La brecha digital de género en edades tempranas es algo más que un compendio de cifras. Su análisis requiere entrar en terrenos como el de la cultura social o el de la educación familiar. Que las niñas se interesen menos que los niños por las ramas tecnológicas o científicas es algo que los expertos llevan intentando analizar desde hace décadas, pero aunque pueda parecer fácil llegar a conclusiones, no lo es tanto adoptar medidas que reviertan una tendencia a la que es muy complicado darle la vuelta.
En este Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, D+I – EL ESPAÑOL ha reunido a dos expertos en psicología juvenil para abordar esta cuestión.
Begoña Iranzo Ejarque, directora del Máster en Psicología en la Infancia y Adolescencia de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), y Carles Garcia Rosell, psicólogo y terapeuta familiar, hablan de un punto de inflexión sin el que es imposible entender la brecha digital de género.
Ese punto de no retorno es aquel en el que un niño o una niña comienza a ser consciente de su relación con su contexto, es decir, comienza a advertir que forma parte de una sociedad. Aunque haya autores que fijen esa barrera en torno a los seis años, el día a día en colegios o consultas de psicología infantil nos dice que ese momento varía según cada persona.
"El desarrollo infantil es complejo y se encuentra repleto de etapas. Cada niño y niña es único y singular, como lo es su desarrollo madurativo. Partiendo de esta premisa, autores como Tobin señalan que incluso a edades más tempranas (3-4 años), los menores ya muestran cierta conciencia de rol", remarca Iranzo.
Añade Garcia que antes de esa frontera "los niños y las niñas suelen tener un pensamiento egocéntrico y estar más centrados en el juego y la exploración sin limitaciones de género".
El momento clave comienza en ese punto, "cuando comienzan a tomar la iniciativa en actividades y a explorar el mundo de una manera más independiente". Para la experta de la VIU, "en ese momento vemos la fuerte influencia justificada por la teoría de Bandura: ciertamente niños y niñas aprenden y moldean los comportamientos que observan en su entorno, siendo conscientes de los modelos de roles de género que ven en los medios, en la escuela o en otros contextos".
"Estereotipos de género que asocian a los chicos con la inteligencia o la brillantez pueden alejar a las chicas de ciertos campos de estudio"
Eso lleva, evidentemente, a que esas "ideas sexistas preconcebidas tendrán un impacto significativo en sus interacciones sociales futuras y en las relaciones afectivo-sexuales que establezcan con sus compañeros".
Para el terapeuta familiar, "esta toma de conciencia está influenciada por la socialización y la educación, destacando la influencia de las denominadas lealtades familiares". La imitación a la que hace referencia Carles Garcia es la palabra mágica (y peligrosa, según qué vean las niñas en su entorno).
Los datos están ahí. Apenas un 25% de quienes eligen grados STEAM son mujeres (y en grados como el de Informática su presencia ni siquiera alcanza el 13 %), según el informe Radiografía de la brecha de género en la formación STEAM del Ministerio de Educación.
De estos datos y de las explicaciones aportadas por los dos expertos se deduce que esos contextos familiares o educativos que las niñas descubren en torno a los seis años no es del todo favorable en términos de acercamiento a la ciencia y a la tecnología.
"La brecha de género es una de las preocupaciones actuales de la sociedad, ya que refleja no solo la falta de equidad de oportunidades sino también la perpetuación de estructuras sociales discriminatorias. Incluso antes del nacimiento del bebé, los padres ya preparan la habitación y los menesteres de la menor estableciendo diferencias de género. Más adelante, estereotipos de género que asocian a los chicos con la inteligencia y la brillantez pueden alejar a las menores de ciertos campos de estudio cuando lleguen a la etapa universitaria", argumenta Iranzo, quien también alude a cuentos y películas clásicas que normaliza la "sumisión femenina", aunque "afortunadamente" esto ha cambiado en los últimos tiempos.
La directora de máster recalca que el papel de la educación es crucial. "Una educación que promueva el interés de estas asignaturas y potencie las capacidades del alumnado es clave. Es necesario sustituir la metodología compartimentada y descontextualizada de la realidad, por contenidos organizados y conexos", afirma.
"La disparidad tiene muchas aristas. Lo demuestra la 'paradoja nórdica': países con grandes niveles de igualdad como Suecia o Noruega mantienen diferencias de género en algunas áreas".
Es más, "la figura clásica del profesorado como un mero transmisor de conocimiento dificulta la promoción de estas disciplinas", concluye.
Aun coincidiendo con todo lo anterior, el terapeuta familiar tiene claro que "la cuestión de la disparidad de género en la elección de carreras científico-técnicas tiene más aristas de las que podemos creer".
En este sentido, cita la llamada "paradoja nórdica", ya que "evidencia una contradicción entre altos niveles de igualdad de género en países como Suecia, Noruega o Finlandia y la persistencia de diferencias de género en algunas áreas, como la segregación ocupacional".
Garcia revela que "a pesar de las políticas progresistas y la promoción de la igualdad de género en estos países desde hace muchos años, a día de hoy persisten desigualdades en la distribución equitativa de roles y oportunidades entre hombres y mujeres en ciertos campos y niveles de liderazgo".
Aporta este psicólogo infantil otra clave, la cuestión biológica. "Existen estudios, como el de Baron-Cohen de 2011, que ponen de manifiesto la incidencia que tiene la hormona testosterona con el hecho de interesarse por los procesos en detrimento de las personas. Y lo contrario ocurre con las mujeres, quienes, según resultados de algunos estudios, muestran un mayor promedio en empatía en relación con los hombres", remarca.
Conclusión: la complejidad en el abordaje de esta diferenciación entre niños y niñas a la hora de elegir determinadas carreras es un hecho. "Bajo mi punto de vista, hace falta alguna cosa más que los elementos condicionantes de tipo social para dar respuesta a la realidad social que vivimos", remacha Carles Garcia Rosell, que también ejerce de maestro de Primaria.
Patologías psicológicas previas
Este terapeuta y la directora del Máster en Psicología en la Infancia y Adolescencia de la VIU reflexionan, por último, sobre si decantarse o no por una rama científica puede estar influido también por patologías psicológicas previas. Es un tema más delicado porque cuesta hablar de salud mental (y más aún de salud mental infantil), pero los expertos no rehúyen la cuestión.
"Factores como la autoestima, ansiedad y miedo al fracaso académico, presiones familiares y sociales, sentido de pertenencia, estereotipos de género o la falta de modelos a seguir, pueden influir (y de hecho, influyen) en sus elecciones profesionales", concede Garcia Rosell.
Por su parte, coincide Iranzo Ejarque que "constructos psicológicos como la ansiedad o la baja autoestima pueden contribuir en las decisiones vocacionales de las chicas, sintiéndose menos válidas para estas disciplinas". Es decir, una niña que haya pasado por terapia con problemas de baja autoestima "es posible que sienta una menor confianza en sí misma para participar en estas áreas".
Aunque ha quedado dicho que las soluciones a estas tendencias no son fáciles de abordar, la directora de máster concluye con una especie de recomendación: "Es esencial abordar estas influencias indirectas mediante intervenciones que promuevan la confianza en sí mismas, desafíen los estereotipos de género y brinden oportunidades equitativas de participación y éxito en las áreas STEAM. Asimismo, la potenciación de capacidades de niños y niñas en edades tempranas, así como la intervención de ciertas problemáticas que incidan en su bienestar psicológico, ayudará a superar barreras emocionales y promover la vocación de las mujeres en estas áreas".