Liliana Monge llegó de México a Los Ángeles, ciudad que hoy considera la suya, con solo siete años. Su marido, Gregorio Rojas, colombiano, llegó con solo cinco. Hoy, tienen dos hijos y un tercer bebé que no llora, pero les da trabajo y alegrías. Así definen a Sabio. Una startup que nació en 2013 en Los Ángeles, cuando todavía no se había superado la crisis de 2008.
“La economía pos-covid va a ser muy diferente. Y veo muy claro que los skills que enseñamos nosotros van a ser todavía más necesarios”, vaticina la cofundadora al otro lado de Zoom, en la Costa Oeste de Estados Unidos.
En Sabio enseñan lo básico de programación, pero sirve de punto de entrada para el mercado laboral, la gran obsesión de ambos. Rojas es programador con 20 años de experiencia, trabajó en TMZ, uno de los sites más conocidos dedicados a las celebrities, con scoops mundiales como la muerte de Michael Jackson. También formó parte del equipo de desarrolladores de MySpace, cuando era la red social dominante, incluso superando a Facebook.
Ella, en cambio, se dedicaba al real estate, al mundo inmobiliario en Los Ángeles, sobre todo en el sur de la ciudad, una zona considerada todavía en desarrollo económico. Ser consciente de la desigualdad fue una de las motivaciones para lanzarse a emprender: “Veía una diferencia muy clara entre los que tenían dinero y los que no a la hora de participar en la economía de la innovación. Tener, no solo nociones, sino habilidades de programación, permite entrar en una empresa y después crecer dentro”.
En septiembre de 2013 lanzaron su primera versión del curso, con clases los miércoles por la noche, así como sábados y domingos. Ya son 900 los que han terminado con éxito su formación. Ahora ya dan lecciones diarias. Desde entonces acogen a mayores de 21 años dispuestos a asumir el compromiso de seguir las clases. “Unos pagan la inscripción”, explica la cofundadora, “otros hacen el pago cuando consiguen encontrar trabajo. En general, tienen mucha dedicación. Están motivados”.
Los requisitos no son muchos: “Que sean capaces de estar frente a la computadora a las 9 de la mañana hora local de Los Ángeles, con su conexión wifi”. Así, pasan entre tres o seis meses, según si hacen el curso intensivo o a tiempo parcial. Después de esta formación ya son empleables, asegura.
Gracias a gestiones con la administración han conseguido becas del departamento de trabajo, el equivalente al SEPE en España, que paga 50 inscripciones, así como de veteranos del estado y mujeres en tecnología. “Nos faltan muchas aún. Tienen la beca más completa y nunca conseguimos que se cubra el cupo. Ya no sé qué hacer. Es un programa grande, sistémico. Se tiene la idea de que las mujeres no pueden programar, y ellas terminan por asumirlo. Pues no, si tú puedes, yo puedo”, reivindica.
Con los latinos les sucede algo parecido: “Se apunta mucho a este sector de la población pero hay que dar más apoyo. Creen que esto son matemáticas y que no son buenos en ello. Pero no es cierto. Hay una gran oportunidad. Si consiguiéramos entrenar y emplear a mil al año, mucho cambiarían las cosas en este país”.
Los Ángeles es una de las ciudades cuyo ecosistema tecnológico está creciendo a mayor velocidad. Cuenta con una zona denominada Silicon Beach, entre Santa Mónica y Venice Beach. Ahí nació Snapchat, cerca de una de las sedes de Tesla en California y donde YouTube tiene sus estudios de grabación. “Hay cada vez más startups y aceleradoras. Tenemos algunos alumnos que ahora trabajan en Honey, GoodRx, Universal y Warner”, presume.
Sabio acaba de levantar una ronda de financiación de 300.000 dólares entre amigos y familiares, el clásico friends and family. Hasta ahora se habían financiado con recursos propios. En 2021 confían en salir a buscar una inversión más notable para seguir formando programadores latinos en Estados Unidos.