El sargazo le ha costado caro al Caribe, en general. A las playas atlánticas de México, mucho más. Y es que el calentamiento global ha generado una montaña de algas entre rojizas y pardas, poco atractiva para el turismo y que tiene un impacto más allá de lo económico.
Miami, una ciudad mirando al mar, conectando con América Latina y Europa, puerta de entrada natural a Estados Unidos, quiere convertir el reto de terminar con esta amenaza, como prioridad, y el cuidado del océano y el medioambiente de manera más general, en una forma de hacer negocios haciendo el bien. O “doing well, by doing good”, como suelen decir por aquí.
El último informe de PwC estima una inversión de 630.000 millones de dólares a nivel global para frenar los estragos del cambio climático usando tecnología. Sin embargo, el apartado específico dedicado al mar, denominado bluetech, que abarca energía, alimentación y transporte, según CB Insights, consiguió recaudar 7.100 millones de dólares, 4.000 millones más que en 2020.
Seaworthy Collective, liderada por Daniel Kleinman, tiene el sector climatech como prioridad. Precisamente, dentro de esta ola se enmarca su acuerdo con Salesforce, en una mezcla de beca y acuerdo corporativo que quiere llevar al mercado laboral más techie una conciencia por el medioambiente.
En 2024 vuelven al modelo inicial de dos hornadas de startups a las que ayudan al estilo de un venture-studio: crean juntos, ayudan con conexiones, búsqueda de inversión y salida al mercado, pero con un punto especial: están asociándose con Miami Dade College, una de las universidades públicas más grandes de Estados Unido, precisamente donde su fundador estudió y donde las Ciencias del Mar tienen un papel especialmente relevante.
Si el año pasado fueron 14 las startups que pasaron por el programa, este quiere doblar el número. Entre los éxitos cosechados que le sirven como aval, destaca el caso de Kind Designs, que ha levantado cinco millones de dólares para imprimir un muro en el mar que sirva de control. Otra, quizá más recreativa es Yachting Ventures, que quiere unir dos mundos hasta ahora enfrentados, el de los que quieren conservar el océano y los que hacen un uso recreativo del mismo, especialmente con embarcaciones a motor. O dicho de otro modo, el Miami que se refleja en tantos videoclips de reggaeton.
El sargazo, un problema ecológico y económico
Como decíamos, esas montañas de algas, en muchas ocasiones putrefactas, están haciendo mella también en el aspecto turístico. Incluso hay estudios que apuntan a los efectos que generan sus gases y cómo pueden crear problemas respiratorios. El Condado de Miami Dade ha decidido incentivar la creación de soluciones con una inversión de 100.000 dólares en cuatro startups. Dos de ella basadas en Miami.
Chemergy, nacida en 2011, convierte residuos orgánicos húmedos y plásticos en hidrógeno verde con la promesa de usar solo un 40% de la energía que hace falta en este proceso de manera habitual. El equipo cuenta con un director técnico que estudió en el MIT, Caltech y Stanford.
Por su parte, Algas Organics quiere ayudar a las granjas a tener más y mejor cosecha a un coste menor usando algunos componentes propios de las algas. Al frente de la startup está Johanan Dujon, que promete abaratar un 20% el precio de los fertilizantes usando sus micronutrientes. Dujon lanzó su startups en la isla de Santa Lucía, donde nació, en 2014, donde ya sufrían el sargazo de manera local.
Sin olvidar a X-MET, británica, que quiere conseguir energía renovable a partir de esta materia. Este es quizá, el más ambicioso pero también lejano de los proyectos. Por último, Carbonwave, de Boston, usa las algas para captar carbono.