El apellido smart acompaña a cada vez más dispositivos. Tantos, que ya hemos perdido la cuenta. Sin embargo, a veces (muchas) es más potente el eco de la palabra inteligente que el impacto final sobre el producto. Eso es lo que ha pasado con los hogares, con el hábitat. Hace dos décadas ya se hablaba de la domótica y de las smart home, con pequeñas implementaciones que los hacían (a los más privilegiados) mejores. Sin embargo, la crisis llegó y como en muchos otros sectores, la digitalización echó el freno. Se acabó lo de cambiar de casa y menos invertir en costosos gadgets para que las persianas suban y bajen solas, o la vitrocerámica se encienda justo antes de llegar a casa.
Pero en este tiempo el paradigma ha cambiado, el gasto ha vuelto y el acceso a la última tecnología se ha democratizado. ¿El resultado? Empezamos a ver la punta del iceberg de la casa inteligente con aspiradoras robóticas, neveras sensorizadas o asistentes de voz. "Entramos en la era de lo hyperdigital", dice Vicente Blanes, director de Aitex, el instituto tecnológico del textil, que, junto con el de la cerámica (ITC) y el del mueble (Aidimme) forma parte del Observatorio de Tendencias para el Hábitat de la Red de Institutos Tecnológicos de la Comunidad Valenciana (Redit).
En lo hyperdigital conviven digital y físico, por eso el hábitat del futuro mantiene los elementos de siempre, pero "manipulados digitalmente" para ofrecer "productos funcionales, emocionales y transformables que sean capaces de responder a diferentes espacios", dice Blanes.
La funcionalidad es una de las principales virtudes del hábitat del futuro, según explican los expertos del Observatorio. Los precios del suelo suben, las ciudades tienen un tamaño finito y cada vez más gente vive en ellas. Este cóctel es el que hace que el aprovechamiento del mínimo espacio con las máximas funciones se convierta en un imperativo.
"El público quiere sistemas con mucha flexibilidad, modulares y en los que primen las soluciones ingeniosas junto con la tecnología que nos ayude a hacer el día a día más fácil", dice Lutzía Ortiz, responsable de la Unidad de Diseño de Producto del Instituto de Tecnología Cerámica. Las mesas que se convierten en camas y al revés serían un ejemplo perfecto de herramientas que, gracias a la innovación y a una nueva forma de concebir el diseño, incorporan la tecnología y amplían la utilidad del espacio.
"El futuro pasa por la creacion de sistemas producto-servicio", apunta en el mismo sentidoVicente Sales, jefe de Análisis de Mercados y Estrategia de Aidimme. Hablamos de colchones conectados a un wearable y a una aplicación que nos miden la calidad y la cantidad del sueño, entre muchos otros ejemplos. De elementos del mobiliario que se convierten en algo más incorporando utilidades para el usuario que también benefician al diseñador. "La tecnología permite ampliar el negocio. No solo vendes un colchón ya, por lo que hay más negocio, pero también se generan datos que se pueden emplear, etc", cuenta Sales. Sin embargo, esta oportunidad todavía no está siendo abrazada por completo por sectores tan tradicionales como el del muele.
"Este es un escenario real, pero no lo vemos todavía en el hábitat porque requiere una transformación completa de la empresa". De fabricar simplemente colchones, siguiendo el ejemplo, deben pasar a incorporar al equipo ingenieros electrónicos o colaboradores expertos en salud y biorritmos. De momento, el salto lo están protagonizando las grandes tecnológicas que sí están introduciendo en el mercado sus apuestas para digitalizar nuestros hogares con relativa facilidad. Esta debe ser la punta de lanza para que exista una masa crítica suficiente (más allá de los tradicionales electrodomésticos que cada vez incorporan más funciones) y el sector se ponga a trabajar en serio de la mano de expertos en innovación.
Y todo ello, generando un nuevo lenguaje en el hogar, el de las pantallas. "Acabados iridiscentes, superficies que cambian de color, efectos 3D o el control por voz estarán cada vez más presentes en el hogar", cuenta la responsable del ITC. Pero estas superficies no solo son protagonistas dentro de la casa, sino también antes de la casa. ¿Un ejemplo? Las pantallas hápticas, capaces de transmitir texturas y acabados. Estas se colocan sobre la pantalla original de las tabletas que se utilizan para la venta de pisos o selección de acabados y permiten al cliente sentir cómo será, por ejemplo, la textura de un determinado azulejo. Esto ahorra desplazamientos cargando con pesos importantes en el caso de la cerámica, permite ver más posibilidades y facilita la venta. "Tecnológicamente es posible", señala Ortiz. ¿El reto? Como en muchos otros ejemplos, dar el salto al mercado.