Señalaba Karl Marx que la historia siempre se repite, la primera vez como drama y la segunda vez como farsa. Margaret Thatcher es el modelo político de la actual primera ministra del Reino Unido, Liz Truss. Además, Thatcher fue la primera ministra más popular de Gran Bretaña en el siglo XX. Eso sí, después de liderar una revolución liberal, ganar la guerra de las Malvinas, y vencer en varias elecciones, fue una rebelión interna de su grupo parlamentario lo que terminó con su carrera política.
El principal motivo de la caída de Thatcher tiene nombre de impuesto, el denominado 'poll tax' (impuesto de capitación). Esta contribución personal pretendía sustituir a las 'property taxes' que gravan los inmuebles, y que son, en casi todo el mundo, el principal impuesto a la riqueza, además de la principal fuente de financiación de los Ayuntamientos.
Es algo parecido a que en España se sustituyese el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) por una contribución personal que pagase cada vecino. Pensemos que el IBI en España recauda unos 14.000 millones de euros al año, frente a unos 1.200 millones que recauda el impuesto del Patrimonio. Pero, además, en Gran Bretaña y Estados Unidos, los impuestos locales sobre la propiedad inmobiliaria son muy superiores a los españoles.
Sustituir un impuesto a la propiedad, que, por otra parte, se repercute sistemáticamente a los inquilinos, por un impuesto en el que, con alguna leve modulación, todo el mundo paga lo mismo con independencia de su renta o riqueza, es, literalmente, que los ricos paguen muchísimos menos impuestos. Pero, estamos hablando de un reparto de la carga fiscal, esto quiere decir que el gasto público se puede financiar.
En cualquier caso, es bastante discutible que el poll tax sea más eficiente económicamente que los impuestos a la propiedad, pero es claramente más injusto. Thatcher pensó que tenía capital político suficiente para esta reforma fiscal, pero su partido, acertadamente, no lo vio igual. Efectivamente, John Major, su sucesor ganó las siguientes elecciones por mayoría absoluta, y los británicos siguen teniendo impuestos a la propiedad y no poll tax.
Treinta y dos años después de la caída de Thatcher, Liz Truss ha presentado su programa económico de la mano su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng. Truss y Kwarteng escribieron, junto con otros autores, un libro, Britannia Unchained (Gran Bretaña desencadenada) en el que abogaban por un nuevo modelo económico para Gran Bretaña, en el que se incluía una rebaja fiscal.
[Reino Unido rebaja impuestos para potenciar el crecimiento de la economía]
No existe veneno intelectual más potente que creerse la propia propaganda. Y eso parece que tiene la nueva propuesta fiscal para "impulsar el crecimiento". Por un lado, se proponen rebajas fiscales por importe de unos 45.000 millones de libras al año. esta sería la segunda rebaja fiscal de más importe de la historia del Reino Unido. Para que nos hagamos una idea, la economía británica puede ser el doble de la española, con lo que estaríamos hablando de una rebaja de impuestos de más del 2% del PIB.
"Esta sería la segunda rebaja fiscal de más importe de la historia del Reino Unido"
Algunas medidas serían: una rebaja de 5 puntos (del 45% al 40%) del tipo máximo del IRPF, una bajada de un punto (del 20% al 19%) del tipo mínimo (aunque no lo parezca, esto supone mucho más dinero porque todos los contribuyentes pasan por el primer tramo y muy pocos por el último), la anulación de la subida de 1,25 puntos de las cotizaciones sociales, la suspensión de la subida del impuesto de Sociedades del 19% al 25% prevista para 2023 y un aumento de 125.000 libras del mínimo exento para el impuesto del 5% en la compra de vivienda. Por último, se restablece la exención del IVA a los turistas.
