El emprendimiento es un territorio en el que pocas personas deciden aventurarse. Solo 5,5 de cada 100 individuos en España han emprendido alguna vez, según el Informe sobre Emprendimiento realizado por Cesgar. Cuando se trata de poner en marcha un negocio por cuenta propia, solemos pensar en la dificultad para obtener financiación o hacer el papeleo, pero existe una realidad muy diferente para las personas con discapacidad, y que hace que emprender sea todavía una opción minoritaria.
A pesar de los avances logrados mediante la ley y la concienciación social, la inclusión plena de las personas con discapacidad es todavía un reto pendiente. El trabajo es uno de los instrumentos más importantes para la integración de las personas, sin embargo, el 65% de las personas con discapacidad de nuestro país se encuentran en situación de desempleo. En suprimir esta desigualdad reside la importancia de garantizar las mismas oportunidades para acceder a todas las formas de trabajo.
Ante la falta de oportunidades laborales, el emprendimiento es una buena alternativa para las personas con discapacidad, y parece ser cada vez una opción más consolidada: el 10,4% de las personas con discapacidad ocupadas son trabajadores por cuenta propia, una cifra cada vez más cercana a la del resto de la población activa, que se sitúa en un 16%.
Pero que estas cifras consigan algún día equipararse depende de la eliminación de las barreras al emprendimiento. Un estudio publicado en la revista RIO destaca como los principales factores que limitan el emprendimiento a las personas con discapacidad las cuestiones institucionales y legales, entre ellas, “la falta de vías de financiación adecuadas”. Las trabas burocráticas que acompañan el proceso de crear una empresa suponen una dificultad mayor para las personas con discapacidad, excluyéndolas a menudo para acceder al mundo de la empresa. Los aspectos personales y psicológicos son la segunda barrera de entrada, y las personas encuestadas en este estudio aluden a cuestiones como la falta de empatía en la sociedad.
Existe una empresa que se ha propuesto hacer un mundo más inclusivo, para el que aún “falta muchísimo”, según Lourdes Domínguez, que fundó hace dos años HABI Diseño Accesible para dar soluciones de accesibilidad y eliminar algunos de los obstáculos que dejan atrás a las personas con discapacidad. Domínguez explica que, en “la parte física, parece que con la eliminación de las barreras arquitectónicas está superado, pero luego te das cuenta de que muchas veces tampoco se ha llevado a cabo correctamente. Se olvida mucho lo sensorial, las personas con discapacidad visual, auditiva o la intelectual”. Más bien, se han ido aplicando ‘parches’ según surgían problemas de accesibilidad, en lugar de partir de un concepto inclusivo para construir edificios, remodelar las infraestructuras públicas o incluso de publicar documentación en internet. “Falta mucha concienciación e información”, concluye Domínguez.
En HABI se dedican a dar soluciones de espacio y de producto aplicando el criterio de universalidad, aunque con la pandemia se han enfocado especialmente “en temas de comunicación, documentación accesible y formación”. En cuestión de servicios, explica la fundadora de HABI, “el tema de la formación o la documentación accesible se está moviendo mucho porque ahora todo el mundo tiene que poder acceder a la información”. No obstante, declara Domínguez, estos meses han visto su actividad restringida debido a la crisis, una situación que se ha repetido en muchas pequeñas empresas del país. Por suerte, han podido superar el peor tramo gracias a una ayuda del Banco Santander.
Ayudas desde el mundo de la empresa para emprender
Cuando se trata de emprender, momentos de crisis como este son difíciles de superar sin apoyo externo, por ello son de gran importancia las ayudas al emprendimiento. Por parte de las instituciones se ha trabajado por hacer más accesible la cuota de autónomos a las personas con discapacidad con una ‘tarifa plana’ (siempre que no hayan estado dados de alta en los dos años anteriores). Además, todas las personas disponen de una reducción del 50% en los cinco primeros años y los menores de 35 pueden beneficiarse de una reducción del 80% en el primer año.
Pero este apoyo no solo llega por parte de las instituciones públicas, sino que las empresas privadas también muestran su responsabilidad social mediante programas de ayuda. Es el caso de Banco Santander que, a través de Fundación Universia, impulsa diferentes iniciativas enfocadas a la inclusión de personas con discapacidad.
Uno de ellos es el Programa de Ayudas a Autónomos por y para la Discapacidad, que proporciona ayuda económica a autónomos con discapacidad o proyectos cuya actividad tenga como eje principal la inclusión de personas con discapacidad, como ha sido el caso de Lourdes Domínguez y su empresa HABI. Han recibido una de las 82 ayudas de 1.000€ otorgadas a emprendedores por sus servicios para proporcionar soluciones de accesibilidad a través del diseño: “Nuestra idea principal es que llegue un momento en que no haya que hablar de inclusión, porque si todo está bajo unos criterios universales todo es para todos”.
Cuenta Domínguez que decidió emprender “porque era un proyecto personal que tenía desde la universidad. Fue mi proyecto de final de carrera y después de estar trabajando por cuenta ajena cuatro años y medio volví a retomarlo”. Al principio contó con la ayuda del Centro Andaluz de Emprendimiento situado en Málaga, donde incluso pudo disponer de un espacio para poder empezar su actividad: “Al inicio toda ayuda es importante”. Ahora, en plena crisis del coronavirus, han recibido el apoyo de la Fundación Universia y Banco Santander. En un momento en el que la actividad estaba prácticamente detenida, esta ayuda fue todo un respiro, que les ha permitido “reinventarnos y pasarnos a lo digital”.
Ayudas como estas son un gran impulso para los emprendedores, y de especial importancia para aquellas personas con discapacidad que deseen lanzarse a hacer realidad una idea. Banco Santander apuesta así por la igualdad de oportunidades y por una sociedad en la que haya espacio para todos.