Con la imagen de su barba, a medio pecho, la voz cavernosa y el asunto del que habla, longevidad (no inmortalidad) y rejuvenecimiento, no es raro que al británico Aubrey de Grey los comienzos le resultasen muy difíciles. "Nadie se lo tomaba en serio. Decían, ‘ah, ese chiflado con la barba larguísima y ese estúpido acento inglés’. Yo concedía entrevistas para exponer mi trabajo, pero la mayoría de los periodistas pensaban que el suyo es conseguir lectores y debían ser sensacionalistas. A menudo mis declaraciones se presentaban como si fueran ciencia ficción. Pero, paso a paso, ha cambiado. La gente está adoptando la idea de poner el envejecimiento bajo control médico. Y también me toman a mí más en serio".
De Grey es un hombre con muchos perfiles. Aunque su foco es el apostolado de la longevidad, del que habló desde California en el reciente South Summit. Explicado de manera abreviada para INNOVADORES, hace una provocadora comparación: "El hombre es como las máquinas, como los coches, o los aviones. Hay coches que andan por ahí, construidos hace más de 100 años. No fueron diseñados para durar tanto. ¿Por qué lo han hecho? La respuesta es ‘mantenimiento’. Sus propietarios se han ocupado de quitarles el óxido, cambiarles el aceite, y cuidarlos de un modo exhaustivo. Es el truco. El coche puede durar indefinidamente".
Comparando, "el cuerpo humano es una máquina muy complicada, pero una máquina... Obedece a los mismos principios. Con un mantenimiento exhaustivo, podemos conservarlo a pleno funcionamiento".
El periodista tira del privilegio de conversar directamente, para ver qué puede hacer, con sus 65 años a cuestas. "Aún no tenemos las capacidades médicas para desarrollar el pleno mantenimiento del cuerpo. Lo único que puede hacer es acelerarse, para mantener un buen estado". "Ya sé que no es la respuesta que buscaba", añade. "Esperaba algún consejo... Hay cosas que se pueden hacer, pero no es de eso de lo que yo hablo. Personas diferentes pueden hacer cosas distintas".
De lo que sí habla es de "los muchos tipos de daños que el cuerpo humano se hace a sí mismo en su funcionamiento. Lo bueno es que podemos clasificar esa multitud de averías en un reducido número de categorías, y en cada una de ellas podemos adoptar una misma solución". Ofrece un ejemplo: "La pérdida de células. El cuerpo genera células que luego mueren. Cuando dejan de ser reemplazadas por otras nuevas, es un problema. Al principio no tanto, porque hay muchas células en los tejidos de un órgano y su tarea no se resiente. Pero llega un momento en que no son suficientes". La opción de reparación es "terapia con células madre. Inyectamos las células adecuadas en el lugar correcto, se dividen y reemplazan a las que faltan".
La pandemia refuerza su argumento, porque "es peor para los más mayores" debido a que "su sistema inmune ya no funciona bien". Lo resolverían "medicamentos que rejuvenezcan el sistema inmune. Y se están desarrollando ahora. Pero no es una investigación rápida, carece de financiación suficiente. Esto [la Covid-19] está mostrando al mundo lo estúpidos que hemos sido no poniendo dinero en esa investigación. Si se hubiera financiado durante los últimos 20 años ahora tendríamos medicamentos para proteger a los más viejos, habríamos salvado un montón vidas y ahorrado mucho dinero".
En eso está enfrascado este ingeniero informático, convertido en bioingeniero desde que conoció a una bióloga en América. Entró en su mundo y descubrió, asombrado, que los biólogos no se interesaban en el envejecimiento. Por eso reorientó su trabajo, aprendió biología, se hizo bioingeniero y participó en la creación de la Fundación Matusalén (Methuselah Foundation), que en 2009 se dividió en dos. Se desgajó la SENS Research Foundation, centrada en la investigación, de la que él es científico jefe.
"Nuestra aproximación es reparar daños, sin un foco específico. Hacemos las investigaciones que otros no están haciendo. La mayoría de los investigadores tienen que trabajar en cosas fáciles, porque necesitan publicar resultados y conseguir financiación para su siguiente tarea, promoción y esas cosas. Les resulta muy complicado trabajar en los grandes desafíos".
En cuanto a inversión, "los últimos cinco años ha crecido el interés de gente que espera ganar dinero. Pero no es para todo el mundo, los que invierten tienden a ser muy valientes. Como la Fundación es sin ánimo de lucro, nuestro modelo es lanzar proyectos spin out. Creamos compañías, les transferimos la propiedad intelectual y así pueden conseguir más de los inversores... Pero los proyectos más difíciles tendrán que seguir en la fundación mucho tiempo y andar escasos de dinero».
El último de Sinclair
"Fui el último ingeniero contratado por Clive Sinclair, porque en menos de un año la empresa quebró", cuenta recordando su trabajo con el genio que puso en el mercado el ordenador Spectrum, iniciático para varias generaciones. "Pero él no estaba interesado en la microinformática. Lo hizo para financiar sus otras ideas". De Grey trabajó con Sinclair en un proyecto de inteligencia artificial.