Tiene una dilatada trayectoria a su espalda como profesor del IESE desde los años 60. Sin embargo, su popularidad no salió de los círculos académicos hasta la llegada de la última crisis económica. En ese período de extraordinaria incertidumbre, el protagonista de esta entrevista -Leopoldo Abadía- publicaba un libro (La crisis ninja y otros misterios de la economía actual) con el que logró democratizar un diagnóstico crítico sobre las causas y debilidades del sector bancario que llevaron al mundo, y a España en particular, a una situación de desempleo, desigualdad y deuda pocas veces vista en la historia.
Ahora, la situación es muy distinta a la de 2008, pero no por ello mejor. Estamos en la antesala de una nueva desaceleración económica, inmersos en una guerra comercial a escala global, azotados por una falta de gobernalibilidad patria y lastrados por los populismos en Reino Unido, Brasil o Estados Unidos. Por no contar el gran impacto, hoy aún difícil de vislumbrar, de la tecnología en el modelo económico de todo el mundo. Al respecto, Leopoldo Abadía opina que «todo el mundo me preguntaba cuándo acabaría la crisis de 2008, mejor dicho la estafa de 2008. Había expertos que hablaban de 2014, de 2019... pero lo cierto es que seguimos en ella en cierto modo. Al final uno tiene la impresión de que esto no es una crisis sino un cambio total de la sociedad. Pero ahora hay que saber en qué dirección van esos cambios, tanto en el ámbito de las finanzas, el del empleo, como en el de la robotización o la transformación digital».
Son tantos los virajes de la economía en estos momentos que el popular divulgador no es capaz de afirmar siquiera si estos cambios son positivos o negativos: «Soy relativista en esto, porque todo depende de cómo lo veamos. Tenemos ahí el cambio de comportamiento de la gente debido a las redes sociales, que conecta a gente dispersa pero aleja de los cercanos, algo que hace veinte años no existía. O la digitalización de la banca con la llegada de los millenials: mis nietos no van ya al banco y muchas entidades ya están reconvirtiendo sus oficinas a cibercafés y otro tipo de establecimientos. Parece una idea perfecta, la reinvención de la red de oficinas tradicional, pero no podemos olvidar que en este proceso está habiendo muchas fusiones y con cada una de ellas hablamos de 5.000 personas que se van a la calle».
Cabe entonces preguntarse qué nos queda, si es que hay algo, que sea seguro. Como, por ejemplo, la confianza en la que se sustenta todo el sistema financiero. «Siempre se dijo que era más seguro tener el dinero en el banco que bajo el colchón, pero con la crisis se demostró que esto no siempre era así. Este contexto no va a cambiar porque en los próximos años vamos a seguir inmersos en esta incertidumbre, en este cambio profundo de la relación de confianza con los bancos y en general con las empresas», dice el ahora embajador del robo advisor Finanbest.
Precisamente como allegado a las empresas financieras de nuevo cuño, le preguntamos también a Leopoldo Abadía por las fintech y su relación con el sector financiero convencional. El escritor explica a INNOVADORES que ambos extremos «pueden ser aliados, pueden ser enemigos. Veremos lo que pasa al final. Estamos viendo muchos casos en que se han hecho inversiones o comprado algunas de estas fintech. En otros casos, se están planteando luchar contra ellas, montando sus propias fintech. ¿Qué haría yo si fuera un banquero? Intentaría hablar con las fintech y ver qué podemos hacer juntos».
Abadía, quien aprovecha la entrevista para reclamar más educación financiera en las escuelas para reforzar la confianza y evitar los excesos en el sistema bancario, añade otra clave de futuro en su prolífico discurso: la tensa cuerda que une lo político y lo económico. «Admito lo político respetando lo técnico, pero no admito a políticos despreciendo lo técnico. Como cuando Pedro Sánchez habla de subir las pensiones de acuerdo al IPC, sin saber de dónde sacamos el dinero. Llevamos décadas hablando de que hay que hacer reformas estructurales en España, pero nunca se llevan a cabo. Haría un presupuesto cero, rediseñando y replanteando todo; no simplemente actualizando las cuentas de año en año».