La simplicidad del aparato instalado en medio del cultivo puede generar una falsa impresión acerca de su poder real para funcionar como una herramienta eficaz contra la infestación de orugas en la plantación. Se trata de una trampa inteligente desarrollada por la startup brasileña Tarvos que estará en condiciones de funcionar a escala comercial ya durante la cosecha 2021-2022.
El dispositivo está compuesto por un asta metálica de 1,80 metros sobre la cual queda suspendida la trampa. Dentro de este aparato, se pone una feromona específica que llama la atención de ciertas especies que suelen ocasionarles cuantiosos perjuicios a los productores, como en el caso del cogollero del maíz u oruga militar tardía (Spodoptera frugiperda), en la actualidad la principal plaga de la producción de algodón y de maíz.
Cuando los insectos (adultos, en la forma de polillas) entran en el aparato, sus sensores hacen funcionar cámaras inteligentes que activan el registro fotográfico de los nuevos visitantes. Con base en estas imágenes, entra en acción la parte más robusta y tecnológica de este invento.
Todo el sistema, de fácil instalación, funciona acoplado a las trampas instaladas en el campo. Tras el procesamiento de esta información, se retransmiten los datos vía satélite, lo que asegura su funcionamiento en cualquier región de Brasil.
“El algoritmo compara la imagen que terminó de registrarse con otras que forman parte de un banco de datos. Con base en esto, el sistema elabora un informe con la cantidad de insectos registrados durante un mismo día y muestra también cuáles han sido las especies identificadas”, afirma Andrei Grespan, uno de los socios de la empresa, con sede en la localidad de Campinas, en el interior del estado de São Paulo.
Con todos los datos, los gestores de la plantación dispondrán de un panorama claro acerca de en qué condiciones se encuentra la infestación de plagas. Pueden crearse incluso mapas de calor, por ejemplo. Según Grespan, uno de las principales diferencias de este aparato radica en que funciona independientemente de la red de telecomunicaciones que cubre la propiedad. “Todos los datos se descargan en una plataforma online en la nube”, dice. En muchas propiedades rurales brasileñas, en áreas todavía remotas, la cobertura de la señal telefónica no siempre es completa.
El control biológico de las plagas
La gran aplicación de esta invención, que empezaron a gestarla estudiantes de la Universidad de Campinas (Unicamp) hace tres años, es que puede ayudar a los productores a disminuir eventuales pérdidas ocasionadas por la infestación de orugas en sus plantaciones.
“El seguimiento continuo, de bajo costo, constituye un gran desafío para las finanzas de los agricultores”, afirma Grespan. Según el empresario, una de las indicaciones de las trampas inteligentes es precisamente el uso en los cultivos de soja, cuyos productores suelen tener un pequeño margen de utilidades. Aparte de la soja, los test también están realizándose en las plantaciones de algodón, donde la oruga militar tardía se erige como un gran reto para los productores, detrás únicamente del gorgojo del algodón o picudo del algodonero (Anthonomus grandis).
“Por eso ahora, con AgBiTech [una empresa australiano-americana de soluciones para el control biológico a gran escala], estamos probando, en carácter experimental, un servicio de monitoreo de orugas con nuestros aparatos”, dice Grespan.
Los test tanto en la soja como en el algodón están realizándose en propiedades del estado de Mato Grosso, situadas en las localidades de Querencia, Sapezal, Diamantino y Primavera do Leste, y en el oeste del estado de Bahía, en las ciudades de Luiz Eduardo Magalhães y Barreiras.
“Como el sistema detecta la presencia de las polillas que aún se aparearán para que luego surjan las orugas, que son las reales predadoras de las plantas, existe tiempo suficiente para proteger la producción”, afirma Grespan.
Al lograr mapear en forma automatizada los tipos de insectos que se encuentran presentes en la plantación y su cantidad, los productores obtienen una ventaja importante a los efectos de tomar las decisiones más acertadas, según Grespan.
El proceso convencional de monitoreo, que suele valerse de trampas con feromonas, pero sin ningún tipo de aparato electrónico, es mucho más trabajoso e ineficiente, de acuerdo con investigadores de la empresa. La inspección manual, que hacerse semanalmente, requiere de la presencia de personal en el campo, con lo cual se abre el camino de un proceso subjetivo y pasible de fallas. Asimismo, sin un intervalo diario de recolección de datos, no se logrará la precisión del manejo, según Grespan.
Tarvos también será la responsable del desarrollo de los sensores que van empotrados en las trampas. Sistemas que se crearon en el marco de los primeros proyectos en el historial de la empresa. “Nuestra idea inicial siempre tuvo como base el uso de la computación y del procesamiento de imágenes. Cuando entendimos que las plagas constituyen un problema grave para la agricultura efectivamente, resolvimos también seguir ese camino”, dice Grespan.