Las posibilidades son casi infinitas. En los últimos años la tecnología ha posibilitado que vayamos descubriendo las posibilidades que ofrecen los satélites en el campo de la agricultura.
Un ejemplo: ya existen constelaciones de nanosatélites del tamaño de dos cajas de zapatos, situados entre 300 y 570 kilómetros de altitud, tomando imágenes automatizadas que permiten a un software monitorizar toda clase de cultivos, en cualquier lugar del mundo.
Otro: ya existe un modelo de negocio para que pequeños agricultores de todo el mundo puedan acceder a un seguro agrario en condiciones, basado en blockchain y fundamentado con las imágenes que llegan, efectivamente, desde el espacio exterior.
Y un último ejemplo: usar esta herramienta satelital para controlar que no haya fraudes en ámbitos tan sensibles como la concesión de las ayudas de la PAC.
Pero lo decíamos, las posibilidades son infinitas. Y no dejan de aparecer proyectos con los que ampliar el listado, algunos de los cuales, cómo no, tienen que ver ya no sólo con la eficiencia en la producción o en el control de fraudes sino con el cuidado del medio ambiente.
Uno de ellos nos llega desde Baleares. Allí, un equipo de investigadores del grupo de investigación en Climatología, Hidrología, Riesgos Naturales y Territorio (CLIMARIS) de la Universitat Illes Balears (UIB) ha desarrollado, por encargo de la consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación del gobierno regional, un sistema de seguimiento con imágenes de satélite del impacto de la sequía sobre la agricultura.
Se trata, explican desde la universidad, de "controlar la respuesta de las parcelas de secano a la precipitación a partir de la observación, por teledetección, del grado de desarrollo que tienen las plantas en cada momento del año y en relación a lo que se correspondería teóricamente si se siguiera el comportamiento que han mostrado al largo de una serie histórica de 20 años, desde el año 2000".
Remarcan las mismas fuentes que las anomalías negativas en el desarrollo de estas parcelas se corresponden a factores de estrés, que generalmente se relacionan con la mancha de precipitación, y que también pueden verse influenciados por otros factores como la temperatura y el momento de la siembra.
"Como el sistema de control también seguirá el estado de desarrollo de las masas de vegetación natural, se pueden discriminar mejor las circunstancias", indican.
Como ya habrá adivinado el lector, el seguimiento se hace a través de imágenes de satélite equipadas con sensores multiespectrales y empleando un índice del estado de desarrollo de la vegetación (NDVI) que permite discriminar con mucha precisión la vitalidad de las plantas. El nivel de resolución que se aplicará (celda de 250 metros) es muy detallado para un análisis a escala de comarcas y de términos municipales.
El siguiente paso consiste en la interpretación de las observaciones. Con los datos obtenidos se confecciona una cartografía en la que se representan las desviaciones del desarrollo de parcelas, pastos o bosques en relación con lo que sería normal.
Esta información, avanzan los investigadores, también se obtiene a escala de tablas, "empleando como unidades de totalización tanto las divisiones administrativas (términos municipales) como las comarcas fisiográficas (unidades de paisaje con características comunes de relieve, materiales, suelos y otras características físicas)" que constituyen realmente las unidades básicas con las que funcionan los fenómenos naturales.
Esta novedad es calificada como "muy importante", ya que la división administrativa en general no coincide con esta realidad, y algunos términos municipales -sin ir más lejos, el de la capital, Palma de Mallorca-, incorporan terrenos de realidades paisajísticas contrapuestas.
Teledetección e interpretación de datos
Finalmente, la información obtenida a partir de la teledetección se pondrá en relación con los datos de observación meteorológica, particularmente la precipitación y las temperaturas. El conjunto se validará mediante reconexión de campo y visualización directa de parcelas de control en cada una de las unidades de estudio.
En definitiva, se trata de una herramienta que permite conseguir una radiografía de las circunstancias de la sequía agrícola, ya que no está orientada al control de recursos hídricos globales, sino a constatar la respuesta de las parcelas de secano a la precipitación.
Hay que tener en cuenta que la incidencia en el territorio de la sequía es muy contrastada entre países y, en cada uno de ellos, entre comarcas (de hecho, todas las circunstancias de la mancha de precipitación han sido especialmente notorias en Mallorca y Menorca, pero no tanto en otras zonas).
Igualmente, advierten desde la UIB, "a través del índice de desarrollo de la vegetación se puede anotar mucho más para conocer la incidencia de la precipitación que no sólo con la simple recolección de datos meteorológicos".
Por ejemplo, "puede pasar que una plaga en un momento crítico del ciclo de las plantas pugne por aflorar una cosecha excepcional sin que la cantidad de agua precipitada siga siendo muy notoria".
Por el contrario, añaden, "si hay un temporal de lluvias cuando la vegetación ha iniciado la parada veraniega y los cereales se han enquistado, no tendrá ninguna repercusión positiva. Esta diferencia puede tener lugar en una escala semanal".
Con todo, la investigación que se hace a tiempo "proporciona una información trascendental para el mundo de los cereales, las legumbres y los pastos, pero también sirve para dar apoyo al seguimiento del cultivo de secano".
Se podría pensar que estas producciones agrarias tienen poca importancia para el conjunto de la economía insular, pero hay que tener en cuenta "su trascendencia en la configuración de nuestro país y el enorme valor complementario al medio natural que suponen desde el punto de vista de constituir un hábitat muy peculiar para un gran número de especies".