Tiempos de amenaza nuclear tecnológica
Las alarmas saltaron en Washington la semana pasada. Un documento de seguridad nacional clasificado llegó a las manos del gobierno estadounidense. En él se exponía un plan de Rusia para emplear armas nucleares en el espacio.
La Casa Blanca compartió detalles del informe con el Congreso de EEUU y sus aliados en Europa, pero ante la magnitud de tal revelación, varios congresistas presionaron a la administración de Biden para que desclasificaran más detalles.
Según el informe, Rusia planea un ataque a “medio o largo plazo” contra el sistema de satélites americanos localizados en baja órbita. Este ataque, en el que se emplearían armas nucleares, dejaría inutilizados los sistemas de comunicación, de vigilancia y militares de Estados Unidos y de sus aliados.
En las informaciones compartidas no se detalla con exactitud cuándo podría cumplirse esta amenaza, pero se urge a tomar medidas a tiempo. Los aliados no cuentan con ningún sistema de defensa que pueda prevenir dicho ataque.
La tensión entre países rivales sigue creciendo, con el temor de que esta situación sea un caldo de cultivo para una nueva guerra mundial. Un ataque de dicha magnitud no solo dejaría a Occidente 'ciego', sino que también paralizaría la mayor parte de la actividad diaria.
Rusia atacaría, de manera directa, a uno de los principales motores económicos de Estados Unidos: su industria tecnológica y de innovación. La navegación comercial y personal por GPS sufriría interrupciones y las conexiones de televisión vía satélite dejarían de funcionar, dificultando el acceso a noticias en tiempo real.
Una detonación propulsada por energía nuclear o por un arma nuclear provocaría un efecto dominó de impactos entre satélites que quedarían completamente inservibles. Asimismo, la explosión afectaría, irremediablemente, a los propios sistemas satelitales de Rusia.
Los satélites de otros países como China e India también quedarían inservibles, lo que provocaría un cambio en las relaciones diplomáticas de estos países con Rusia.
Silicon Valley y la carrera espacial
En años recientes, hemos sido testigos de un renacimiento en la industria espacial, impulsado significativamente por la colaboración establecida entre la NASA y el sector privado. Esta sinergia ha dado lugar al surgimiento de numerosas startups dedicadas a ofrecer soluciones innovadoras para el acceso al espacio, destacando por su eficiencia y la reducción de costos asociados.
La tecnología de impresión 3D ha sido vital en la elaboración de cohetes capaces de poner en órbita sistemas satelitales a un costo significativamente menor que los métodos tradicionales. La amenaza nuclear de Rusia supondría un duro revés para esta creciente industria.
El gobierno ruso no ve con buenos ojos las constelaciones satelitales que Occidente ha puesto en órbita en los últimos años. Planet y Maxar son dos compañías espaciales de EEUU que han desempeñado un papel vital en la invasión de Ucrania. Sus sistemas de satélites han ayudado a seguir de cerca los avances del ejército ruso.
Estas dos empresas no serían el único objetivo de Rusia. El ataque también tendría graves repercusiones en el corazón de Silicon Beach (centro de innovación de Los Ángeles).
La constelación satelital de SpaceX quedaría totalmente devastada, provocando que miles de personas en lugares remotos perdieran su conexión a Internet. La compañía espacial de Elon Musk sufriría un grave revés del que sería difícil recuperarse.
Hasta ahora, los más de 5.000 satélites de SpaceX han permitido a los ucranianos (y a su ejército) seguir conectados a Internet. Pero los ucranianos podrían no ser los únicos beneficiados de la conexión a Internet a través de SpaceX.
En los últimos días, han sido publicados informes en los que se aseguran que soldados rusos estarían empleando esta tecnología a su favor. Musk lo ha negado rotundamente. Según fuentes del Pentágono, Rusia ya intentó atacar el sistema de satélites de SpaceX en varias ocasiones, sin lograr su objetivo.
Cabe destacar que el uso de armas nucleares en el espacio no es nuevo. En el año 1962 Estados Unidos detonó una bomba de 1,4 megatones, más potente que la de Hiroshima, a una altitud de 400 km. Un tercio de los satélites en órbita fueron destruidos.
Sin medidas defensivas que ayuden a prevenir ataques nucleares en el espacio, Estados Unidos debería tender, una vez más, un puente estratégico al sector privado tecnológico para buscar soluciones rápidas en caso de que la diplomacia siga sin dar frutos.