Llegó a Silicon Valley con poco más que una maleta, una mochila y muchas ganas de aprender. Recién licenciado, Miguel Carranza se mudó a San Francisco para realizar unas prácticas en MindSnacks, una startup de puzles mentales. Formaba parte de Jóvenes con Futuro, un programa impulsado por Bernardo Hernández y la fundación Rafael del Pino para apoyar al talento español en Silicon Valley.
Ahí conoció a Jacob Eiting, su socio en RevenueCat, su actual startup, y fueron conscientes del problema que debían resolver: hacer que los ingresos por suscripción sean sencillos y recurrentes. Durante su tiempo en MindSnacks, cuando Strava empezaba a ser una de las startups con este modelo, lo detectaron.
Eiting es el CEO de RenueveCat; Carranza, el CTO, máximo responsable técnico. Ambos tienen la obsesión por conseguir que los creadores de aplicaciones tengan un mejor control sobre lo que sucede cuando suben sus programas a la App Store o Google Play.
Después de hablar con muchos emprendedores, todos planteaban las mimas preguntas: “¿Quién cancela una suscripción? ¿Cómo hago pruebas de precios? No se podía hacer. Además, había muchos errores y faltaba un estándar”, sostiene Carranza.
Con algunos de los clientes iniciales crearon una beta privada, una versión en pruebas solo por invitación. Fue suficiente para darse cuenta de su potencial y presentar su candidatura a Y Combinator. Entraron en el grupo del verano 2018. Durante los tres meses de inmersión, además de comenzar a conectar con inversores, pulieron su producto.
El ingreso constante de la suscripción
De ahí salieron con una ronda semilla de 1,5 millones de dólares, sumaban más de 100 apps clientes. Hoy superan las 6.000 aplicaciones y dan seguimiento a más de mil millones de dólares en suscripciones. En agosto de 2020 llegó una serie A de 15 millones de dólares. En plena pandemia, y con gran parte del mundo confinado, tenían que activar el plan de expansión.
Se hizo con varias ideas muy claras. La primera, que el talento no tiene barreras y que todo el mundo debería tener acceso a la experiencia de Silicon Valley. A esto se suma que Carranza empatiza especialmente con los procesos migratorios –el suyo se alargó más de lo deseable–. ¿La solución? Contratar en cualquier sitio con el mismo salario, siempre que den el nivel adecuado.
Ya cuentan con talento en España, la costa este de Estados Unidos, Uruguay, República Checa, Holanda y Alemania. Pasaron de ser 20 personas en 2020 a 30 en 2021. El reto no era solo la contratación, también la integración en la cultura de la compañía.
Llegan a mitad de 2021 con una serie B de 40 millones de dólares, apoyados por inversores muy especiales. Empezando por el fondo de continuidad de Y Combinator, y siguiendo por Index Ventures, SaaStr, OakHouse, Adjacent y FundersClub. Se encuentran también algunos pesos pesados de Silicon Valley, como Tobias Balling, CTO de Blinklist; o el CEO anterior de Algolia, Nicolas Dessaigne.
La inversión de Y Combinator dio pie a que Ani Hariharan, del equipo del fondo, se sumara para ayudar a hacer crecer la empresa. “Es una suerte tener en el consejo a alguien tan brillante, con tanta experiencia. Nos guía para crear una empresa verdaderamente grande".
Sin barreras
Se ha unido al equipo, como vicepresidente de ventas, Cailen D’sa, con amplia experiencia en gestión de ingresos recurrentes. Confiesa que le gustaría contar con más mujeres en el equipo (actualmente solo cuentan con dos ingenieras), pero por ahora no consigue atraerlas. “En la parte técnica es complicado, no hay muchos perfiles".
Aunque la sede principal está en Silicon Valley, en España ya cuentan con cinco empleados. “Queremos que puedan competir y vivir dónde quieran”, relata Carranza.
Carranza asegura que Silicon Valley, más concretamente San Francisco, donde vive, no es para todo el mundo. “Implica una apertura de mente grande. Una cosa es lo que te cuentan y otra lo que vives. Es arriesgado y sacrificado, pero a la vez te da acceso a problemas de magnitudes que no habías visto antes, o cuestiones que no te habías planteado, pero hay que aceptar el riesgo”, concluye.
Ni Miguel ni Jacob, los fundadores, tiene gato. El nombre de la aplicación responde a la improvisación, una mascota simpática y un dominio libre.