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La reinvención digital de las bodegas de vino con el confinamiento: catas virtuales y mucha colaboración
La bodega italiana Ciacci Piccolomini d'Aragona ha apostado por las catas virtuales como forma no sólo de mantener el contacto con sus distribuidores tradicionales, sino de abordar directamente al consumidor final
26 junio, 2020 09:00La Toscana es una de las regiones italianas más visitadas y admiradas por todo el planeta. Al rico patrimonio cultural y arquitectónico de Florencia se unen los extraordinarios paisajes de sus zonas rurales y, también, la calidad de sus vinos. Se trata de una región complicada para el cultivode la vid, con suelos muy pobres que obligan a reducir la cantidad producida para mantener la fama ganada por sus bodegas. Si a ello le unimos la complejidad del entorno en que se cultivan estos viñedos, en colinas y bosques frondosos a más de 500 metros de altitud, la labor de estos vinicultores se vuelve más increíble si cabe.
En esa región hay numerosas bodegas con mucha solera, tradicionales como marca el manual y que se van heredando el saber del vino de generación en generación. Es el caso de las bodegas Ciacci Piccolomini d'Aragona, fundadas por la familia Bianchini y que ahora mismo están dirigidas por el segundo y tercer relevo familiar: tras el fallecimiento del padre del clan, Giuseppe, en febrero de 2004, Paolo y Lucia Bianchini han dirigido la bodega, junto a Alex y Ester, que ya están aprendiendo y desarrollando el oficio.
Dentro de la Toscana, existen tres regiones bien diferenciadas por su rica producción de vinos de alta calidad: Chianti, Carmignano y Brunello di Montalcino. Es en esta última donde se localizan las más de 2000 hectáreas de terreno de los Bianchini, conocidas por unos caldos maravillosos pero que exigen su particular dosis de paciencia: los vinos necesitan envejecer al menos cuatro años antes de poder comercializarse, debido a que son muy fuertes y tánicos en su juventud.
La receta del éxito parece clara: un entorno de ensueño, regado con buenos vinos y rodeados de la calma y paciencia que exige la propia naturaleza. Todo un remanso de paz y disfrute para los sentidos que había ido consolidándose como un reclamo no sólo comercial para las propias bodegas, sino también de atracción turística a la región. Así era, hasta que la pandemia de la COVID-19 les cambió el paso por completo.
De la noche a la mañana, un confinamiento impuesto en toda Italia paralizó cualquier posibilidad de que los turistas se acercaran a descubrir las dos bodegas de Ciacci Piccolomini d'Aragona en Montalcino. La parálisis que siguió en el resto de Europa y gran parte del mundo imposibilitaron también los contactos comerciales con los grandes distribuidores, que en un sector tan tradicional como éste se suelen llevar a cabo de manera presencial en ferias profesionales del vino.
Esta situación, a la que no son ajenos los productores de vino españoles, supuso una amenaza clara a la viabilidad de la empresa familiar. Todo su negocio se tambaleaba, máxime cuando se tiene que mantener la operativa al uso para seguir produciendo los vinos de este año. ¿Cómo salir airosos de esta delicada situación y seguir ofreciendo sus caldos al resto del mundo? La solución para los Bianchini vino de uno de sus consultores, Gabriele Gorelli, que decidió apostarlo todo a la transformación digital.
"De reprente nos encontramos sin poder viajar, sin poder hablar con los distribuidores ni con nadie del sector. Además, nos habíamos dado cuenta de dos cosas. Por un lado, en las ferias íbamos con tiempos tan ajustados que apenas había empatía ni una buena conexión con los profesionales. Por otro, el consumidor final está sediento no sólo de vino, sino también de conocimiento acerca del vino", ha explicado Gorelli en una rueda de prensa internacional. "Con el confinamiento vimos la oportunidad de crear nuevas conexiones con los consumidores finales mediante la innovación, de obtener nuevos ingresos por esa vía y de permitirles probar la Toscana que de otra forma no podrían hacer".
Ciacci Piccolomini d'Aragona decidió entonces lanzar una ambiciosa apuesta: catas virtuales de sus vinos para clientes (y también profesionales del sector, como socios y proveedores) de manera virtual. La bodega, que ya utilizaba soluciones como Microsoft 365 y Teams para su colaboración interna, extendió estas capacidades para estos encuentros tan peculiares, donde lo virtual de la comunicación se fusionaba con el vino que deleitaba a los asistentes a los mismos. "Había otras opciones de videoconferencia y similar, pero lo que buscábamos no era solo el poder hablar con las personas al otro lado de la pantalla, sino crear una atmósfera interactiva y un chat donde los asistentes puedan preguntarnos cualquier duda sobre el vino y crear no sólo nuevas relaciones, sino relaciones más leales con nuestros clientes", detalla Gabrielle Gorelli.
Y esto solo es el principio: la añeja bodega de los Bianchini ya planea usar recorridos virtuales para invitar a fanáticos de todo el mundo a la bodega tradicional italiana. "Una bodega de vino debe, más que nunca, invertir en nuevos segmentos de negocio. Somos una de las industrias más tradicionales que hay, pero tenemos que buscar cómo compensar los números entre los canales tradicionales, como el distribuidor, con nuevas vías de ingresos, como el cliente final", añade el consultor.