La verdad sea dicha: traducir algunas palabras del noruego al español es una misión harto complicada. Las diferencias culturales entre ambos países hacen que, en nuestro idioma, no tengamos representación en el diccionario para conceptos como el de dugnad, bandera y emblema de la Oslo Innovation Week de este año. ¿Qué significa dugnad? Su interpretación literal podría ser la de ‘voluntariado’, pero otra más ambiciosa nos habla de ‘trabajar colaborativamente para lograr un objetivo común’.
Tan bello y tan complicado a la vez, pero esa es la propuesta que el ecosistema de innovación noruego se plantea como forma de competir contra los ya establecidos hubs de startups en Estocolmo, Berlín o la pujante París. "Queremos pasar de ser la capital más joven de los países nórdicos al epicentro más vibrante de innovación en Europa", se reafirman una y otra vez políticos, emprendedores y aceleradoras. Como muestra de esta voluntad, de este dugnad, solo en Oslo hay unas 22 incubadoras y aceleradoras de startups, junto a casi una cincuentena de espacios de coworking; algunos de ellos ya icónicos de la capital como Mesh o 657 Oslo.
Pero la colaboración por la colaboración no deja de ser un silogismo de poca utilidad en el mundo de los negocios. Y Noruega lo sabe. Por eso, desde sus altas instancias políticas hasta el último estudiante universitario del país, todos conocen la estrategia de nación para colocar a Noruega en el mapa mundial de la innovación. Inteligencia artificial, internet de las cosas, coche autónomo y blockchain son las armas con las que ir a la guerra. Sanidad, alimentación y movilidad son sus particulares campos de batalla.
"Noruega no puede ser superior al resto del mundo en todas las áreas: por eso tenemos que priorizar las tecnologías en función del valor que puedan aportar y la madurez de los proyectos que ya tenemos aquí", explica al respecto el joven ministro de Comercio e Industria, Torbjørn Røe Isaksen. Este político conservador, exministro de Investigación en la anterior legislatura, también reconoce la vital importancia de esta apuesta desde el punto más egoísta (pero lógico) posible: mantener la calidad de vida de esta sociedad ejemplar. "Necesitamos más innovadores y más empresas que apuesten por la innovación. Solo de esta forma podremos garantizar el Estado del Bienestar para las próximas décadas", afirmó durante el festival universitario Cutting Edge.
Tirando de la autocrítica que, en algunas ocasiones, se ha echado en falta en aquellas latitudes, Isaksen explica además que su país enfrenta tres grandes retos a la hora de dar el salto definitivo como potencia de la nueva economía digital. El primero tiene que ver con la propia mentalidad noruega ("tenemos un miedo inherente a innovar, pero tenemos que fomentar el riesgo", defiende).
El segundo apela a la necesidad de más medidas para impulsar la digitalización del país ("hemos creado un grupo de trabajo -Digital 2021- para definir políticas específicas al respecto", anuncia el ministro), mientras que el tercero hace referencia a la existencia de "muchos instrumentos de financiación que, en ocasiones, se convierten en un caos y en una jungla al intentar acceder a ellos". Al respecto, Torbjørn Røe Isaksen ya ha prometido una revisión sistemática de esos programas.
Más de 10.000 personas han asistido este año a alguno de los 50 eventos o escuchado a los más de 250 speakers internacionales que se han congregado en la Oslo Innovation Week. Un certamen que, año tras año, muestra la madurez y la evolución de las startups patrias: antaño simples copias de los modelos de negocio norteamericanos (centrados sobre todo en el consumo y entretenimiento); hoy ejemplos de cómo explotar con valor añadido verticales industriales muy específicos. Y lo que es más importante: hacerlo de forma que las prioridades tecnológicas y la agenda política del país coincidan plenamente. Porque, también con la ética, la colaboración y la responsabilidad se puede hacer dinero.
Escaparate de ideas desde Oslo
Imprimir órganos en biogel
Cellink es una startup sueca que promete reproducir órganos con la simple combinación de un biogel especial. Ese producto, una vez impreso en 3D con la forma deseada, es cultivado con células del órgano a reproducir. Por ahora, ya se han ‘fabricado’ con éxito piel, cánceres, células del hígado y células beta, las responsables de la insulina.
Por un desierto cultivable
Convertir el desierto en tierras de cultivo requiere hasta 15 años de trabajo previo. Pero la startup noruega Desert Control promete hacerlo en apenas 7 horas, mediante una mezcla patentada de arcilla y agua. Su líquido cala en el suelo, creando una capa de 40-60 cm de profundidad, que retiene el agua como una esponja.
Fin a los vallados electricos
Nofence es otra startup noruega dedicada al campo, la cual quiere acabar con las vallas electrificadas que controlan al ganado mediante un collar GPS con energía solar y un mapa digital. Si un animal entra en la zona de advertencia, el collar comienza a vibrar y suena para advertirle al animal que recibirá una descarga eléctrica.
Realidad virtual
Visualiz es una plataforma de visualización de realidad virtual o aumentada extraordinariamente realista que unifica las fuentes de datos en un ‘gemelo digital’, proporcionando una representación única del negocio, fábrica o planta energética. De este modo, podemos ver áreas de mejora, dónde hay ineficiencias o prever tareas de mantenimiento.
rn