Usted se preguntará cómo se paga un recorte fiscal de esta magnitud, especialmente en un país que parte de un déficit de 7,99% del PIB en 2021, y con una deuda pública acumulada del 95% del PIB. Una situación fiscal un poco mejor que la española, pero no mucho. Sorprendentemente, o no tanto, el planteamiento, a diferencia del de Thatcher para rebajar los impuestos a la propiedad, no es sustituir por otra contribución, sino financiar a cargo de deuda, confiando en que el crecimiento futuro permita reequilibrar las finanzas.
Además, no es que el gasto se vaya a recortar, sino que el Gobierno británico va a congelar las facturas de la luz de los británicos, pese a que suba el precio de la energía, que es básicamente importada. Este gasto se ha estimado en unos 130.000 millones de libras al año -y es una estimación conservadora- mientras dure la crisis energética. Según Kwarteng, esta medida permtiría reducir sustancialmente la inflación, que ya está en doble digito en el Reino Unido.
"No parece que de este populismo fiscal desencadenado (de la realidad) se vaya a beneficiar prácticamente nadie en el Reino Unido"
La oposición laborista ha denunciado que son los más ricos los que más se van a beneficiar del recorte de impuestos. En realidad, y cómo ponen de manifiesto los propios mercados financieros, no parece que de este populismo fiscal desencadenado (de la realidad) se vaya a beneficiar prácticamente nadie en el Reino Unido. Los mercados han reaccionado vendiendo libras, ya que desconfían de la economía británica: la libra se ha hundido frente al dólar, que se está revalorizando frente a casi todas las demás monedas, pero también frente al euro. Por otra parte, los tipos de interés en el mercado han subido, anticipando la, previsible, nueva subida de los tipos de interés del Banco de Inglaterra.
La papeleta del Banco de Inglaterra es complicadísima. Para evitar que la libra se siga devaluando frente al dólar, va a tener que subir los tipos de interés mucho más rápido que la Reserva Federal. Si no lo hace, las importaciones como el gas y petróleo, que se pagan en dólares, se encarecerán aún más. Esto da lugar a mayor inflación, y por supuesto aumentará el coste de congelar las facturas de la luz.
Pero una subida radical de tipos de interés, que algunos ya reclaman, llevaría a la economía a una recesión, además de aumentar la carga de intereses no sólo de los deudores británicos, sino también del Tesoro.
Por si fuera poco, el problema exterior, colocar más dinero en manos del público, vía reducción de impuestos, lleva a más inflación porque incrementa la demanda. Esto se da especialmente si la inflación procede, como en el resto del mundo, del aumento de precio de bienes importados, especialmente materias primas y energía. Y para reducir esta inflación adicional generada por la demanda, no quedaría otro remedio que endurecer, aún más, la política monetaria.
Es complicado admitir, sea en España, en Gran Bretaña o prácticamente en toda Europa, que somos más pobres, pero ésa es la realidad: pagamos mucho más por una energía que necesitamos, y lo pagamos a otros países. Ese coste se puede repartir de muchas formas, y algunas son más justas que otras, pero no se puede hacer política económica y fiscal, como si eso no existiese.
Señalaba Oliver Wendell Holmes, hace más de un siglo, que "los impuestos son el precio que pagamos por la civilización, en la selva no existen". Aunque esto no se comparta, el gasto público hay que financiarlo fundamentalmente con impuestos.
Por supuesto, se puede recortar el gasto, o sustituir unos impuestos por otros. Pero no se puede pretender que haya más gasto público, que pague el aumento de la factura energética, pero que se pague con menos impuestos.
En Gran Bretaña se han tomado muchas decisiones populistas, y en mi opinión claramente erróneas, empezando por el brexit. Pero ésa fue una decisión de los propios británicos en referéndum.
Ahora, Truss heredera política de Boris Johnson, y con muy poco apoyo de su grupo parlamentario, que hubiese preferido al excanciller Sunak, está tomando una deriva populista que no fue la oferta que el Partido Conservador presentó a los británicos, que eso sí, serán quienes paguen la factura.
*** Francisco de la Torre Díaz, economista e inspector de Hacienda. Autor de '¿Hacienda somos todos?'.
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