Desde principios del siglo XV, la localidad de St. Andrews, en la costa escocesa a apenas una hora de distancia de la capital Edimburgo, lleva acogiendo a golfistas de todo el mundo. Algo más tarde, un 17 de octubre de 1860, ocho jugadores se reunieron para dar vida a un torneo que pudiera determinar quién era el mejor golfista de todos. 162 años después, se celebra la 150 edición de un Open cuyo icónico trofeo figura en las vitrinas de los grandes nombres de este deporte como Tom Morris, Seve Ballesteros, Bobby Jones, Harry Vardon, Tiger Woods o Rory Mcllroy.
Se espera una asistencia récord a esta cita, con alrededor de 300.000 asistentes a lo largo de las cuatro jornadas que componen el campeonato. 18 hoyos que han colapsado los hoteles de este pequeño pueblo que emana golf por todos sus poros, pero también de todo el área metropolitana de Edimburgo. Y es que, hacer viva la historia de un deporte como éste no merece menos.
Sin embargo, el golf no escapa a una realidad inapelable a todos los deportes tradicionales: las nuevas generaciones no se sienten atraídas por ellos. Es más, gran parte del público ya consolidado también demanda experiencias diferentes para reengancharse y fidelizarse de nuevo con sus ídolos de antaño.
Una combinación de tradición y reinvención nada sencilla, pero que cuenta con la digitalización como triple vector de actuación: amenaza a su propia supervivencia, oportunidad de abrir más vías de negocio e imperativo de eficiencia en tiempos convulsos.
Steve Otto, CTO del Open de St. Andrews, reconoce esta situación en entrevista con D+I. Explica que su misión es la de preservar la tradición pero adaptándola a los nuevos tiempos, "sin disrupción alguna, pero sí con tecnologías que complementen la actividad y el deporte que todos conocemos". Un equilibrio que reconoce complejo, sin embargo en torno al cual giran varias de las apuestas introducidas por la organización en los últimos años.
El icónico videomarcador
Todo comenzó por algo tan relevante como sencillo, de esas ideas que se antojan obvias a toro pasado: un gran videomarcador que recibe a los asistentes al torneo. Desarrollada junto a NTT Data, esta pantalla gigante se ha convertido en una de las atracciones más buscadas por los miles de fans que acuden a este Open, que se sientan en colchonetas en el mismo césped para seguir la actividad de sus jugadores favoritos.
Podríamos pensar que un videomarcador es algo ya manido, irrelevante desde un punto de vista de la innovación. Y lo cierto es que, por mucho que sus cifras impresionen (20x10 metros, 400 pantallas de LED independientes que necesitan de 22 toneladas de agua como contrapeso a los imponentes vientos de la región, todo protegido a la lluvia habitual del norte de Gran Bretaña), estaríamos en lo cierto. No obstante, la magia viene por lo que se muestra en ese videomarcador.
Obviamente, los aficionados encuentran en este ingente constructo visual un marcador al uso y la retransmisión en directo de la jornada. Pero eso sólo ocupa una mitad de la pantalla: el resto corresponde a una herramienta llamada ShotView, creada por la misma consultora.
Un gemelo virtual del campo... y de cada jugada
Bajo este nombre se esconde todo un proyecto de gemelo digital a gran escala del torneo. Una réplica virtual que comprende no sólo el plano físico de los 18 hoyos del Old Course de St. Andrews, sino también cada golpe dado por cada golfista en cada una de las rondas de este campeonato.
Sorprende que este gemelo digital se ejecuta con tan sólo dos ordenadores 'gaming' de sobremesa, instalados en una caseta temporal en los accesos al recinto. En ellos se procesa todo lo que sucede en toda la superficie del campo, utilizando datos abiertos del propio gobierno británico para replicar el propio circuito y cámaras de alta resolución y con seguimiento láser para monitorizar "con una precisión de dos centímetros" cualquier movimiento de las pelotas empleadas en el juego.
El resultado de este gemelo digital es una visualización sencilla de los golpes, ejecutada con un motor gráfico procedente también del mundo de los videojuegos, con información adicional sobre la distancia recorrida, los porcentajes de eagles o birdies de cada golfista, así como las medias acumuladas de cada uno de ellos durante el torneo. Esta información es algo más limitada en el videomarcador físico instalado en el campo, pero es extraordinariamente completa en la versión web de esta aplicación.
Igualmente, mientras que el fan en su hogar puede seleccionar qué golpe o jugador quiere ver en cada momento, en la pantalla gigante se van alternando las mejores acciones "en base a un algoritmo de priorización que tiene en cuenta la puntuación de cada golfista y algunas excepciones para aquellos nombres más relevantes". Es el caso de Tiger Woods, que no figura entre los mejores de esta edición del Open de St. Andrews, pero cuya potencia mediática obliga a figurar en esta particular selección.
Las características técnicas no se detienen ahí: todo el sistema cuenta con varios backup para evitar cualquier incidencia, así como el soporte de un estudio remoto de NTT Data en Inglaterra. Se utilizan además seis instancias en la nube para almacenar y procesar automáticamente los 35.000 archivos de vídeo de cada una de las simulaciones de esos golpes, que se etiquetan apropiadamente para dar respuesta a una de las obsesiones del CTO del torneo: que esta información -procedente de nada menos que 70.000 millones de data points y 110 cámaras y que ocupan alrededor de 10 Tb en todo el torneo- pueda ser reutilizable.
"Uno de los grandes problemas que encontramos en este deporte es la fragmentación de los datos. El golf permite generar información de manera muy rápida, a través del radar de los golpes o de análisis del movimiento de los jugadores, pero no suele compartirse ni explotarse posteriormente", detalla el responsable de Tecnología del evento. "Nosotros queremos que los datos sean útiles y valiosos para el deporte en su conjunto, con una estrategia que sea escalable y sostenible para el resto de torneos profesionales y amateur, así como para los propios fans".
Apela a varios casos de uso concretos en que se puede emplear esta información: desde realizarlas siempre peligrosas y atrevidas predicciones de lo que sucederá ("algo que hoy no podemos hacer por no contar con suficientes datos acumulados y consistentes") a alimentar aplicaciones de entrenamiento con los movimientos de los grandes golfistas e incluso videojuegos en los que poderse enfrentar a Woods o Rahm, sabiendo que sus golpes son reales a todos los niveles.
Visión de futuro
Steve Otto adelanta a este medio que quiere seguir profundizando en su carrera digital, tanto mejorando su actual estrategia de datos (incluyendo en la ecuación drones autónomos con tecnologías de machine vision para tareas de seguridad de masas o reemplazando parte del despliegue de conectividad por fibra y WiFi por más baratas y eficientes implementaciones de 5G privada) como abordando nuevos y ambiciosos nichos de innovación.
En este último apartado encontraríamos la incorporación de tecnologías ya consolidadas en otros deportes -como la que evita los goles fantasma en el fútbol, para mejorar todavía más el seguimiento de la pelota- hasta colaboraciones (ahora mismo en fase preliminar) con DreamWorks y otros estudios de animación, para utilizar sus soluciones de simulación en los campos de golf.
Tampoco descarta Otto entrar en la recopilación y análisis de aspectos biomecánicos de los golfistas, "algo relativamente fácil de hacer al poder triangular sus cuerpos a partir de los pies con algo de inteligencia artificial". Partiendo así de soluciones más asociadas a la medicina, se podría saber cómo hacen sus swing los mejores jugadores y facilitar así el aprendizaje y mejora de la técnica en propios y ajenos a estos menesteres.