Efecto incentivador o efecto rescate
Los Fondos Next Generation nos vuelven a adentrar en el laberinto en el que, en ocasiones, se convierten las convocatorias de ayudas.
El reparto de las subvenciones públicas genera en ocasiones controversia. Algunos buscan en la lógica de distribución alguna forma de retorno general, como si fuese un mecanismo para devolver a las empresas una parte de lo que las Administraciones recaudan. Se quejan amargamente de todo lo que pagan de impuestos, y lo poco que reciben en subvenciones.
Sin embargo, los programas de ayudas se diseñan siempre con una lógica asimétrica. Se dirigen únicamente a una parte de los administrados.
Algunas subvenciones tienen un efecto de compensación, de rescate. Se ha producido una circunstancia que ha perjudicado a una parte de los agentes económicos (unas inundaciones, un terremoto, una pandemia), y la Administración ofrece un apoyo que sirva para compensar al menos una parte de las pérdidas sufridas. O hay administrados que no cuentan con medios económicos para atender una necesidad, y se ofrece un apoyo que les permita atenderla (una persona discapacitada en el hogar, por ejemplo).
Sin embargo, hay otras que lo que persiguen es el denominado “efecto incentivador”. Te doy una subvención para que acometas un proyecto. Sin la subvención, no lo harías, o dedicarías menos recursos. El resultado que buscan las ayudas es el incremento del volumen, el ámbito, las cuantías invertidas o la rapidez de las actividades del proyecto.
Además, como la subvención de los costes, cubre únicamente un porcentaje del coste total, los fondos públicos tienen un efecto tractor sobre los fondos privados. Es el caso de muchos programas que ofrecen subvenciones a proyectos de I+D.
Esta es la teoría del “efecto incentivador”, y por eso en estos programas exigen en ocasiones como condición que la actividad del proyecto no se haya iniciado antes de presentar la solicitud de ayuda. Alternativamente, se pide que las empresas presenten una memoria con una evaluación del incremento de las actividades de I+D+i, comparando la situación con y sin concesión de ayudas. Las ayudas no deben subvencionar los costes de una actividad en los cuales la empresa incurriría de todas formas, ni deben compensar el riesgo empresarial normal de una actividad económica.
Los Fondos Next Generation pueden entenderse de manera ambigua. Surgen como reacción a la crisis COVID, y han asignado un presupuesto mucho mayor a los países que han sufrido de manera más intensa sus efectos, así que uno podría asumir que se trata de compensar a estos países. De acuerdo con esa lógica, si la crisis me ha golpeado más fuerte, tengo más derecho a percibir los fondos (esta lógica se extendería también al reparto sectorial de las ayudas).
Sin embargo, el programa se ha planteado también con un objetivo fundamental de incentivar la transformación, de aportar fondos para que se puedan acometer proyectos que, de otro modo, se hubiesen quedado a dormir en un cajón esperando tiempos mejores. En esta lógica, quien merece la subvención es quien se arriesga a acometer un proyecto de riesgo, que pueda generar nuevos puestos de trabajo y crear riqueza, con independencia de si la crisis le ha golpeado, o no.
Así que es importante entender bien esta dualidad, para entender cómo priorizar los proyectos ¿estamos rescatando, o estamos transformando? ¿o un poco de cada cosa? ¿o al final, por querer hacer las dos, no acabamos de hacer ninguna?
La verdad es que el retraso en las convocatorias no va a favorecer mucho el “efecto incentivador”, al menos en este primer año 2021. Entre ponte bien y estate quieto, las fechas de presentación de solicitudes se están concentrando en las últimas semanas de verano, así que las empresas conocerán el importe de la ayuda (si lo hay), probablemente para el último trimestre del año. No parece fácil gastarse 26.000 Millones de euros en unas pocas semanas…
Sería incluso más triste, que sean las auditorías semestrales que hará la Comisión Europea las que descubran esta circunstancia, porque podría llegar a darse el caso de que subvenciones que hubiesen sido aprobadas en primera instancia, sean posteriormente canceladas tras la revisión de los auditores de Europa.
Es muy habitual la queja de las empresas ante este laberinto en que en ocasiones se convierten las convocatorias de ayudas. Solicitas una cantidad, pero la resolución no admite todos los conceptos, con lo que la adjudicación sufre una merma. Después llega el momento de justificar la ayuda, y te das cuenta que en algunos casos no has gastado o invertido lo previsto (porque no has tenido tiempo, por ejemplo), y viene una segunda merma. Todavía queda la respuesta a tu justificación, en la que el gestor de las ayudas puede determinar una tercera merma.
Para rematar la faena, en el caso de Next Generation puede venir después el auditor de la Comisión, con una nueva tijera podadera. Si habías cobrado ya la subvención, te puede llegar a ocurrir que tengas que devolverla, con intereses legales de demora como la guinda de este pastel…
En estos temas, la experiencia es un grado. Al que le han pasado estas cosas alguna vez en la vida, toma nota para la siguiente, y va poco a poco entendiendo la lógica implacable de los evaluadores, así que cada vez acierta más en lo que pide, y en lo que justifica.
Los fondos europeos están teniendo un extraordinario poder de convocatoria. Empresas que no se habían interesado demasiado en las subvenciones están ahora atentas, consultoras que nunca habían ofrecido servicios de apoyo a presentar proyectos lo han incorporado a gran velocidad a su portafolio de servicios…
A estas circunstancias, hay que sumar que una parte importante de las convocatorias está saliendo estas semanas, y el plazo de presentación va a coincidir con las semanas estivales en las que solemos planificar nuestras vacaciones. Algo que no va a ayudar demasiado a que las solicitudes se preparen con calma y con detalle (claro que los funcionarios tampoco van a poder estudiar con mimo la avalancha de expedientes que se.
No sé que me da más miedo. Porque una posibilidad es que cuando vengan las auditorías de Bruselas, lleguen los disgustos, y echen para atrás una parte importante de lo solicitado y concedido (por no cumplir las condiciones del “efecto incentivador”, por ejemplo).
La otra opción es que la Comisión acabe también desbordada, y todo acabe siendo un auténtico coladero. Tampoco serían buenas noticias. Sería una auténtica pena que los fondos Next Generation acabasen sirviendo para financiar proyectos que las empresas estén haciendo este año porque los iban a hacer de todos modos (con o sin subvención).
En fin, el tiempo nos dirá. En cualquier caso, como en casi todas las cosas, un consejo bastante razonable es tratar de acercarse a esta aventura con alguien que tenga experiencia en atravesar este tipo de selvas. Alguien que sepa dónde están las trampas, y cómo sortearlas.
Por ejemplo, si te piden que redactes una memoria que demuestre el “efecto incentivador”, porque estás presentando gastos anteriores a la fecha de solicitud, yo buscaría a alguien que no sea la primera vez que se enfrente a ese reto…
La experiencia, dicen los antiguos, es un grado…