Gertrude Stein decía que "el dinero siempre está ahí, lo único que cambian los bolsillos". Quizás su reflexión iba más orientada al aforunado poseedor de tal riqueza, pero lo cierto es que ese mismo pensamiento sirve para constatar otro cambio notorio en los medios de pago de nuestros tiempos.
Acostumbrados al papel moneda, a los billetes y las monedas, hace ya años que ha caído en una suerte de ostracismo en favor de las tarjetas de plástico y, en menor medida, de los pagos NFC con el móvil o 'wearables'.
Fue en el año 2016 cuando las operaciones realizadas con tarjetas superaron en montante por primera vez a las retiradas de efectivo en cajeros. Y desde entonces, la evolución ha sido imparable: frente al cierre de oficinas bancarias (y sus correspondientes cajeros), la disposición de terminales de punto de venta (TPV) no ha hecho sino aumentar hasta los 1,93 millones disponibles a finales del pasado curso. Lo mismo que ocurre con las tarjetas en circulación, que casi duplican al número de habitantes de nuestro país -84,98 millones-, según los últimos datos del Banco de España.
Un elemento que ha contribuido extraordinariamente a esta hegemonía de las tarjetas es la posibilidad de pagar pequeñas compras -de hasta 20 euros- sin contacto y sin necesidad de introducir ningún código de seguridad. Una fórmula que trae consigo la agilidad y comodidad de eliminar hasta la más mínima fricción en el momento de la transacción.
Sin embargo, y casi desde el principio de esta tecnología, se plantearon dudas sobre si esos 20 euros de límite eran una cantidad adecuada o no. Debate que se ha mantenido hasta nuestros días, cuando la crisis sanitaria del coronavirus ha propiciado (y acelerado) un cambio anhelado por comercios y usuarios: ahora se podrá pagar hasta 50 euros sin meter el PIN en el datáfono.
La decisión, tomada por consenso entre los grandes de la industria, supone seguir ahondando en el pago 'contactless' por encima de otras fórmulas, debido a que es la fórmula más sencilla, ágil y sobre todo segura. No en vano, destacan desde el sector, las tarjetas contactless registran las tasas de fraude más bajas de cualquier sistema de pago en punto de venta.
"Ha sido un movimiento de la industria en esta dirección, con todas las partes implicadas a favor y que ayudará tanto a consumidores como a comerciantes", explica a INNOVADORES Carmen Alonso, directora de VISA en España, quien no obstante resta relevancia al COVID-19 como catalizador de esta decisión (recomendada por los organismos sanitarios para evitar tocar ningún dispositivo en los supermercados): "Ahora se ha visto el momento de llevarlo a cabo, pero ya llevamos bastante tiempo hablando de cuál sería el límite adecuado. Y el objetivo último es lograr una circulación de comercio lo más ágil posible, sin ralentización, como ya se ha hecho en otros países anteriormente".
Y es que, esos 20 euros eran una traba considerable si tenemos en cuenta que el montante medio por operación con tarjeta de crédito en España es de 35,7 euros, de acuerdo al Banco de España. Una cantidad que no dista mucho del límite anterior, pero que no podía beneficiarse de las ventajas del pago sin PIN.
España se une así a una lista de países que ya han fijado unos límites más altos para los pagos 'contactless', como Irlanda, Reino Unido o Grecia. En total, 14 países han ampliado este montante de forma permanente, nueve de ellos lo han hecho de forma temporal (España entre ellos) y hay otras dos naciones que se han comprometido a dar el paso pero aún no lo han anunciado.
"En el caso de nuestro país, hemos adoptado los pagos sin contacto de una manera muy rápida porque tenemos el proceso de digitalización muy avanzado, no sólo en lo que tiene que ver con las tarjetas, pero también con la adopción del móvil o 'wearables'", añade Alonso.
Desde un punto de vista técnico, la medida no tendrá implicación alguna para el consumidor. "El cambio se ha hecho de manera transparente para el usuario, aunque sí hemos tenido que hacer algunas adaptaciones en los TPV", explica la directiva de VISA. Un esfuerzo, realizado contrarreloj debido a la crisis sanitaria, que a largo plazo servirá al propósito último de los reyes del dinero de plástico: "Seguir ganando terreno al efectivo, que es muy costoso, difícil de manejar y sin trazabilidad", constata Alonso.