2020 lo ha cambiado todo. Los efectos de la pandemia se han dejado sentir en todos los ámbitos de la sociedad, generando desafíos inéditos en tiempos de paz y modificando sustancialmente la mayor parte de nuestras rutinas. Pero, entre estos cambios que hemos ido asumiendo como imprescindibles para contener el virus, la sociedad también ha identificado una oportunidad excepcional para que la reconstrucción que venga a partir de ahora coloque al medio ambiente en el centro de todas las actividades. Se trata de abogar por una economía más limpia y sostenible y que, de paso, también sea más resiliente ante todo tipo de crisis.
Y es que una de las necesidades que más han aflorado durante estos meses es la de contar con un entorno más saludable. El confinamiento y el cese de buena parte de la actividad industrial y de la movilidad urbana han resultado perjudiciales para la economía pero, al mismo tiempo, han delatado cómo los niveles de contaminación cayeron drásticamente, dejando un aire más limpio y respirable que en circunstancias habituales. Es una situación que se ha repetido en buena parte de las ciudades del mundo más afectadas por la pandemia, evidenciando la importancia de apostar por modelos productivos que cuiden del entorno sin que repercuta en su operativa.
Es un proceso en el que todos, cada uno a su nivel, pueden desempeñar un papel activo para hacer de este mundo un lugar mejor. Pero son las grandes empresas las que, por su potencial, tienen que guiar este viraje a gran escala a través de políticas internas que primen estos factores y los coloquen en el eje de su actividad. Es por ello que Coca-Cola ha querido asumir este rol protagonista e implantar en todos sus procesos soluciones que ayuden a lograr estos objetivos de sostenibilidad.
El agua, la materia prima de la vida
Esta política, recogida en los planes de la compañía, afecta a todos los ámbitos en los que trabaja, pero sin duda, uno de los más importantes para la consecución de estos objetivos es el del cuidado del agua. O, por ser más precisos, el cuidado de todo el ciclo del agua. Es un aspecto primordial para Coca-Cola dada su línea de negocio, en la que es esencial para la fabricación de sus productos.
Pero más allá de su importancia como materia prima, también hay que pensar en los otros usos que tiene en la operativa habitual y en la que existe un margen más amplio para alcanzar los objetivos que se persiguen. Son tareas menos obvias para el consumidor pero igualmente importantes. Por ejemplo, la limpieza de las botellas, un proceso que depende del material del envase pero que, en todo caso, exige un planteamiento riguroso y planificado para ser lo más eficiente posible en estas actividades.
En el caso del vidrio, en torno al cual Coca-Cola ya establece parte de su estrategia de reciclado y economía circular, todas las botellas pasan por estos lavados que las higienizan antes de su llenado. El trabajo de la empresa en este punto lleva años enfocándose en optimizar los procesos y afinar las lavadoras de tal modo que se rebaje el consumo. Y fruto de esta ambición se ha conseguido reducir su presencia significativamente, bien gracias a la reutilización del agua consumida, bien a la implantación de máquinas de aire ionizado que ayudan en el proceso.
Las cifras, en cualquier caso, dan el visto bueno a estos esfuerzos, puesto que desde los 2,17 litros de agua por cada litro de bebida que fabricaba en 2010 (incluida la usada para el producto en sí) se ha pasado a 1,83 litros en 2019, lo que constituye una mejora del 15,54%. Y la que se usa se somete a un tratamiento en la propia planta antes de su devolución a las depuradoras y que, en algunos casos, también incluye métodos más específicos para su vuelta a los cauces naturales de forma directa. Con estas actuaciones, Coca-Cola también busca cumplir otro de los compromisos que se ha marcado: el de devolver a la naturaleza el 100% del agua contenida en sus bebidas. Ya el pasado año se repuso al medio natural el 129% del agua contenida en las bebidas comercializadas en España.
Cuidado integral del ciclo del agua
Pero esta concepción integral del ciclo del agua que lleva a cabo Coca-Cola también incluye un análisis de todo el ecosistema hídrico en sus líneas de negocio. Y no solo en sus instalaciones sino en los entornos de las mismas, en los que una de las prioridades es la protección de cualquier fuente de agua de la zona. Es una responsabilidad que aúna el énfasis ecológico y el respeto por las comunidades en las que se asienta. Además, se trata de planes orgánicos, que evolucionan y se adaptan constantemente a las circunstancias.
Y en esa misma línea, la empresa también estimula estas prácticas responsables entre los productores de cítricos mediante la campaña Cítricos Sostenibles. Se trata de un programa en el que se insta a este tipo de agricultores, trabajen o no con Coca-Cola, a que ahorren agua en sus plantaciones y a un uso más contenido de fertilizantes que redunden en una reducción de emisiones a la atmósfera.
La pandemia, como decíamos, ha puesto de manifiesto la importancia de estrategias sostenibles en las grandes empresas. La urgencia de la situación ha puesto en alerta a muchas empresas pero, en el caso de Coca-Cola, la compañía lleva años de ventaja colocándose al servicio de este compromiso con la lucha contra el cambio climático que guía sus actuaciones. De hecho, en la última década ha sido capaz de rebajar hasta un 30,5% las emisiones en toda su cadena de valor en Europa Occidental.
Y en el caso del agua, a este énfasis en un uso más responsable de la misma y a un cuidado de su ciclo de vida, también se unen una serie de iniciativas y proyectos que, durante los últimos años, se han centrado en la protección de espacios de alto valor ecológico. Fruto de la colaboración de la compañía con distintas asociaciones, autoridades e instituciones educativas, hay líneas abiertas para mejorar la calidad de la vida acuática en el estuario del Guadalquivir o la protección de acuíferos y ríos de Teruel.