La transición energética plantea numerosos retos para el futuro. Uno de los más acuciantes en estos momentos es el de la descarbonización de las economías, desafío para el cual los países deben anticipar sus necesidades energéticas si quieren cumplir el objetivo último: dejar un mundo más verde a las generaciones que están por venir.

En la culminación de dicho objetivo juega un gran papel el trabajo que realicen gobiernos y empresas para impulsar la transición energética. En este sentido, por el desarrollo que ha llevado a cabo de las energías renovables, Iberdrola se sitúa a la cabeza del proceso de descarbonización en España, y también se ha convertido en una de las empresas que lidera el sector de las renovables en el mundo.

El grupo suministra energía a cerca de 100 millones de personas en todo el mundo, desarrollando sus actividades de renovables en decenas de países en Europa, América, Oceanía y, por último, Asia, donde recientemente se ha sumado a nuevos proyectos en Taiwán y Filipinas.

Con estos dos nuevos proyectos, la compañía continúa aumentando su plan de inversión -que crece hasta los 75.000 millones de euros para 2025 y a 150.000 millones para 2030-, en el que las renovables, junto al avance de las redes inteligentes y la electrificación de la economía, adquieren un papel protagonista.

Por otro lado, también cabe resaltar la inversión de más de 120.000 millones de euros que Iberdrola ha realizado en las últimas dos décadas para la construcción de un modelo de negocio más sostenible, basado en sólidos principios medioambientales, sociales y de gobernanza.

Los planes y alianzas estratégicas que el grupo ha llevado a cabo en los últimos años tienen un objetivo claro e inamovible: luchar contra el cambio climático. Lo hace apoyando y dando valor a las comunidades locales en las que opera a través del empleo, por ejemplo. Con una plantilla de más de 37.000 personas en todo el mundo, la compañía contribuye al mantenimiento de unos 400.000 puestos de trabajo directos e indirectos en toda su cadena de suministro.

De este modo ayuda a consolidar la economía de los países, y la economía global en su conjunto, pero sin perder de vista los retos de la transición energética y la apuesta por la sostenibilidad.