Hombre comprando productos en el supermercado.

Hombre comprando productos en el supermercado.

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Adiós a la hucha: este es el desconocido truco para ahorrar y no despilfarrar tu dinero haciendo la compra

La toma de decisiones a la hora de realizar las compras puede ser un factor clave a la hora de conseguir ahorrar de forma efectiva.

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Se suele decir que la vida está llena de decisiones, un paso en la dirección incorrecta puede significar un resultado totalmente distinto al que teníamos previsto. Para todo necesitamos tomar una decisión, desde qué ropa nos ponemos, qué vamos a cenar o ¿me tomo un café o una coca cola?

Las decisiones, los comportamientos y las emociones dictan nuestro día a día y en el ámbito financiero también están presentes. La Economía del Comportamiento, también llamada Behavioral Science, es el punto de encuentro entre la Economía y la Psicología. Como buen punto medio busca estudiar los comportamientos de una persona cuando se encuentra frente a frente con una decisión financiera.

Este concepto puede parecer algo novedoso y actual, sin embargo, existe desde los tiempos de Adam Smith, el padre de la economía. ¿Por qué nos importa tanto este tema? porque nuestras emociones, el contexto que nos rodea y nuestros comportamientos influyen activamente en nuestras inversiones y gastos. Al final, todo en la vida son decisiones.

Emociones y finanzas

En España, al menos 57% de los jóvenes se consideran indecisos. El por qué de esto tiene una respuesta simple cuando entendemos nuestro cerebro. Para ello, vamos a dividirlo en dos mitades con dos sistemas de pensamiento: el 'sistema lento' y el 'sistema rápido'.

El lado lento, es aquel que procesa más las decisiones. Es calculador, lógico, consciente y en general dedica más tiempo a sacar una conclusión sobre cualquier situación.

Por el contrario, el lado rápido, es mucho más impulsivo, emocional, automático y, sobre todo, frecuente. El 90% de los españoles toma sus decisiones de compra con este lado del cerebro. Aunque el pensamiento deliberado puede llevarnos a mejores conclusiones, muchas veces optamos por respuestas automáticas basadas en percepciones y hábitos.

El contexto y el entorno en el que estamos también es un factor que acaba ejerciendo su inl¡fluencia ne nuestro comportamiento. Estos estímulos internos o externos pueden generar sentimientos como euforia, tristeza, ansiedad o miedo, muy comunes a la hora de invertir. Algunos consejos que podemos seguir para tomar mejores decisiones a la hora de invertir son los siguientes:

  • Gestionar mejor nuestras emociones, por ejemplo si estamos muy tristes, es mejor respirar hondo antes de entrar a cualquier tienda a comprar o hacer gastos innecesarios.
  • No confiar en exceso, sobre todo a la hora de invertir.
  • No poner el foco en las pérdidas sino en las ganancias, si perdemos mucho dinero en una mala inversión, en vez de caer en una espiral de autoculpabilidad, es mucho mejor dejar ir y enfocarse en la siguiente.
  • Asesorarnos a la hora de invertir y revisar nuestras decisiones para determinar qué podemos mejorar

Los sesgos cognitivos son patrones de pensamiento inconscientes que influyen en nuestras decisiones, muchas veces de manera irracional, es decir, sin que nos demos cuenta. 

En el mundo económico y de las finanzas hay tres sesgos que son los más comunes. El primero es la aversión a las pérdidas, esto es valorar más las pérdidas en vez de buscar ganancias.

Un ejemplo de esto puede ser un profesor que recibe un bono salarial al inicio del curso con la condición de que se lo retirarán si sus alumnos no rinden bien. La presión por evitar la pérdida del bono puede motivarlo más que la posibilidad de obtener una recompensa adicional.

Otro sesgo es el llamado comportamiento gregario, en otras palabras, tomar nuestras decisiones basándonos en lo que hacen los demás. Cuando nos vemos sumidos dentro de este comportamiento, es recomendable tomar el consejo mencionado antes de asesorarse profesionalmente.

También existe el sesgo del presente, que consiste en buscar una gratificación inmediata, sin valorar los beneficios futuros. Un ejemplo de esto es un experimento a un grupo de personas a las que se les preguntó si preferían recibir 100 euros hoy o 150 euros dentro de un año. La mayoría eligió la primera opción, a pesar de que la segunda representaba una rentabilidad del 50 % anual.

Teniendo esto en cuenta, entendemos que muchas decisiones financieras que tomamos no son racionales, sino todo lo contrario. Pueden estar influidas por la ansiedad, miedo o exceso de optimismo, estas corresponden al lado rápido del cerebro y pueden llevarnos a cometer errores.