Fin de curso 2020-21, ¿progresa adecuadamente la digitalización?
Es necesario hacer una reflexión profunda sobre lo que ha funcionado en materia de edución este año y sobre qué nos gustaría mejorar.
Tengo una hija en edad escolar. Hace solo unos días, terminaba las clases, y, de la misma manera que ella recibe sus calificaciones, creo que el cierre de cada curso es buen momento para hacer balance, todavía más después de los acontecimientos del curso anterior. ¿Supimos solventar las carencias con las que nos encontramos?
Si bien marzo de 2020 nos queda ya un poco lejos, la realidad es que el curso que se reanudó en septiembre lo hizo todavía sumido en la mayor de las incertidumbres.
En el último año, nos ha tocado adaptarnos, mucho y muy rápido y, en la mayoría de los casos, lo hemos hecho aplicando medidas de emergencia, coyunturales. Sin ir más lejos, muchas empresas e iniciativas han puesto a disposición de los centros educativos herramientas digitales y nuevas metodologías que han permitido a profesores y alumnos continuar con su actividad.
Unas han funcionado mejor; otras, peor. Sin embargo, hay algo que me dice que esta experiencia nos deja un cambio de larga duración, y ese tiene que ver, precisamente, con una mayor conciencia de lo que la digitalización puede aportar de real y de bueno en su uso dentro del sistema educativo, y no solo para este sino también para el conjunto de nuestra sociedad.
Por decirlo de alguna forma, parece (y así lo espero) que esta situación nos ha abierto por fin los ojos y el ejemplo más claro lo vemos en los planes que han comenzado a activar tanto las instituciones europeas como nacionales: el Plan de Acción de Educación Digital de la UE o el Plan España Digital 2025.
El último, el plan nacional fija, por ejemplo, como uno de sus ejes reforzar las competencias digitales de la ciudadanía y la fuerza laboral, con el foco puesto en profesores, alumnos y en toda la comunidad educativa. Esto ya es clave dentro de las estrategias gubernamentales de todos los países, pero esta hoja de ruta es de gran relevancia para España, ya que la alfabetización digital mejora el acceso al empleo y nuestro país ocupa aún un puesto intermedio-bajo en cuanto a las capacidades digitales de su población.
De hecho, nuestra posición en comparación con los países de nuestro entorno ha empeorado en los últimos años. La propia ministra de Educación, Isabel Celáa, se ha convertido en una firme defensora de la digitalización para acabar con la “triple brecha digital” en la educación: la de las competencias del docente y de los alumnos, y la de la configuración de entornos virtuales en los centros.
Los planes de la Unión Europea siguen una línea similar. El Plan de Acción de Educación Digital (2021-2027) plantea la visión que tiene la Comisión Europea en el avance hacia una educación digital de alta calidad, inclusiva y accesible en Europa, en el que se busca una cooperación conjunta entre los Estados miembros para aprender de la crisis y adecuar los sistemas de educación adaptándolos a la nueva era digital.
Se trata de un plan con dos prioridades estratégicas que para mí son básicas si queremos avanzar y no perder ritmo en la transición hacia la transformación digital. La primera es fomentar el desarrollo de un ecosistema digital de alto rendimiento y esto, como ya sabemos, requiere de infraestructuras, conectividad y equipos digitales, pero también de planificación y desarrollo de capacidades digitales eficaces.
La segunda hace referencia al perfeccionamiento de competencias y capacidades digitales para la transformación digital, y esto requiere el fomento de capacidades y competencias digitales básicas desde una edad temprana y el desarrollo de capacidades digitales avanzadas que generen más especialistas digitales. Este último punto es especialmente relevante.
Como sucede cuando hablamos de la digitalización de otros sectores u otras áreas de nuestras vidas, a menudo ponemos el foco en la tecnología; en el dispositivo de turno o en un software determinado. Pero la realidad es que hablar de transformación digital como sinónimo de tecnología es una interpretación parcial, incompleta, de ese proceso.
En el caso de la educación, más importante incluso que el uso de una pizarra inteligente o una plataforma de e-learning (sin ánimo de despreciar estas herramientas) es garantizar la formación con competencias digitales de profesores y personal de formación, desarrollar contenidos de aprendizaje de alta calidad, o crear estándares y mecanismos para asegurar el respeto a la privacidad y las normas éticas en el uso de la tecnología para fines educativos.
Partiendo de estas prioridades, el plan de la UE actualizará el marco de competencias digitales para incluir la IA y las capacidades relacionadas con los datos, creará un certificado europeo de capacidades digitales para alumnos y profesores, y constituirá un Centro Europeo de Educación Digital que vincule las iniciativas y los agentes nacionales y regionales de educación digital. Estos son, sin duda, avances importantísimos de los que España tiene que formar parte, porque no estamos hablando solo de novedades que tendrán un impacto en las aulas.
Según los datos del informe España Nación Digital hacen falta dos décadas para que los jóvenes que se incorporan al mercado laboral lo hagan con el nivel educativo de las sociedades más prósperas. Con eso estamos hablando de empleo, de disponer de una fuerza laboral capacitada y especializada en el sector digital y apta para las nuevas demandas del mercado, para que, a su vez, las empresas locales puedan integrar las nuevas tecnologías y aprovechar las nuevas tendencias, y para atraer también empresas internacionales innovadoras.
De ahí el valor y la oportunidad que los fondos Next Generation representan, puesto que serán una palanca para la digitalización de nuestro país y ya incluyen entre sus prioridades la transformación digital de nuestro sistema educativo y, de su mano, la capacitación digital de la población deberían situarse en las primeras posiciones en nuestra lista de prioridades. Nos lo debemos desde un punto de vista económico, porque los empleos del futuro requerirán esas competencias y conocimientos digitales, pero también como sociedad, porque no podemos permitirnos que se agrande y que siquiera siga existiendo una brecha digital.
El curso 2020-2021 ya se ha cerrado y muchos estudiantes de todos los niveles se están preparando ya para descansar, pero hay una parte del trabajo que no puede cesar aún: la de hacer una reflexión profunda sobre lo que ha funcionado y sobre aquellos aspectos que nos gustaría mejorar. Aprovechemos la inercia que nos da un momento de crisis como el actual y la voluntad de administraciones, docentes y padres y madres para aplicar aquellas transformaciones que realmente vayan a traer progreso y un futuro prometedor se hagan realidad.
César Tello, director general de Adigital