Reconozcámoslo, el resultado es un tanto decepcionante. Para mí y seguramente para mis jefes: un periodista dedicado a divulgar sobre innovación y tecnología acaba de comprobar que sus competencias digitales son francamente mejorables.
Escribo estas líneas minutos después de haber realizado -como invitado- el test que la Junta de Andalucía pone a disposición de sus ciudadanos para que conozcan cuánto necesitan o cuánto no los cursos especializados que se ofrecen desde la administración pública.
El debate interno que libro conmigo mismo incluye preguntas como "¿será la edad?" (41 años, para quien tenga curiosidad), "¿será la formación recibida en una época en la que la tecnología no era prioritaria?", "¿será la falta de interés en mejorar mis competencias en edad adulta?", "¿será la presión del momento?".
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Quizá las respuestas sean afirmativas en todos los casos, pero la realidad es la que es y toca asumir las consecuencias, si es que las hay. Quizá sólo me salve que mis compañeros y compañeras rellenen también el test y sus resultados sean similares. En cualquier caso, no les puedo obligar.
La prueba, en una fase inicial, parece sencilla y hace que te confíes. Luego vienen preguntas más técnicas y también hay simuladores para que el sistema compruebe cómo te manejas, por ejemplo, al desinstalar una aplicación del ordenador o transferir contenido a una televisión.
En mi defensa diré que he desinstalado muchas veces aplicaciones del ordenador y que, por supuesto, he transferido en infinidad de ocasiones a mi televisor de 55 pulgadas lo que estoy viendo en mi iPad de última generación. Pero en el test no he sido capaz de hacerlo bien.
Qué pensarán de mí mis padres o mis suegros, a los que más de una vez he asesorado a la hora de configurar un dispositivo, a los que más de una vez les he dado algún truquito para que mejoren su experiencia. Qué embarazoso será que lean esto.
El test te somete a 63 pruebas, agrupadas en cinco grandes áreas competenciales -información y alfabetización, resolución de problemas, comunicación y colaboración, seguridad y creación de contenidos- que incluyen 21 competencias concretas.
Distracción arriba, distracción abajo -que no suene a excusa, pero hice el test en plena vorágine laboral de una semana con un día festivo de por medio-, estás prácticamente una hora realizando unas pruebas que van de cuestionarios de 'sí o no', a la ordenación de ítems, pasando por simuladores o la típica pregunta en la que tienes que elegir varias respuestas. ¿También odiáis vosotros leer la frase "ninguna de las anteriores es correcta"?
El caso es que la suerte está echada. Estoy esperando los resultados. He intentado ir anotando algunas preguntas que me han parecido llamativas, algunos errores tontos que he cometido.
Resulta que estaba convencido de que el PUK de un teléfono móvil tenía cuatro dígitos y resulta que el sistema me dice que tiene ocho. Resulta que estaba convencido de que Note era un procesador de textos cuando resulta que lo correcto era haber respondido LibreOffice Writer, un programa que, sinceramente, no había escuchado en mi vida.
¿Por qué habré contestado que un router wifi no es respetuoso con el medioambiente por culpa de su "gran consumo eléctrico"? Ni que fuera un centro de datos. De nuevo avergonzado.
No me veo en condiciones de sacar pecho, pero bueno, aunque sea para salvar un poco mi credibilidad como periodista, creo que no me ha ido mal en todo lo relacionado con las fake news o con la identidad digital que usamos en redes sociales. Sé que, cuando instalas una actualización de software en un dispositivo, no puedes instalar una anterior. Sé que, a día de hoy, la forma más segura de proteger ese mismo dispositivo es con biometría. Sé que cerrar aplicaciones después de usarlas beneficia al medioambiente. Y sé que me puedo lesionar el túnel carpiano si no tengo una buena salud postural al sentarme frente al ordenador.
Igual a alguien que esté peor que yo le han impresionado estos conocimientos, pero no. No es suficiente, no debe serlo. Maldita autoexigencia. A qué mala hora decidí realizar este experimento.
Acaban de llegar los resultados. Estas gráficas no pintan demasiado bien. Por suerte, no hay una nota global, que tampoco es cuestión de machacar al personal. Sólo el nivel por cada competencia. En mi caso, la mayor parte contienen el nivel de 'iniciación', que rima con desilusión. En ninguna de las cinco grandes áreas alcanzo la excelencia, aunque tampoco lo esperaba, la verdad.
En seguridad y alfabetización informacional no he sacado mala nota. Pero lo de la creación de contenidos digitales es de risa. ¿De verdad iba por la vida pensando que sabía subir un vídeo a Youtube? Como mis jefes quieran abrir un canal de Twitch o de Tik-Tok…
Más me valdría que la estrategia de D+I incluyera aspectos como el filtrado de datos de interés, la identificación de soluciones tecnológicas o la colaboración mediante herramientas digitales. Ahí no estoy mal posicionado, según el test.
Me considero una persona bastante respetuosa con el medioambiente, pero por lo visto no lo soy tanto cuando tiene que ver con el uso de la tecnología. Algo que sí sabía de antemano es que no soy bueno en programación ni me gustan demasiado las interacciones mediante aplicaciones digitales. Siempre he preferido un abrazo a un like. Esto último es de cosecha propia, no me lo dice el test.
Una vez analizados los resultados, es momento de tomar decisiones. La Junta de Andalucía, a los usuarios que acaban el test, les ofrece la posibilidad de definir un itinerario personalizado de formación en función de los objetivos que quieran alcanzar.
Es momento de elegir ahora qué competencias digitales quiero alcanzar y qué nivel quiero conseguir. La administración autonómica andaluza te aconseja objetivos pequeños, pero cada uno es libre de soñar a lo grande. Y más si vas tarde. Yo, de momento, he confesado.
Mientras me sigo preguntando en qué momento se me ocurrió someterme a esta prueba de nivel y qué consecuencias puede tener haberlo contado, sólo queda mirar hacia adelante. La humildad de asumir defectos es el primer paso para alcanzar cualquier objetivo.