Huele a burbuja...
La evolución del bitcoin recuerda a la crisis de los tulipanes que se adueñó de Holanda a principios del siglo XVII.
El economista canadiense John Kenneth Galbraith sintetizó en su Breve historia de la euforia financiera las burbujas especulativas más famosas de los últimos cuatrocientos años.
Lo más interesante del libro es que explora los patrones históricos que se han repetido en los episodios especulativos más exagerados y que han permitido la retroalimentación de éstos hasta su estallido final. ¿Cuáles son esos rasgos comunes?
La extrema fragilidad de la memoria histórica. De manera sorprendente, en el mundo de las finanzas la historia no es tomada muy en serio. Es habitual que se vuelvan a dar las mismas circunstancias que en el pasado, pero las nuevas generaciones, con alta formación y enorme confianza en sí mismas, relegan las experiencias históricas a vestigios primitivos sin importancia alguna en las épocas que viven.
La creencia de que hay "algo novedoso y distinto" en el mundo.
La equivocada asociación entre dinero e inteligencia. En un mundo donde la acumulación de riqueza es difícil, lo fácil es pensar que los que lo han logrado son una especie de genios financieros que se han adelantado a lo que los demás no fueron capaces de ver y lo lógico es seguir sus pasos. Un comportamiento gregario que implica que la realidad sea totalmente ignorada.
Una deuda desproporcionada alimentada por la euforia que ha producido el "rebaño".
De todos los excesos que han tenido lugar a lo largo de la historia, uno de ellos llama extraordinariamente la atención y quizás podríamos encontrar alguna similitud con algún suceso de rabiosa actualidad. Me refiero a la Tulipamanía, la crisis de los tulipanes que se adueñó de Holanda a principios del siglo XVII.
La euforia por el tulipán fue tal que personas de toda condición liquidaban parte de sus propiedades para "invertir" en el producto
El tulipán llegó a Europa desde Constantinopla a mediados del siglo XVI. Dada su belleza y hermosura, con el tiempo se consideró de enorme prestigio la posesión y el cultivo de la planta. Al final, todo el mundo quería poseer un bulbo y no tanto para cultivarlo, sino para revenderlo. Se pensaba que la pasión por los mismos duraría para siempre y de la mano de esta corriente se establecieron mercados específicos para su venta en la Bolsa de Ámsterdam, Rotterdam y Haarlem, entre otros. A su vez, la fiebre por el tulipán se extendió fuera de Holanda.
La euforia fue tal que personas de toda condición liquidaban parte de sus propiedades para "invertir" en el producto "tulipán". En 1636, un bulbo, al que no parecía atribuírsele valor alguno, podía cambiarse por "un carruaje nuevo, dos caballos y un arnés completo". Sorprendente, ¿no? Un bulbo llegó a valer 3.000 florines, una increíble suma equivalente, aproximadamente, a 40.000-70.000 dólares actuales.
Como siempre, nadie sabe con exactitud por qué llegó el final, pero en 1637 los avezados empezaron a abandonar este terreno y se produjo el gran ajuste. El colapso derivó en una profunda y duradera depresión en Holanda durante los años venideros, además de un sinfín de tragedias personales. ¿Le recuerda a algo esta historia? Sí, exacto, las criptomonedas.
En el año 2012, el bitcoin cotizaba a menos de 10 dólares la unidad, alcanzando en abril del año 2021 la friolera de 64.000 dólares. En la actualidad cotiza alrededor de 45.000 dólares. ¿Qué hay detrás de esta explosión de valor?
Se dice que las criptomonedas pretenden acabar con la hegemonía de los bancos centrales y que serán un medio de pago en el futuro. Pero, para ser dinero, deben reunir tres características que, por el momento, no reúnen
Se dice que las criptomonedas pretenden acabar con la hegemonía de los bancos centrales y que serán un medio de pago en el futuro. Pero, para ser dinero, deben reunir tres características que, por el momento, no reúnen: unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor. Además, la aparición, en un futuro próximo, de las monedas digitales de los bancos centrales hace más difícil que este proceso pueda cristalizar.
Nos encontramos ante algo novedoso y distinto, inicialmente sin valor alguno detrás, con un efecto rebaño sorprendente y con inversores de gran preparación y juventud. A pesar de las voces de alarma vertidas por la mayor parte de los organismos mundiales, la euforia continúa.
Es difícil predecir una burbuja, pues si no estalla nunca existió. Por tanto, sólo se considerará burbuja si estalla y el rebaño se dispersa. Entonces, empezará la búsqueda de los culpables.
Dicho todo ello, lógicamente no tenemos una bola de cristal, simplemente recordarles que usen la lógica, eviten el efecto rebaño, recuerden la historia y sean muy prudentes. El tiempo, como siempre, será el juez supremo que dicte sentencia.
***Pedro Mas es director general de Santander Private Banking Gestión.