sin ser exacta, sí que premia a quien opta por invertir con inteligencia y se muestra paciente y perseverante.
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La mayoría de estas figuras se estudian en las escuelas de negocios. Y no solo los más actuales como Warren Buffett o George Soros, que aparecen año tras año en las listas de los hombres más ricos del mundo, sino personajes de éxito, de los que aprendieron, y que fueron pioneros en este campo. Quizá éstos sean más desconocidos para el gran público, pero sus métodos, aún hoy, son útiles. ¿Quiénes son y qué se puede aprender de ellos?
Benjamin Graham, el padre del value investing
Todo repaso a la historia acerca de las estrategias de inversión debe comenzar con Benjamin Graham (1894- 1976), una auténtica inspiración para miles de inversores durante décadas. Su gran aporte fue el del denominado value investing, una técnica que desarrolló en la considerada 'Biblia de las inversiones', su obra El inversor inteligente (1949), alabada por grandes inversores de la actualidad como el mencionado Buffett, por ejemplo.
¿Pero qué hizo Graham? Básicamente estudiar, analizar, examinar los números y dedicar horas a investigar las cuentas de las empresas que le parecían interesantes y que, consideraba, tenían acciones en el mercado por debajo de su valor real. Esta diferencia entre el precio que el experto calculaba y el potencial de venta futuro es la base de su método y a lo que se ha denominado en sentido literal como value investing o margen de seguridad. Mediante este se garantizaban los beneficios en el largo plazo, otra de las características que define su actividad y que más defendió en su obra: "Mister Market es un esquizofrénico en el corto plazo, pero recupera su cordura en el largo plazo", llegó a decir.
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Josh Templeton: diversificación mediante prueba y error
Puede que varíen las técnicas y los mensajes pero lo que suele ser común en muchas de estas figuras históricas es la recurrencia de apostar por inversiones a largo plazo, por una parte, y por una cartera diversificada, por otra. Esto lo refleja gráficamente la historia de Josh Templeton (1912- 2008). Es cierto que su trabajo tuvo un cariz más cuantitativo, pero es considerado el autor de un método que fue pionero y de carácter científico. De hecho, se le considera el padre de los fondos de inversión modernos, un tipo de producto al que llegó a base de prueba y error utilizando su propio dinero.
Tras varias pérdidas, Templeton decidió llevar a cabo otra idea: compró un centenar de acciones de todas las empresas de la Bolsa de Nueva York en 1939. Aunque pocos años después muchas compañías habían quebrado, los beneficios que obtuvo con las que se mantenían activas fue suficiente como para validar su estrategia de diversificación que, a grandes rasgos, es la misma fórmula que se aconseja hoy en día a quienes deciden invertir.
Además de su apuesta por la diversificación de las inversiones, también fue uno de los primeros en darle importancia a la globalización y abrir su cartera a otros países. Templeton hizo fortuna de este modo en Rusia, China y, especialmente, Japón.
Philip Fisher: en busca de la 'ganga estadística'
Tal vez el único de estos inversores que rehuyó de estas técnicas basadas en la perseverancia y la diversificación fue Philip Fisher (1907- 2004), aunque los resultados en su caso también fueron excelentes para sus finanzas personales y las de sus clientes. Su filosofía giraba en torno a las growth stocks, un concepto que define las acciones de empresas que tienen un potencial de expansión a largo plazo gracias a sus buenas perspectivas de incrementar su valor en bolsa en el futuro.
Aunque esta teoría es apta para cualquier sector, Fisher apostó por centrarse en las empresas de tecnología e investigación, en una suerte de concentración temática de la cartera, siempre más atento a lo que denominaba 'gangas estadísticas', es decir, empresas de alta calidad cuyos títulos mantuvo durante décadas.
Carl Icahn, un imán para los inversores
Todas estas enseñanzas han inspirado a los inversores del presente, como se ha mencionado y algunos también han hecho sus propios aportes, como Carl Icahn (1936). Y es que si bien su forma de actuar responde a los parámetros del value investing propugnado por Graham, en su caso intenta apostar por empresas infravaloradas por culpa -y aquí está el giro que propone- de una mala gestión. Es entonces cuando intenta adquirir un paquete accionarial suficiente como para tener voz y voto en ellas y, ya desde dentro, trabajar en la revalorización y, con ello, maximizar sus beneficios.
Hay muchos inversores que, por eso, están atentos a sus movimientos y le siguen, generando un efecto 'bola de nieve' con el que todos se benefician. Además, Icahn también defiende el beneficio de ir contracorriente, es decir, de vender cuando todos compran y viceversa: "El pensamiento consensuado está generalmente equivocado. Si sigues la tendencia, siempre perderás el momentum", afirmó en una ocasión.
Peter Lynch y la humildad
Puede parecer paradójico que estas personas que han amasado tales fortunas prediquen la humildad, pero lo cierto es que esa es una de las tesis que defiende Peter Lynch (1944) en un decálogo que define su estrategia de inversión y que recoge su libro más conocido, Un paso por delante de Wall Street (2015). Entre los puntos más destacados se encuentran la flexibilidad, la puesta en valor de la información acerca de aquello en lo que se invierte, el buen uso del tiempo como un recurso más o la apuesta por empresas bien gestionadas.
También aboga por el estudio de las compañías que sean interesantes atendiendo a su historia financiera en comparación con el momento actual dado que, como suele decir, "excepto en casos de grandes sorpresas, las acciones son bastante predecibles en períodos de veinte años. En cuanto a si van a subir o bajar en los próximos dos o tres años, es lo mismo que arrojar una moneda al aire".
Geraldine Weiss, una mujer entre tiburones
El mundo de los negocios, como tantos otros ámbitos, ha dejado muy poco espacio a las mujeres a lo largo de la historia. Por eso el caso de Geraldine Weiss (1926) merece especial atención por su esfuerzo por destacar en este campo y alcanzar la excelencia como inversora con un método propio que también resultó disruptivo en su momento, basado en los dividendos que repartía cada empresa.
'La gran dama de los dividendos', como se la conoce en el sector financiero, publicitó su estrategia en su propia revista, Investment Quarterly Trends, en la que desgranó su técnica: Weiss compraba acciones cuando estos dividendos se hallaban en máximos y vendía cuando se acercaban a mínimos. Su argumento para obrar así es que precisamente estos números, más que cualquier otro parámetro, son los que representan el dinero real.
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Warren Buffett, el referente más actual
Probablemente el mejor ejemplo del éxito ligado a estas estrategias es el de Warren Buffett (1930), muy influenciado por las técnicas de su mentor Graham pero con un énfasis aún más marcado por la diversificación y por mantener las inversiones a lo largo del tiempo. Junto a estas premisas, parte del secreto de Buffett reside en buscar el rendimiento en empresas de sectores que domine y de los que tenga un cierto conocimiento.
Puede ser una forma conservadora de ver los negocios pero, a la luz de sus resultados durante décadas de actividad, es un modelo a imitar que él mismo ha equiparado con "hacer una dieta: siempre pero no fácil" porque "los mercados financieros están diseñados para transferir dinero del impaciente al paciente", según sus palabras.