Falta ya menos de un mes para que se celebren las elecciones estadounidenses, fijadas para el 5 de noviembre, y a tenor de los resultados que avanzan las encuestas, la votación de este año parece una moneda al aire. En las encuestas nacionales de RealClearPolitics, Kamala Harris actualmente tiene el 49,1% del voto popular, en comparación con el 46,9% de Trump.
Si bien esta previsión marca un gran cambio desde el final de la campaña de Biden, cuando el propio Trump tenía una ventaja de alrededor de tres puntos, no asegura que esta distancia se pueda mantener hasta el final de la carrera.
En el sistema electoral de Estados Unidos, a cada Estado se le asigna un número diferente de electores en función de la población. El candidato con el mayor porcentaje de votos en cada Estado, con las excepciones de Maine y Nebraska, recibirá todos los escaños en el sistema de ganador absoluto, en el que el vencedor necesita obtener al menos 270 votos para ser elegido.
En estos momentos, con el resultado de la mayoría de los estados ya aparentemente definido, la elección, como siempre, se ganará o perderá en solo un puñado de estados en disputa, que este año parecen ser Arizona, Georgia, Míchigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin.
Los estadounidenses también votarán sobre la composición del Congreso, compuesto por la Cámara de Representantes y el Senado. Se disputarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes, al igual que 34 de los 100 escaños del Senado, y el signo político resultante será, como siempre, muy importante, en la medida en que dictará la capacidad del presidente y su partido para imponer cambios de política.
Si bien esta previsión marca un gran cambio desde el final de la campaña de Biden, cuando el propio Trump tenía una ventaja de alrededor de tres puntos, no asegura que esta distancia se pueda mantener hasta el final de la carrera.
En este contexto, y a falta todavía de pocas semanas para conocer el veredicto de las urnas, los mercados financieros han reaccionado hasta el momento de forma moderada, si bien la volatilidad, como es previsible, irá en aumento a medida que nos acerquemos a la fatídica fecha, dado que las políticas que defienden uno y otro candidato son notablemente diferentes y sus repercusiones económicas y financieras, enormes.
Podría decirse que la implicación más significativa para los mercados bajo la presidencia de Harris sería la imposición de impuestos más altos que bajo la administración Trump, suponiendo que pueda aprobar sus planes en el Congreso. Durante su campaña, Harris ha presentado propuestas para aumentar el impuesto de sociedades del 21% al 28%, mientras que fija el impuesto a las plusvalías en el 28%. Esta tasa es más alta que la actual del 20%, pero mucho más baja que el 39,6% propuesto por el presidente Biden. Por el contrario, el impuesto a la renta permanecería inalterado.
En política exterior, Harris ha respaldado la postura de Biden hacia China y secundado los esfuerzos para restringir las exportaciones de semiconductores al país. La fría relación con el gigante asiático probablemente se mantendrá, aunque veremos mucho menos proteccionismo que con Trump y los aranceles no serán tan extremos. También se ha comprometido a seguir apoyando a Ucrania "hasta donde sea necesario", sin cuestionar la relación de Estados Unidos con la OTAN.
Por su parte, un segundo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca conllevaría un regreso a muchas de las políticas que aplicó después de su victoria electoral en 2016. En el frente interno, Trump buscaría una extensión de la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos de 2017 más allá de su fecha de expiración de 2025, lo que garantizaría la continuidad de la tasa única de impuestos corporativos del 21%.
En política exterior, Harris ha respaldado la postura de Biden hacia China y secundado los esfuerzos para restringir las exportaciones de semiconductores al país. La fría relación con el gigante asiático probablemente se mantendrá.
También ha esbozado planes para ampliar el crédito fiscal por hijo y eximir de impuestos los ingresos por seguridad social y propinas, lo que asciende a reducciones fiscales totales de alrededor de 10.500 millones de dólares; incluso en un Congreso controlado por los republicanos, es poco probable que estas políticas se aprueben en su totalidad.
Veríamos, además, un regreso al enfoque de "Estados Unidos primero" que caracterizó su primer mandato en la Oficina Oval. Trump ha reiterado su promesa de aplicar un arancel mínimo del 10% a las importaciones de la mayoría de los países como una forma de promover la producción estadounidense y aumentar los ingresos fiscales, aunque no se prevé que esto sea suficiente para compensar por completo la pérdida de ingresos por la extensión de sus recortes de impuestos internos.
También planea poner fin a lo que ha calificado como prácticas comerciales desleales imponiendo aranceles de al menos el 60% a los bienes chinos importados.
Asimismo, es probable que haya dudas sobre la posición de EEUU en la OTAN, los mayores riesgos de seguridad europea y la reubicación de la producción industrial europea a los EE. UU., lo que podría presentar riesgos a la baja para la economía europea y el euro.
También planea poner fin a lo que ha calificado como prácticas comerciales desleales imponiendo aranceles de al menos el 60% a los bienes chinos importados.
Para los mercados de divisas, la victoria de Kamala Harris sería el escenario de menor incertidumbre, puesto que, en gran medida, veríamos una continuación del statu quo en la política interna y externa.
La perspectiva de impuestos más altos podría ser un factor bajista leve para el dólar, ya que los inversores se preparan para un desempeño más débil en la economía estadounidense, una inflación más reducida y unas tasas de la Reserva Federal más bajas que bajo Trump. Los mercados también incluirían en los precios un menor proteccionismo y un crecimiento global más fuerte, particularmente en Asia, lo que también podría ser negativo para el dólar dada su condición de refugio seguro.
Por su parte, las monedas de los mercados emergentes podrían recibir un impulso leve, en particular las de Asia que están estrechamente vinculadas a la economía china. Las monedas europeas también se recuperarían previsiblemente ante el menor riesgo de seguridad para el Viejo Continente.
Por el contrario, una victoria electoral de Trump sería alcista para el dólar estadounidense. La perspectiva de una mayor inflación en Estados Unidos podría tener ramificaciones perjudiciales para el crecimiento a mediano plazo y, previsiblemente, los mercados reaccionarían principalmente incorporando en los precios una tasa de interés terminal más alta de la Reserva Federal.
El mayor riesgo de una desaceleración del crecimiento global inducida por el proteccionismo estadounidense también podría conducir a un empeoramiento del apetito por el riesgo y a un aumento de los flujos de refugio seguro hacia el dólar, al igual que los mayores riesgos geopolíticos bajo la administración Trump.
En este escenario, es muy posible que las monedas de los mercados emergentes se vendieran de forma generalizada, encabezadas por las de Asia, a medida que los inversores se preparasen para tasas más altas en Estados Unidos, un mayor proteccionismo, una política exterior más errática y un crecimiento más débil en China. En cuanto a las monedas europeas, podrían cotizar a la baja en medio de la incertidumbre sobre la OTAN y los aranceles más altos. Sin lugar a dudas, la volatilidad en los mercados sería mucho más elevada que en el caso de una presidencia de Harris.