A la larga… lo bueno es lo correcto
Con la aprobación de la Ley Europea del Clima se aprueba uno de los grandes proyectos de la primera de las seis prioridades políticas de la UE.
El pasado 28 de junio el Consejo de la Unión Europea adoptó la Ley Europea del Clima. El 24 de junio el Parlamento Europeo había hecho lo propio. En breve será publicada en el Diario Oficial de la Unión Europea. Así los europeos nos comprometemos legalmente a ser la primera gran economía climáticamente neutra, objetivo a alcanzar en 2050.
Es decir, tenemos 30 años para lograr que las emisiones del conjunto de gases efecto invernadero, todos aquellos que provocan el calentamiento de nuestro planeta, -no sólo las emisiones de CO2- sean menores que absorciones de los mismos, de modo que el balance neto de estos gases a la atmósfera sea cero. Con ello la Unión Europea dejará de contribuir al calentamiento global del planeta.
Con la aprobación de la Ley Europea del Clima se aprueba uno de los grandes proyectos de la primera de las seis prioridades políticas de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen para la Unión Europea. Se trata del Pacto Verde Europeo, que es la estrategia de crecimiento para Europa. Una estrategia que vincula el desarrollo económico y social, así como la generación de empleo, con las mayores consideraciones hacia los aspectos medioambientales.
Con esta ley, como siempre, la UE lidera la ambición climática a nivel mundial. Lo hicimos en Kioto I y Kioto II. Y lo hacemos de nuevo con el mayor grado de compromiso de cumplimiento del Acuerdo de París. No hay vuelta atrás. Es un compromiso europeo, de los 27 Estados miembros cualesquiera que sean sus gobiernos; no cabe por lo tanto una retirada de nuestros compromisos en materia de clima ‘a lo Trump’. Y debemos felicitarnos por ello.
La Ley Europea del Clima eleva además los objetivos climáticos en un horizonte más próximo: en 2030 deberemos emitir al menos un 55% menos de gases efecto invernadero de los emitidos en 1990. Para poder cumplir lo acordado, en breve la Comisión Europea presentará una batería normativa que ha dado en llamar “Fit for 55%”, que afectará a todos los sectores económicos, a los que se les impondrán nuevos y más exigentes requisitos, que serán, sin duda, costosos.
Por ello, acertó la presidenta de la Comisión cuando condicionó la parte más importante de los fondos de NextGenerationUE, al menos un 37%, a inversiones que permitan alcanzar la neutralidad climática en 2050.
Esta ingente cantidad de dinero, que el Gobierno tiene el propósito de gastar de aquí a 2023, tendremos que devolverlo. No hoy, ni en 2023. Este dinero se devolverá entre 2028 y 2058. Las ayudas no reembolsables se devolverán, al menos parcialmente, ya que a España, como a todos los Estados miembros, le corresponde parte de la financiación del presupuesto europeo con el que se hará frente la devolución de los empréstitos que pida la Comisión. Y si se pidiera la parte que se concede en forma de préstamo, ésta deberá devolverse íntegramente.
Hoy parece lejano, pero los que hoy son jóvenes tendrán que estar devolviendo durante treinta años los muchos miles de millones que se va a gastar en tres. Y cada euro, presente y futuro, tiene un coste de oportunidad, por lo que, quienes harán frente a la deuda que hoy asumimos merecen que los recursos empleados sirvan para crear una economía que les garantice unas mejores condiciones de vida, que supone, tanto la opción a un empleo, como un planeta más habitable. No podemos perder la oportunidad de ganar la batalla a la lucha contra el cambio climático.
Lograrlo requiere inversiones anuales milmillonarias, por lo que al 30% del presupuesto ordinario europeo y al 37% del extraordinario destinado a la recuperación de la crisis derivada del covid, que se emplearán para alcanzar la neutralidad climática, habrá que añadirle financiación privada. La financiación pública por sí sola no es suficiente.
Para ello y en paralelo, los europeos trabajamos en incentivar las finanzas sostenibles para tratar de reorientar flujos de inversión privada a la lucha contra el cambio climático. Se requiere desarrollar previamente un concepto común de qué son y qué no son actividades económicas sostenibles, la conocida como taxonomía europea, hoy ya definida para unas cuantas actividades económicas y para los objetivos medioambientales de mitigación y adaptación al cambio climático.
Este será un proceso vivo, con incorporación y revisión de las actividades económicas y los requisitos que deben cumplir para ser así consideradas, y con la ampliación a otros objetivos medioambientales. En breve y para mayor efectividad en el propósito de alcanzar nuestros ambiciosos objetivos climáticos, las grandes empresas y todas las cotizadas deberán reportar anualmente sobre su actuación en materia climática teniendo en cuenta esta taxonomía.
La neutralidad climática no vendrá sola. Ni será fácil ni gratuita. Se requiere la suma de muchas fuerzas de todo tipo: regulatorias y financieras. Requerirá de todas las administraciones públicas, de ciudadanos y ciudades; de empresas y del sector financiero. Requerirá generar nuevos conocimientos que desarrollen nuevas tecnologías. Requerirá invertir muchos miles de millones de euros.
Esta transformación causará perturbaciones en algunos ámbitos, sin duda. Por ello la Comisión ha previsto mecanismos para que la irreversible descarbonización de nuestra economía se haga de modo socialmente justo con las regiones y sectores más afectados. Muchos recursos deberán emplearse, muchos esfuerzos, muchas voluntades deberán aunarse. Pero se lo debemos a nuestros financiadores, las próximas generaciones: Next GenerationEU… convencidos además de que, como dice en una de sus muchas buenas canciones la Oreja de Van Gogh: A la larga… lo bueno es lo correcto.