Si echamos la vista atrás y, sobre todo, si somos honestos, todos encontraremos algún momento en el que no actuamos de la mejor manera posible con respecto a la Covid-19.
Seguro que algún día no limpiamos el calzado antes de entrar en casa; o visitamos a un familiar y le abrazamos furtivamente porque hacía tiempo que no le veíamos; o incluso pusimos en peligro una relación vecinal al colarnos esa mañana en el ascensor, a pesar de que esa chica del quinto nos sugirió con la mirada que prefería que no lo hiciéramos.
Después de dos años -parece lógico pensarlo- ha habido todo tipo de disfunciones e incoherencias en nuestras pautas de comportamiento, pero lo que nadie duda es de que, para corregir esas pequeñas faltas, teníamos sobre nosotros una potente maquinaria de control que suponíamos infalible.
¿Un ejemplo? En plena cuarta o quinta ola, cuando sí podíamos viajar, llegábamos a un hotel y nos intranquilizaba ver cómo un empleado del establecimiento se dirigía hacia nosotros pistola en mano para chequear que no teníamos fiebre.
Era como cuando vuelves a casa después de una cena con amigos y, a pesar de no haber probado ni una gota de alcohol, te pones nervioso cuando te para la Guardia Civil. En este caso igual, en la tecnología de esas cámaras termográficas -que así se llaman estas pistolitas- residía la clave para que pudieras empezar a disfrutar tus vacaciones.
Nadie dudaba, en ese momento, de que ese sistema de control, que también se utilizaba en tiendas, en el acceso a cines o teatros o en cualquier restaurante de cierto nivel, era tan fiable como que el dichoso virus seguía entre nosotros.
Pues bien, un estudio de la Universidad de Málaga ha demostrado ahora que este sistema de control de la fiebre no era fiable. Como lo oyen.
¿Por qué sucede esto?
Científicos del Laboratorio de Fotobiología Dermatológica y del Departamento de Ingeniería de Proyectos de la Universidad de Málaga acaban de demostrar que igual si en algún momento le dijeron que podía pasar, quizá realmente no era lo más adecuado.
Según los resultados de su último estudio, que ha sido presentado en la Reunión Anual de la Sección Andaluza de la Academia Española de Dermatología y Venereología, el uso del propio gel hidroalcohólico que nos untábamos como si nos pagaran por ello o algunos fotoprotectores pueden alterar la temperatura del cuerpo hasta dos grados menos, afectando, por tanto, a la lectura de las cámaras termográficas.
"Este trabajo señala, por primera vez, el posible uso incorrecto de estas cámaras, ya que la temperatura que registran, con la aplicación de fotoprotectores y otros productos de aplicación tópica, podría verse alterada en tan solo un par de minutos", explica el profesor del departamento de Dermatología José Aguilera que, junto a la investigadora Mª Victoria de Gálvez, han coordinado la investigación, realizada en el Centro de Investigaciones Médico Sanitarias de la UMA (CIMES).
Para su desarrollo se ha analizado una muestra de 20 personas -14 mujeres y 6 hombres-, aplicando diferentes formas galénicas o farmacéuticas de uso tópico en cara y espalda.
En concreto, se han estudiado los efectos de fotoprotectores y cosméticos con filtros minerales, que reflejan la luz, así como del gel hidroalcohólico, que también se ha demostrado que puede modificar la respuesta térmica de la piel, incluso más que los fotoprotectores testados.
"Es la evaporación el alcohol que contiene estos productos la que produce la bajada de la temperatura", afirma el investigador.
Los expertos destacan que para un uso adecuado de las cámaras termográficas habría que mejorar el sistema y tomar como punto de medida el lacrimal, que es la parte que no se ve afectada tras la aplicación de estos productos, según se ha evidenciado en el estudio.
La clave, pues, estaría en los ojos. Un control de temperatura a través de los ojos para el control de acceso a determinados recintos que se podría sumar a tantas otras aplicaciones de control que comienzan a tener nuestra mirada como pilar fundamental.
Los ojos, también son la clave en otro proyecto malagueño
Y es que, también en Málaga, curiosamente, se ha presentado en las últimas semanas un novedoso sistema de detección de ojos que permite capturar imágenes nítidas del iris a dos metros de distancia y sin necesidad de que la persona se detenga.
Investigadores del grupo de Ingeniería de Sistemas Integrados de la E.T.S. I de Telecomunicación de la Universidad de Málaga, especializados en visión artificial y robótica asistencial, han sido los autores de este diseño.
Se trata de un paso importante en el desarrollo de sistemas no invasivos de identificación biométrica por reconocimiento del iris, ya que suma una mayor capacidad de procesamiento, con un menor consumo de energía y, además, se ha conseguido reducir el tamaño físico, pasando a ser un sistema empotrado con una única cámara, de muy alta resolución, en lugar de varias cámaras conectadas a sus respectivos ordenadores.
"Su principal ventaja es que funciona con la persona en movimiento y a dos metros distancia, es decir no necesita que la persona se detenga ante la cámara para ser identificada, sino que es capaz de capturar el iris mientras está caminando", afirma el ingeniero de la UMA Adrián Romero, uno de los autores del estudio.
Asimismo, el experto explica que el sistema de detección de ojos desarrollado es capaz de analizar más de 700 imágenes por segundo, aunque, debido a pasos posteriores de filtrado y evaluación, se reduce la tasa a unas 88 imágenes por segundo.
"Hay que tener en cuenta que en el sistema anterior se trabajaba tan solo con una veintena, por lo que el salto cuantitativo es enorme", añade el profesor Antonio Bandera Rubio, perteneciente a este grupo de I+D+i de la UMA.
El resultado es una cámara inteligente de última generación, desarrollada en tecnología Multi-Processor System-om-Chip (MPSoC), con nuevas aplicaciones en múltiples campos como el de la seguridad, la justicia o la salud.
Su implementación comercial es el siguiente objetivo, en busca de convertir el iris en la nueva huella dactilar, facilitando así la seguridad en controles de acceso o aforo y siempre en espacios en los que se especifique previamente la vigilancia.