Queda poco más de un mes para que Estados Unidos estrene su 46º presidente. Joe Biden jurará su cargo el próximo 20 de enero. Será una ceremonia muy distinta a las de los últimos años, donde se competía por llenar gradas y masas entre el Capitolio y la Casa Blanca.
El nuevo presidente ya conoce el edificio y la estructura del poder, pero todavía no tiene tan claro en qué estado encontrará la casa, entendida como administración, relaciones y sorpresas bajo las alfombras.
Obama se dejaba ver con cierta frecuencia en la arena de la innovación. Sobre todo en Stanford, la universidad emprendedora por antonomasia, pero también en cuestiones relacionadas con Defensa y Ciberseguridad, uno de sus grandes retos, hoy todavía más relevante.
Trump ha sido todo lo contrario. Primero se reunió con los grandes líderes del sector tecnológico con una prioridad clara, conseguir que se generase más empleo para los americanos y menos contrataciones extranjeras. Después, para intentar atraerlos a su administración con contratos estatales, sobre todo militares como señuelo. Pero nunca con un plan claro de futuro.
De Biden no se espera revolución, sino moderación. Es el encargado de sacar el superglue y pegar los trocitos de muchos jarrones rotos, de unir puentes quemados. Su edad y la cantidad de incendios latentes no hacen pensar que la tecnología será su prioridad, pero sí cuenta con una aliada en este cometido, Kamala Harris. Su vicepresidenta criada entre Oakland y Berkeley, en la otra orilla de la Bahía.
¿Un GDPR para Estados Unidos?
Antes de ser senadora en 2017, Harris ejerció primero como fiscal general de San Francisco y después de todo el Estado de California. Durante este tiempo sacó adelante una ley especialmente relevante para las redes sociales.
Entre los méritos de la futura vicepresidenta en este periodo como fiscal se encuentra la creación de una ley de uso de datos y gestión de privacidad que podría equivaler al europeo GPDR para California, la Online Privacy Protection Act. Entra dentro de lo probable que se cree una similar federal, que sea vigente para todo Estados Unidos. A primera vista podría parecer una mala idea para las tecnológicas contar con una ley de este estilo. Sin embargo, ayudaría mucho a trazar líneas, a crear un marco claro que evite disgustos a posteriori.
El número de techies que donaron para su reelección como fiscal general es notable. Destacan Sheryl Sandberg, número dos de Facebook, Jony Ive, el gurú del diseño de Apple, Marc Benioff, fundador y CEO de Salesforce o Reif Hoffman, cofundador de LinkedIn.
Prioridades: eHealth, coches autónomos, riders y criptomoneda
Silicon Valley ya le ha ido dejando caer su lista de Reyes Magos. En la Costa Oeste tienen claras las prioridades.
Durante la emergencia de la Covid-19 se han puesto de manifiesto las limitaciones del sistema actual y la ausencia de una políticas de salud pública. La necesidad de atender al mayor número de pacientes sin que salgan de sus hogares ha dado un nuevo impulsor a los servicios en remoto. En el futuro el modelo híbrido, que descargue los recursos físicos, será un pilar fundamental de las coberturas médicas. Su regulación servirá para sembrar el terreno con competidores más especializados y opciones que añadan big data e inteligencia artificial en diagnósticos y tendencias.
El coche sin conductor sigue en un vacío legal. Tras el entusiasmo de Obama, en los últimos cuatro años apenas se ha sabido nada de esta prometedora tecnología, más allá del abandono de Uber de su intento, la adquisición de Argo, startup de investigación por parte de Ford, y los avances de Tesla. Sin embargo, un marco regulatorio en esta tecnología marcaría no solo el futuro de la industria del motor, sino también el trazado de ciudades. Será pieza clave dentro del amplio concepto de smart cities.
Los conductores de Uber, los que entregan comida a domicilio en las diferentes apps y similares también viven en un vacío legal. No son autónomos, tampoco empleados. Solo el estado de California ha tratado de poner orden. Sin sindicatos (uniones de trabajadores se llaman aquí, que suena menos radical) que los protejan, Washington mirará a California para hacer un equivalente federal que rija su estatus y protección.
Ya no es solo bitcoin, sino un puñado de monedas que cotizan, circulan y sirven de plataforma para usos tecnológicos y transacciones sin tener detrás un banco central como garante. Lo que empezó como la negación de su existencia y validez, se ha convertido en curiosidad y necesidad de comprensión para entrar con cautela. Se quiere evitar a toda costa la generación de una economía paralela o alternativa.
No todos son demócratas
A pesar de la imagen progre que se tiene de Silicon Valley fuera de Estados Unidos, no es algo tan claro. O no tan fácil de catalogar. Ni desde fuera, ni desde dentro. Para entenderlo hay que verlo con otro prisma. Son constructores, les mueve la capacidad de crear o cambiar la realidad, pero en muchas ocasiones son tácticos en la ejecución o demasiado aislados de otros sectores.
Se consideran a sí mismos libertarios. Sin embargo, hay dos que destacan especialmente, Peter Thiel, que fue presidente de Facebook, fundador de PayPal y padre intelectual de Palantir, con reciente salida a Bolsa y con cibervigilancia como finalidad principal; y Meg Whitman, la veterana con incónico collar de perlas que fue CEO de eBay y HP, con asiento en los consejos de Dropbox y Procter & Gamble. Whitman están recién salida del fiasco de Quibi, una aplicación llamada a cambiar el vídeo online que ha tenido que cerrar solo seis meses después de su estreno.
Whitman, republicana pero mucho más crítica con Trump que Thiel, podría tener un puesto dentro de la administración Biden, dentro de la división de comercio. Todo un guiño a los adversarios y una señal más del ánimo conciliador del nuevo presidente que quiere serlo de todos los americanos.
Los grandes interrogantes de los próximos cinco años están sobre la mesa: ¿Acometerán cambios en su régimen tributario? ¿Seguirán los frenos a la inmigración altamente cualificada? ¿Intentarán convertir Facebook en tres empresas distintas: La red social, Instagram y WhatsApp?
Lo que sí es seguro es que la comunicación será más fluida. También que se hará todo lo posible para volver a atraer talento a la zona de la Bahía. Silicon Valley representa el nuevo sueño americano. Los datos son el nuevo petróleo, las patentes assets, y los empleados capital intelectual de gran valor. Frente a la pujanza china, representada por TikTok, Silicon Valley tiene que recuperar su hegemonía para representar en el mundo de los negocios, lo mismo que significó Hollywood en la conquista cultural, el American Way of Life.