Hace diez meses, ¿alguien hubiera imaginado estar donde estamos hoy?
Hemos vivimos la caída más violenta de la historia en los mercados financieros (¡un 34% en 23 días en el índice S&P 500!). También hemos visto récords de volatilidad alta (o, mejor dicho, extrema). Hemos visto el petróleo en precio negativo, -39 dólares por barril (aunque fuera un tipo: West Texas, en contratos de futuros y a un vencimiento en particular: mayo), inyecciones de dinero trillonarias a lo largo del mundo con el objetivo de mantener viva la economía, acciones fiscales nunca vistas con el mismo objetivo...
Y al cierre de día 24 de diciembre tenemos rentabilidades en el año muy positivas: un 15% en EEUU (medido por el S&P 500; otro índice estadounidense, el Nasdaq 100, en +46%), un 4% en Japón (Topix), 12% en mercados emergentes (MSCI EM). Europa, con una caída del 5% en el EuroStoxx 50, es la región más retrasada, pero dicho esto, ya ha subido un 49% desde sus mínimos de marzo.
Todas estas rentabilidades tan espectaculares y difícilmente imaginables cuando tratábamos en marzo de ver el otro lado de esas caídas tan extremas tienen un precio. Y este viene determinado por la volatilidad: hoy estamos experimentado el doble de volatilidad (por tanto, de riesgo) que sufríamos antes en los mercados financieros.
Si durante los cinco años anteriores al 19 de febrero de este año (inicio de las caídas), la volatilidad del índice S&P 500 fue de media un 15,03, desde entonces y hasta hoy la media ha sido de 31,57. Mientras que antes de esta crisis difícilmente la volatilidad rompía el techo de los 20 puntos, desde hace diez meses se ha mantenido por encima de 20 de manera casi inalterada.
¿Es correcto y digerible por el inversor que una cartera moderada tenga un 10% o un 15% de volatilidad?
Es un precio que algunos podrán pagar sin problemas, pero para otros puede ser muy alto.
Aquellos que acepten esa volatilidad porque no les afecte en sus decisiones de inversión o porque sea una motivación para invertir más, no sólo no es un precio alto, sino que lo pagarán encantados.
Aquellos que no tengan claro su horizonte temporal u objetivo de inversión, presten demasiada atención a los movimientos diarios de su cartera o directamente no estén dispuestos a afrontar más volatilidad, corren un riesgo mayor: el que se desprende de deshacer posiciones o desinvertir completamente, de hacerlo en un mal momento de rentabilidad o del coste de oportunidad de dejar de ganar en el futuro, tanto en el futuro inmediato como a medio y largo plazo.
Para estos últimos, todo lo que sea seguir invertidos es buena opción. Seguramente la mejor sea buscar un gestor (o una estrategia) que no sólo ponga todos sus conocimientos en optimizar la rentabilidad sino también en reducir la volatilidad de su cartera y, por tanto, el riesgo percibido por sus inversores.
¿Es correcto y digerible por el inversor que una cartera moderada tenga un 10% o un 15% de volatilidad?
La rentabilidad en un momento puntual es importante. Pero más importante es acompañar al inversor en el viaje hacia su objetivo de inversión. La rentabilidad en el destino es infinitamente más importante que en cualquier momento puntual de ese viaje.
Si no soporta las curvas y se baja del tren en mitad del viaje, flaco favor le habremos hecho.
***Gonzalo Pradas es director de Openbank Wealth