Tan fácil como sacar el móvil del bolsillo y acercarlo al terminal. Pagar algo hoy es muy diferente a hacerlo años atrás. O tal vez no, porque las tecnologías que hacen posible esto ya tienen recorrido, pero la pandemia ha acelerado el uso de estas alternativas de pago que evitan el contacto físico con instrumentos ajenos y que parecen establecer un punto de inflexión, quizá definitivo, para el futuro del dinero en efectivo.

El desarrollo de medios diferentes a las monedas y los billetes es un fin que se ha perseguido durante décadas. El objetivo es liberar a la persona de la atadura de tener siempre dinero en metálico para afrontar cualquier tipo de pago o afrontar alguna eventualidad. A cambio, se intentan establecer sistemas más cómodos, más seguros y más precisos para su operativa diaria. Las tarjetas han sido la vía principal hacia de esta filosofía que hoy en día practicamos casi todos y que no tiene visos de perder empuje, más bien al revés ya que, según datos del Banco de España, las tarjetas aumentaron su circulación en los últimos cinco años en 18 millones de unidades.

Sin embargo, incluso ellas están cediendo protagonismo ante las posibilidades que ya comienzan a erigirse como una alternativa al dinero de plástico. Buena parte de las bondades de este sistema estaban en su tamaño. Además, en los últimos años incluso se activó la función contactless, que tan útil se ha revelado en este contexto de urgencia sanitaria que vivimos. Y es que, como explica Silvia Churruca, CEO de Payment Innovation Hub, "en este paso hacia la nueva normalidad, se está experimetnado a nivel de cliente un impulso adicional por todo lo que sea pago digital, pago electrónico o pago sin contacto, el contactless, para disminuir el contacto con superficies comunes". Esta tendencia, acelerada por la pandemia, quedó clara durante el mes de abril, cuando el uso de esta característica subió un 15% pese a la drástica caída del consumo durante esas fechas.

¿El dinero físico desaparecerá de nuestras vidas?

Pero aun con estos argumentos, la irrupción del móvil ha eclipsado al resto de medios. Como recuerda Eduardo Prieto, director general de Visa España, "en nuestro país, e incluso a nivel europeo, se lanzó el primer piloto de pago móvil con nuestro socio, CaixaBank, y la experiencia nos dice que cada vez lo usaremos más en nuestras compras diarias". Además, los smartphones también permiten, vía apps, gestionar las finanzas personales como si lleváramos la oficina bancaria con nosotros.

El móvil, la navaja suiza de la banca personal

El teléfono móvil es un dispositivo cuya penetración entre la población es mayoritario: más del 92% de españoles cuenta con uno, según la consultora Deloitte. Y a efectos de economía, las características cada vez más avanzadas del hardware y las nuevas tecnologías que se le incorporan, lo convierten en una especie de navaja suiza que permite instrumentalizar los pagos o hacer pequeñas transacciones directas. Son posibilidades que ayudan a eliminar barreras físicas y favorecen la experiencia de los usuarios pero que, dada la necesidad actual de reducir al máximo el contacto, adquieren aún mayor relevancia.

Y es que, de las cosas que la pandemia ha acelerado durante estos meses, y que previsiblemente sobrevivirán a este episodio que estamos viviendo, será el fomento de estos medios y del comercio online, otro de los grandes pilares que saldrán reforzados de esta crisis y que, obviamente, descarta el uso de efectivo en las operaciones. Si ya en 2019 creció un 25%, hasta los 48.800 millones de euros de facturación (números del Payment innovation Hub), las cifras pueden dispararse al cierre del presente ejercicio, donde ya hay datos que indican otro salto cuantitativo igualmente espectacular: el que señala un incremento de más del 86% del e-commerce durante la pandemia y el hecho de que el número de hogares que han comprado online se hayan duplicado y alcancen ya el millón.

No se trata de decir adiós al dinero físico porque, como apunta Churruca, al final "es el usuario quien elige qué método utilizar". Pero se estima que en el escenario de convivencia que se abre entre estas fórmulas tan antagónicas, cada vez más gente apostará por otros medios, aunque sea por una cuestión de comodidad. En el segundo trimestre de 2020, en los peores momentos de la pandemia, se registró un 35% de descenso en la retirada de efectivo de los cajeros. Y la tendencia de pagos en establecimientos también se está decantando hacia otras vías, tan avanzadas en tecnología como en imaginación. Este es un aspecto que resalta Prieto, ya que al mismo tiempo que se piensa en el usuario, es necesario dotar "a los pequeños comercios de herramientas para que puedan vender con medios de pago electrónico que ayude a la recuperación y ofrezca más alternativas a los clientes".

Biometría: nosotros somos el PIN

Porque por ejemplo, ¿qué tal pagar con la cara o usando otros datos biométricos? ¿Supone esto el principio del fin de las claves personales o los passwords? A nivel de seguridad, pocas alternativas parecen más seguras y personales que el propio iris, la voz o las pulsaciones, sistemas disruptivos que se están imponiendo en la banca personal y que hasta un 60% de usuarios contemplan como un avance significativo que estarían dispuestos a utilizar en su día a día. Las ventajas son evidentes: no hace falta recordar nada, es muy complicado de falsificar y siempre nos acompaña.

"Estas tecnologías que están en proceso de despliegue y en las que CaixaBank está siendo pionero, como la tecnología biométrica", explica Silvia Churruca, "están ayudando a resolver algunos de los desafíos clave que impone esta nueva normalidad al tiempo que se ofrecen pagos seguros y fluidos para el cliente final".

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Los sistemas de reconocimiento facial se suman al catálogo de nuevas tecnologías que plantean nuevas fórmulas de pagos y que, a nivel usuario, pueden quedar opacadas por estas características más espectaculares. Pero el alcance de sus aplicaciones aún está por explotarse. Por ejemplo, un método cada vez más popular como es Bizum es uno de los ejemplos que conlleva un complejo desarrollo detrás. Se trata de un sistema de pagos y de microtransferencias que han acercado los conceptos del eWallet y del Instant Payment al público con notable éxito porque ya convencen a unos nueve millones de usuarios en España.

En paralelo, es cada vez más usual la aplicación de la inteligencia artificial y machine learning al sector de la banca. Las posibilidades de la combinación de ambas tecnologías están en el fondo de la innovación que afecta a todas las actividades de un banco. Y para sus clientes, a la hora de comprar en una tienda o de pagar una cena también tienen ya un papel importante porque respetan la privacidad personal, contribuyen a automatizar y agilizar la detección, "predicción y anticipación del fraude" y porque, además, se adaptan al perfil personal del cliente para ofrecerle servicios individualizados.

Igual que pagar algo hoy, aunque sea un café, es muy diferente de como se hacía una década atrás, en el futuro puede que veamos con extrañeza estos métodos que se abren camino en la actualidad. Es complicado prever tendencias en este ámbito pero lo que sí se empieza a vislumbrar es que la innovación y la regulación normativa allanan el camino de un ecosistema abierto a iniciativas disruptivas y a una integración de los medios de pago en experiencias de compra basadas en realidad virtual y aumentada. Puede parecer ciencia-ficción pero, si podemos pagar con la mirada o incluso con un teléfono móvil, ¿por qué no?